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|12| Primer día de entrenamiento

Jake

- ¿Lista?

- ¿Tu qué crees? - masculló Luk, poniéndose de pie.

Esbocé una pequeña sonrisa.

Habíamos tenido que esperar a la última hora y a que la preparatoria estuviera por completo vacía para venir a entrenar al gimnasio y así no estorbar en los entrenamientos de nadie. Fue por petición mía, pero estaba seguro que a ella le agradaba que fuera de esta forma. Sin tener que soportar miradas curiosas en los descansos.

Pasé por su lado para ir a coger uno de los balones que había colocado en fila sobre el banquillo. Volví con ella, deteniéndome cerca de la canasta.

Luk se colocó a mi lado y entornó los ojos con algo que me pareció hastío, mirando la cancha. Rápidamente se recogió el cabello en una trenza, de la que escaparon algunos mechones más cortos.

- ¿Habías jugado antes?

Si era así, eso nos serviría de mucho...

- No.

Maravilloso, pensé.

- ¿Por lo menos has visto algún juego?

Si nunca había jugado, entonces por lo menos sabía como se hacía y tenía una idea, y por allí podríamos empezar, con los movimientos que había podido observar o los tiros...

- No.

Suspiré.

- ¿Sabes, aunque sea algo mínimo, de baloncesto?

Ya no tenía esperanzas y estaba esperando a que volviera a negar...

- Sí.

- ¿En serio?

Asintió.

- ¿Y qué es lo que sabes? - me interesé.

- Que la pelota naranja ésta - señaló con el dedo el balón que yo sostenía - se mete ahí - y apunto a la canasta -. Ah, y que todos corretean por la cancha dandose de codazos.

Silencio.

Mucho silencio.

No supe que decir y creo que ella tampoco. Me observó de reojo dándose cuenta de la expresión que tenía y las mejillas se le pusieron del mismo color que el balón que seguía sosteniendo.

Carraspeé.

Mi plan era ayudarla con uno que otro truco para que encestara, y luego seguir con lo demás, pero decidí que era mejor empezar explicándole en que consistía el baloncesto, de qué iba, los puntos (cosa que fue la más complicada), las reglas más básicas y con las que podría tener problemas, y el tema de encestar. Con eso dimos inicio a lo siguiente.

Las canastas.

Cuando tomó el balón y comenzó a botarlo contra el suelo del gimnasio caí en cuenta de algo importante.

No sé cómo no me había fijado en eso hasta ahora.

- Honestamente - comenté, ganandome una miradita de su parte - no creo que puedas hacer mucho con esa... falda.

Luk dejó de rebotar la pelota y sus ojos cayeron sobre los míos.

Y es que lo decía en verdad, no por molestarla. Traía la falda oscura del uniforme (la de ella era mucho más larga que la de la mayoría de las chicas del bachillerato) que le llegaba más abajo de la rodilla. Por lo menos se había quitado la sudadera.

- ¿Qué tienes contra mi falda?

- ¿Yo? Nada, pero a ti quizá sí... te pueda afectar.

- Puedo hacerlo con falda.

- Nadie dijo que no... solo que, puede que, te afecte un... poquitín en tus movimientos.

Suspiró, entornando los ojos.

- Vale - aceptó resignandose, para mi sorpresa -, no más faldas. Voy a traer un cambio de ropa para entrenar.

Sonreí.

- Por ahora solo intenta encestar algo. Necesitamos ver que tan buena o mala eres en eso.

Asintió y se apartó para ponerse en la línea azul que le indiqué.

La cosa es que de las cincuenta y siete veces que lo intentó, no metió ninguna y las falló todas por una considerable distancia.

Para su siguiente intentó, dije:

- Podemos dejarlo para mañana. O claro que sí quieres, podemos seguir.

Se detuvo y probablemente lo consideró a fondo. Al final asintió y se acercó para darme el balón.

- Mañana.

- ¿Te sientes bien?

- Claro.

Pero claro que no. Estaba más pálida que antes y poco a poco el rostro se le había ido poniendo rojo por el esfuerzo.

- ¿Segura?

- Ya - quiso quitarle importancia con un gesto de la mano -. Nos vemos mañana.

- Te ves mal - insistí, un poco preocupado por su condición.

Donde le hiciera algo a su amiga, estaba seguro que Samantha pese a todo su odio y resentimiento a la idea de tener que hablarme y estar cerca de mí, iba a venir en persona a asesinarme.

Se mantuvo en silencio un momento antes de responder.

- No pude desayunar y me comí una barrita en el descanso - dijo.

Fruncí el ceño.

Genial. Ella se estaba intentando matar de hambre y yo iba a acabar esa tarea sumándole los entrenamientos.

- Pero ¿qué estás loca? ¿Cómo pensaste que entrenar sin haber comido nada era buena idea?

Me fulminó con la mirada.

- No pasa nada - se justificó -. Además, ya me voy, ¿no? Llegando a mi casa puedo comer algo.

Antes de poder protestar, se apartó y se encaminó a las gradas de metal a recoger sus cosas.

Mientras se acercaba a la salida, le grité:

- ¡Si no comes nada mañana, no pienso entrenarte! No es mi idea favorita mandar a nadie a la enfermería.

Fingió no escucharme, así que seguí.

- ¡Mi ayuda no viene gratis, princesa, así que no te olvides de nuestro trato!

Se detuvo momentáneamente y me miró por encima del hombro.

- Adiós - fue lo único que dijo.

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Cuando el mundo caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora