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|50|Terapias

Luk

Nota: los capítulos anteriores fueron una vuelta a los primeros años de Luk en el bachillerato; pero a partir de aquí ya es el presente otra vez...

Una línea...

Un círculo...

Otra línea...

Un círculo más...

Fruncí el ceño, me mordí el labio inferior con confusión, y volví a mirar a Samantha, que alzó una ceja en plan listilla y profesional, lo que me hizo bufar.

- ¿Estás segura que esto funciona?

Asintió y siguió caminando frente a mí con las mano tras la espalda.

- Claro. Es una buena forma de terapia.

- ¿Según quién, exactamente?

- Internet.

Bufé y dejé el lápiz.

- Estás loca.

Volcó los ojos y se sentó a mi lado en el banco de piedra. Esa tarde me había mandado un mensaje una hora atrás para quedar en el parque. Nada más llegar me encontré con que estaba vestida con una blusa blanca de cuello alto y una falda negra que llegaba más abajo de las rodillas.

Cuando le pregunté qué estaba haciendo, respondió que sería una "Quedada de terapeuta-amiga". Fue demasiado tentador dejarla plantada.

- Luk.

La miré.

- ¿Qué?

- Un poco más y estaremos diciembre... ¿Aun recuerdas quién cumple años el día dos?

Sonreí de lado, aunque pronto la sonrisa se borró y aparté la mirada.

- No me interesa mi cumpleaños, Sam.

- ¿Y tus padres?

- Creen que debo volver a terapia... No estamos especialmente bien.

Habían sido días incómodos. Mamá y papá habían ido a mi habitación a la mañana siguiente de la discusión y parecía que ni siquiera estaban enojados, pero yo sabía que sí estaban dolidos; mamá mantenía su capa de indiferencia y mi padre evitaba mirarme. Hablaron conmigo y me obligaron a salir de la cama para ir a ver a Sonia; me habían agendado una cita con ella.

Cuando llegamos ni siquiera hablé, sólo me mantuve estática sentada en una silla y con los brazos cruzados. Sonia, con su paciencia infinita, no insistió. Luego de una hora de silencio, salí y entraron mis padres. No supe que le dijeron ni que les dijo ella, pero podía hacerme una idea.

Igual los días se habían vuelto tensos.

- ¿Y qué crees tu?

No respondí.

- La he fastidiado a lo grande...

Me picaban los ojos.

El recuerdo de la conversación con mis padres seguía sonando todas las noches en mi cabeza y cada vez se sentía peor.

No necesitaba que nadie me dijese que lo había echado a perder todo. Nunca debí hablarles de esa manera, vale, ni debí intentar escapar de ellos soltando veneno.

Sam tomó mi mano.

- ¿Tan malo es intentar... volver?

Me encogí de hombros.

- Estoy zumbada, eso ya lo sé. No necesito que una psiquiatra me diga nada.

- Luk - recriminó.

Sonreí de lado. Apoyó la cabeza en mi hombro y cerré los ojos.

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¿Tienes amigas como Sam? De esas que siguen ahí, en lo bueno y en lo malo, escuchando y siendo.

Cuando el mundo caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora