CAPITULO 9

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     Pensaba que Jack me preguntaría algo sobre lo que había visto, pero no hizo ningún comentario al respecto, cosa que agradecí. Preparamos nuestro desayuno y al poco rato se unió Oliver y un par de niños más. Cuando terminé de desayunar lo primero que hice fue cambiarme de ropa y ponerme el uniforme. A medida que iba amaneciendo, más niños se levantaron y los ayudé con su desayuno. Poco después cuando ya todos estaban levantados y bien alimentados nos pusimos manos a la obra para desmontar las tiendas de campaña.

Yo estaba juntando todas mis cuerdas y amarrándolas cuando sentí unas manos agarrando mi codo.

—Si lo haces de así se desarmaran bastante rápido y la próxima vez que se cojan serán un nudo.-Oliver se colocó delante de mí y me quito un par de cuerdas.

—Mi forma no es la más correcta pero es la más rápida.-La verdad era que nunca se me dio bien hacer estas cosas.

—Torpe.-No pude evitar sonreír.

Estuvo ayudándome hasta que todas las cuerdas quedaron de la manera correcta. A los niños se les daba bien lo de amarrar las cuerdas por lo que no hubo ningún problema con eso. De vez en cuando mis ojos se desviaban a Oliver, no sabía la razón pero lo hacía e incluso alguna que otra vez coincidimos mirándonos y lo único que hacíamos era sonreírnos.

Después de recoger todo y limpiar lo que se nos había olvidado, dejamos el lugar tal y como lo encontramos cuando llegamos.

Ese día haríamos senderismo por una ruta totalmente diferente a la que hicimos cuando salimos del campamento. Era más complicada, con subidas más largas y empinadas. Y para nuestra desgracia estaba haciendo más calor de la que esperábamos, de vez en cuando les recordábamos que tenían que beber para que no se deshidrataran. A mí me estaban dando ganas de tirarme el agua por la cabeza pero no sería lo ideal, incluso me estaba cayendo sudor por el cuello y sentía la espalda empapada.

—¿Podemos parar?.-Sugirió Elisa que se encontraba ya sentada y roja.

Tanto Oliver como yo nos acercamos a ella.

—¿Estás mareada?.-Pregunté acariciándole la mejilla. Ella negó la con la cabeza.- ¿te va el corazón rápido o tienes ganas de vomitar?.

La razón por la que le preguntaba todo eso era por si le estaba dando un golpe de calor y por suerte no era el caso.

—No, solo quiero descansar un rato.

—Hace mucho calor.-Dijo William sentándose en la parte del árbol que sombreaba.

—Tienes razón.-Admití mirando a Oliver.- Deberíamos volver.

—Si.-Aseguró agarrándose las caderas.- chicos, descansemos un rato y volvamos al campamento, parece ser que hoy es uno de esos días para estar encerrados con el aire.

Todos gritaron de alegría cuando escucharon aquello. Sonreí y yo también me senté debajo de un árbol que daba sombra, estaba haciendo un calor infernal. Oliver me imitó y se sentó al lado mía. Los niños ya estaban sentados, hablando entre ellos.

—¿Estás bien?.-Preguntó tocándome la mejilla con el dorso de la mano lo que me provocó una sensación rara en el estómago.-estás roja.

—Sí, es la calor.

—Deberíamos de haber mirado el tiempo.-Oliver se quitó la gorra y se abanicó con la visera.-tendremos que hacer senderismo otro día.

—Me lo he pasado muy bien.

—Yo también, ojalá no tuviésemos que regresar.-Su tono de voz no sonó de la misma forma de hace unos segundos.

—¿Y tú estás bien?.

Tú fuiste mi amor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora