Capitulo 23 (Almas de Cristal)

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Después de cenar, Paula se levantó para llevar los platos a la cocina. Yo me quedé esperando en su habitación, sintiendo el peso del silencio entre nosotras. Mientras la observaba desaparecer por la puerta, mis pensamientos volvían a enredarse en la confusión de nuestra relación. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué no me había ido ya?

Después de unos minutos, Paula regresó, secándose las manos en un trapo.

—¿Quieres que apague la luz ya? —preguntó, con un tono de duda en su voz.

—No sé... si tú quieres —dije, encogiéndome de hombros, intentando sonar despreocupada.

—Eh, mejor no. Así podré verte más —contestó, intentando sonreír, pero su mirada la traicionaba.

—Apágala —dije, con firmeza, queriendo cortar el momento antes de que se volviera incómodo.

—Pero...

—Pero nada, Paula.

Ella suspiró, y sin discutir más, se acercó al interruptor y apagó la luz, visiblemente molesta.

—Bien, como tú quieras —murmuró mientras se acostaba a mi lado.

Me giré un poco para mirarla, aunque apenas podía distinguir su silueta en la oscuridad.

—No tienes que estar tan cerca —le dije, sintiendo su cuerpo más cerca de lo que me habría gustado.

—La cama no es muy grande —respondió en tono de disculpa.

—Pero tú eres pequeña —le solté, intentando restar importancia a la situación.

—Solo me llevas cuatro centímetros —protestó, con una risa forzada.

—Como digas, enana.

—Tu puta madre —murmuró ella, pero en su tono no había enfado real.

—Sí, claro de hecho lo es —contesté, esbozando una sonrisa que ella no pudo ver.

—Ah...

El silencio volvió a envolvernos, y yo cerré los ojos, queriendo que la incomodidad se desvaneciera en el sueño.

—Será mejor que me duerma... descansa —dije, dando por terminado el tema.

—Descansa, Issa —susurró ella con voz suave.

Ya me estaba quedando dormida cuando sentí que algo me tocaba. Abrí los ojos levemente y vi, o más bien sentí, la pierna de Paula sobre la mía.

—Te dije que no me tocaras —le dije, moviéndome un poco, pero sin mucha convicción.

—Lo siento... déjame estar así —respondió ella en un tono casi suplicante.

Suspiré, demasiado cansada para discutir.

—Está bien...

Pero entonces, la sentí acercarse aún más y abrazarme, su cuerpo pegándose al mío. Mi respiración se volvió tensa.

—No te estás pasando un poco, ¿Paula?

—Eh... —fue todo lo que dijo.

—Como sea... —murmuré, cerrando los ojos nuevamente, intentando ignorar lo que sentía.

Paula no tardó en quedarse dormida; su respiración se volvió profunda y pausada. Me di cuenta de que mi cuerpo también comenzaba a relajarse, y pronto, el sueño me venció.

No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando desperté, me sentía algo desorientada. Al abrir los ojos, me encontré con Paula prácticamente encima de mí. Lo primero que hice fue intentar moverme, tratando de quitarla de encima.

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