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|10|Cediendo ante el enemigo

Luk

Encontrarlo no había sido tan complicado como pensaba.

Sólo había echo falta toparme con uno de los chicos del equipo de baloncesto donde Jake jugaba como titular (Sam me lo había contado en algún punto hace meses), y preguntarle donde podía encontrar al chaval. Aunque me miró raro, y parecía un poco confuso para decírmelo, terminó por indicarme que seguramente podría hallarlo en el aula de arte.

¿Arte? ¿Ahora era pintor o qué?

Cuando llegué me di de lleno con una escena que me hizo detenerme en seco a unos pasos de la puerta.

En conjunto, Jake sí estaba ahí, pero no sólo. Travis estaba en la misma aula recargado contra un pupitre jugando con un pincel entre los dedos.

- ... y entonces la muy cínica me amenazó con decirle a nuestro padre - decía.

- Te lo mereces.

- Yo no hice nada - se defendió Travis muy digno -. La listilla quemó la cocina por tratar de recrear vete a saber que tipo de receta, y cuando llegaron nuestros padres me echó la culpa a mí. Y yo no pude decir que no porque me dijo que si les contaba algo, ella les diría que me atrapó fumando.

- Recuerdame cuántas veces prometiste que dejarías de fumar en tu casa - inquirió con burla Jake.

Y yo no fui capaz de abrir la boca.

Travis fue el que me notó primero, y Jake al no escuchar a su amigo seguir su discurso, alzó la cabeza y me ubicó en la puerta.

- Ey - saludó él un momento después.

Tragué saliva con fuerza.

- ¿Podemos hablar?

Travis alzó las cejas con sorpresa pero no dijo nada.

- ¿Puedes esperarme en el aparcamiento? Solo termino de recoger esto y voy contigo.

¿Aparcamiento? ¿Y eso por qué? ¿Es que estaba pesando en arrollarme? Quería protestar, pero terminé asintiendo y marchándome sin decir nada.

Lo esperé como diez minutos, entre aburrida y decidida a irme si tardaba más, recargada contra el lateral de su coche. Si reconocía el auto no era porque lo acosara, sino porque había visto cientos de veces subirse a Sam en el.

Cuando llegó, yo ya estaba reconsiderando seriamente el qué estaba haciendo ahí. Pero no había cupo para dudas. Lo único que quería era dejar de escuchar la fastidiosa voz de la rectora en los oídos diciéndome que el tiempo corría y que la decisión estaba en mis manos.

Me saludó con la mano y rodeó el auto para ir a abrir la puerta del copiloto y meter su mochila dentro. Lo seguí.

- ¿Quieres la verdad? - sonrió de lado al girarse hacia mí. Se pasó una mano por el pelo para apartarse los mechones rebeldes de la frente y me pregunté que si le molestaba tanto, por qué no se lo cortaba -. Me sorprendio que me fueras a buscar. Pero te advierto, que si es para devolverme el libro ya es demasiado tarde. No aceptan devoluciones en esa librería.

No ruedes los ojos, me dije.

- ¿Y bien? - insistió.

- Tenía que comentarte algo.

- Soy todo oídos.

Venga, sin miedo, ¿qué es lo peor que puede pasar?

No voy a sacrificar a Sam.

No soy a vender a mi amiga.

No estoy jugando con fuego.

No voy a vender a nadie.

No soy mala persona por no querer perder el año.

- Verás...

- ¿Sí?

- La directora volvió a llevarme a su oficina - confesé, apartando los ojos de los suyos. No quería seguir observando esos faros azules frustrantes - y me repitió muy digna lo mismo: que debía unirme al equipo de baloncesto.

- ¿Y?

Me mordí el labio inferior y cerré un momento los ojos, sopesando lo que estaba a punto de hacer.

- Que... bueno - carraspeé, incómoda -, puede, pero solo puede, que quizá necesite un poco de tu ayuda.

No lo veía pero algo sí tenía claro.

Estaba sonriendo.

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Cuando el mundo caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora