Capitulo 25 (Cayendo lejos)

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Samara se fue a su casa después de que le conté todo lo que estaba pasando con Isabela. Dijo que me ayudaría con nuestro plan y, para mi alegría, volvimos a ser amigas. Eso me hace feliz.

Los días pasaron con normalidad. Queda una semana para las vacaciones, y todo parece estar bien, en los descansos me la paso con Samara. Su compañía me reconforta

Finalmente, llegó el último día de clases. Para mi sorpresa, mi mamá apareció en la entrega de notas. Me quedé en shock al verla entrar por la puerta. Aunque fue inesperado, me alegré de que estuviera ahí, al menos por un momento. La profesora nos llamó a solas a su despacho. No tenía idea de qué se trataba, pero había una tensión extraña en el ambiente.

—Las calificaciones de Paula no han sido las mejores este año, aunque ha pasado —dijo la profesora, con la mirada fija en mi madre—. Además, he recibido algunas quejas sobre su comportamiento.

Mi mamá no dijo nada al principio. Solo escuchó, como si estuviera procesando cada palabra. Luego, la profesora nos dejó solas.

El silencio en el salón fue roto por un grito que resonó en las paredes.

—¡¿Qué demonios te pasa, Paula?! —Mi madre comenzó a regañarme sin piedad, sacando a relucir mis malas notas y mi comportamiento. El enojo crecía en mí, como un fuego que ya no podía apagar.

No podía soportarlo más. ¿Cómo se atrevía a gritarme después de todos estos años? ¿Cómo tenía el descaro de reprocharme algo, cuando fue ella quien me abandonó?

—¡Me iría mucho mejor si no te hubieras largado con tu amante, dejándome sola! —le grité, sintiendo cómo las palabras se desbordaban de mi boca.

La cachetada llegó rápido, quemándome la mejilla como una bofetada de realidad.

—Genial. Así es como enfrentas tus errores, ¿no? Porque ser mamá te quedó grande —mi voz temblaba de rabia.

—Repítelo —dijo ella, su mirada amenazante clavada en mí.

—Ser mamá te quedó grande —repetí, desafiándola.

Otra cachetada. Esta fue más fuerte que la anterior, y sentí que todo dentro de mí se rompía.

—La verdad es que estaba mejor sin ti. No sé para qué te di una oportunidad —le escupí, con el corazón latiéndome en los oídos.

—¡Cállate! —gritó, pero yo no podía parar.

—No. Todos estos años he tenido que arreglármelas sola. Mi papá nunca está en casa, y me dejó con Jennie, quien lo único que hacía era golpearme. ¡Nada está bien en mi vida! Y no quiero que se arruine más, así que vete de una vez —las palabras salieron como un torrente hasta que me quedé sin aliento.

Su expresión cambió. El golpe de mis palabras parecía haberla sacudido.

—¿Así que Jennie te maltrata? —preguntó, con la voz baja.

—Eso no importa —respondí, sin mirarla a los ojos.

—Ya verá esa perra, esto no se queda así —dijo antes de salir furiosa del salón. No tuve tiempo de detenerla. Se fue corriendo hacia su auto, dejándome allí, sola.

El miedo me invadió. Un mal presentimiento se apoderó de mí, y sin pensarlo, Sali corriendo hacia mi casa

Cuando llegué, mi peor temor se hizo realidad. Mi madre estaba golpeando la puerta con furia. Jennie, confundida, abrió, solo para ser derribada por la furia de Lía. Mi madre la golpeó con todo lo que tenía, sin darle tiempo a defenderse. Los golpes no paraban. Jennie intentaba cubrirse, pero Lia no se detenía.

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