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|32| El principio del caos

Luk

Irritable.

Asquerosamente irritable.

Así es como me sentía.

La cabeza me punzaba de una forma sospechosa y cada vez que escuchaba la voz de alguien o su risa, lo único que me apetecía era decirle que se cállase. Gracias a todo lo bueno, era capaz de mantener la boca cerrada y lo que hacía, en su lugar, era salir corriendo a un sitio silencioso para esconder la cabeza entre las rodillas a esperar que el ruido dejará de ser tan molesto y que las voces de mi cabeza guardarán silencio.

Entre el esconderme de todos y evitar llegar tarde a la mayoría de las clases, invertí mi tiempo en algo positivo... hasta que llegó el descanso y el pasillo se llenó de risas, bromas y miles de palabras flotantes que me aturdieron.

A mitad del corredor me detuve de golpe y llegué a la conclusión de que había sido suficiente.

Fui a la biblioteca y me pasé el resto del día leyendo un libro sobre física cuántica escondida detrás de los estantes de ciencia ficción. Para cuando me di cuenta de la hora, ya eran las siete y no me quedó más que recoger todo e irme.

Cuando llegué a casa, el dolor no había echo más que aumentar y tenía náuseas donde llevaba más de doce horas sin probar bocado.

Unos pasos después de atravesar el umbral de la puerta, mamá se asomó y me recorrió con la mirada. Sus ojos lanzaban chispas. Tenía puestas esas gafas azules que usaba solo en casa y su cabello estaba recogido en un moño perfecto.

- ¿Dónde estabas, Ainara?

- En la biblioteca.

- ¿Y te parece que son horas de seguir leyendo libros?

Sonreí.

No sé por qué carajos sonreí.

Fue un gesto minúsculo por mi parte, pero sirvió para cambiar su mirada por completo. Que pasó de la ira y preocupación... a la sorpresa. Y muy rápido.

- Siempre es un buen momento para leer libros.

Siguió observándome en silencio y algo muy distinto a su frialdad de siempre brilló en sus ojos.

Justo en ese momento, papá bajó los pocos escalones que lo distanciaban de nosotras y se detuvo. Miró a mamá. Después a mí. De regreso a mi madre y se apretó el puente de la nariz como si lo supiera sin necesidad de palabras.

Suspiró.

- ¿Dónde estabas?

- ¿Qué importa? Ya he vuelto.

Apretó los labios y el corazón me latió más deprisa.

- No es forma de hablarle a tu padre - me reprendió mamá.

Debí cerrar la boca, pero en su lugar hice algo muy distinto.

- ¿No?

Vale. Me estaba pasando. Pero no tenía control de mis ideas. Y no estaba coordinando demasiado bien la boca con el cerebro.

Mamá entrecerró los ojos y alzó la cabeza, como si estuviera tratando de oler el aire a mi alrededor. ¿Pensaba... que había bebido?

- Ven.

- Acércate tu - me crucé de brazos, indignada.

- ¡Ainara!

Mamá lanzaba dagas por los ojos. Se le habían puesto las mejillas rojas y tenía manchas en el cuello a causa del enojo, como pasaba cada vez que se sonrojaba. Entonces algo más apareció en su mirada y se acercó para tomarme de los hombros. Sus ojos desérticos me recorrieron de abajo a arriba.

Me estremecí.

- La psiquiatra...

Papá también me miró.

- ¿Cuándo fuiste con Sonia por última vez?

Ellos no quería escuchar mi respuesta. No. Me iban a matar.

Ladeé la cabeza como si no pudiera entender sus palabras.

- Ayer.

Mamá me soltó de golpe.

- Mientes.

- ¿Qué?

- Me estas mintiendo...

- ¡No! ¡No estoy mintiendo! ¡Puedes llamarle y preguntarle si quieres, Alicia!

Papá me detuvo por el hombro y me apartó de mi madre, que me miraba, ahora, impasible. Como si no acabase de utilizar su nombre para referirme a ella.

- No le puedes hablar así. Es tu madre. Mañana vas a volver a la terapia, Luk, y no esta a discusión.

Me volví furiosa hacia él.

- ¿Qué? ¡No! ¡ESTOY BIEN!

Me señalé completa.

- ¿Qué estás bien? - repitió, pasmado -. ¿A eso llamas tu estar bien? ¡¿A faltarle el respeto a tus padres y llegar a las ocho de la noche cuando llevas todo el día fuera sin decirnos si al menos estas bien o dónde estabas?!

- ¡¿Y qué importa?! Da igual dónde estaba, porque a ustedes eso nunca les ha interesado.

Papá me miró con los ojos como platos y mamá seguía impasible, por lo que sólo pasé por en medio de ambos y desaparecí escaleras arriba.

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Cuando el mundo caigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora