CAPITULO 4

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     La razón por la que mi corazón se detuvo fue porque era el apodo cariñoso con el que me nombró Oliver cuando estuvimos juntos. Y no porque fuera adorable, sino porque uno de los primeros días del campamento me picó una abeja en toda la nariz. Y desde entonces me llamaba así, las primeras veces lo odiaba porque sentía como se reía de mí pero, un día simplemente amaba que me llamara abejita.

Oliver continuó andando dejándome atrás. Corrí hasta llegar a él, lo miré y él me miró a mí y sonrió. Yo tampoco pude evitarlo y le devolví la sonrisa, sabía que no debía emocionarme por esas pequeñas cosas, pero mi corazón estaba latiendo sin control.

Llegamos al comedor, donde todo estaba siendo un caos. Niños pequeños correteando de un lado a otro. Emily estaba corriendo detrás de uno cuando el pequeñín pasó por mi lado y lo cogí para cargarlo.

—¿No le estabas haciendo caso a tu monitora?.-Le pregunté al pequeño mientras este asintió riendo.

Emily miró al pequeño con ganas de querer tirarse por un puente.

—Carl, te tienes que terminar toda la comida.

—Tienes que hacerle caso a Emily.-Le dije pero Carl se aferró más a mi mientras negaba con la cabeza.

—¡Oye, campeón! ¿Sabes que si te terminas toda la comida te saldrán músculos?.-Dijo Oliver acercándose más a Carl, por lo cual se acercó más a mi rostro, poniéndome algo nerviosa.

—¿Y podré ser como Hulk?.-Preguntó entusiasmado.

—¡Podrás ser incluso mejor!.

—Vale.

Echó los brazos hacia Emily para que lo cargase en brazos, ella nos susurró un gracias y se fue con el pequeño Carl a la mesa. Visualicé a Regina sentada con su teléfono móvil pero con la vista clavada en nosotros. Parecía tener un radar cuando Oliver estaba cerca.

—Debe de ser muy duro.-La voz de Oliver me sacó de mis pensamientos.

—No me lo quiero ni imaginar.

—Tenemos que luchar por quedarnos con nuestro grupo todo el verano y que no nos toquen los demonios de Tasmania.-Oliver se fue riendo a la mesa para comer.

Yo lo seguí para sentarme al lado suya, pues había un hueco, pero Regina se colocó delante de mí impidiéndome sentarme junto con él.

—Ya me siento yo aquí.-Sus voz aguda me chirrió en los oídos.-¿Por qué no vas con tus amigos? Están ahí.

Señaló con la cabeza la puerta de la cual justo entraba Alexis, Cyrus y el otro chico, Noah. Volví a centrarme en Regina la cual me miraba con ambas cejas levantadas. Miré a Oliver para ver si decía algo pero no habló, ni siquiera levantó la mirada.

—Todo tuyo.-Señalé el asiento con la mano.

Me entraron ganas de gritarle a Oliver que era un calzonazos en mayúsculas. Oliver no parecía ser el chico que salía con alguien como Regina, tan repelente.

—¿La reina te ha largado?.-Habló Cyrus cuando llegué a ellos.

Lo miré con cara de pocos amigos y él simplemente se rio.

La cena estuvo algo entretenida, por lo visto, Alexis, Cyrus y Noah tenían niños de entre los nueve y diez años, estuvieron paseando por el lago y mañana por la mañana volverían para al voleibol. Me fijé en lo mucho que Noah alababa a Alexis, que había sido la primera vez en congeniar con los niños y que tenía muy buena mano con ellos. Cyrus en cambió hacía alguna que otra mueca cuando este hacía ese tipo de comentarios.

Tú fuiste mi amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora