El semáforo cambió a rojo. El auto se detuvo junto a una publicidad de budines.En mi caso el destino estuvo claro. Terminaba siempre trabajando en la fábrica familiar. ¡Cómo detesté esa idea desde el primer día! Pero la verdad es que ninguna otra cosa me atrajo... no quise ser bombero ni policía, no soñé con pintar, tampoco con actuar. ¿Ni siquiera pensé alguna vez en ser heladero o camionero? ¿Nada? Es extraño no recordar otro anhelo infantil distinto al de no terminar en la fábrica. Todas las profesiones que los niños aman... a mí me fueron indiferentes. ¿Cómo puede ser? Ajenas como si no me hubiesen reconocido ni apto ni digno. Quizás estoy exagerando un poco. Era fácil, cuando la gente preguntaba alcanzaba con decir "trabajar en la fábrica" para que se dieran por satisfechos y se callarán. Por salir apurado no desayuné. Más nervios que apuro. ¡Me vendría bien uno de los budines de la fábrica! Son mejores que los del afiche sin duda. ¿Quién hubiera dicho que el pequeño cuarto con el horno a leña de la abuela se iba a convertir en una planta de cinco mil metros cuadrados y doscientos empleados? Es mucho. Qué responsabilidad también para papá y los tíos la verdad... no debe haber sido fácil. Bueno para Ernesto fue, es y será un hijo y criar un hijo nunca ha sido fácil para nadie. Cuanto empeño, cabeza y horas fuera de casa invirtió. Lo veía de casualidad de noche muy tarde algunos días de semana o los sábados cuando se festejaba algún evento. Y los domingos sagrados por supuesto, siempre madrugón, tan acostumbrado de tantos años. ¡Cómo me apuraba para levantarme y verlo primero con el mate y el diario sobre la mesa del comedor! ¿Qué habrá sido de esa mesa? Era mío por un rato los domingos... esas charlas sobre el colegio, los amigos, las chicas y la fábrica. Siempre la fábrica. Cuánta bajada de línea sí, pero cuanto conocimiento también. Aprendiendo a borbotones se podría haber llamado la obra. Pensar que nunca en esas 3 o 4 horas matutinas le confesé cómo y cuánto deseaba que la fábrica cerrara. No lo pudo sospechar igual. ¡Qué lindas épocas aquellas! No entender mucho todavía y solo pensar en chicas. ¿Qué será de la vida de Ámbar? Otra vez con Ámbar... ella tampoco te gustaba al principio... un poco como la fábrica... superalo. ¿Hace cuánto que estoy? Treinta años es un montón de tiempo. Sí, qué rápido pasa todo, entré siendo un muchacho renegado y hoy soy un viejo enamorado. Me gusta mi despacho, pero los mejores momentos fueron cuando trabajaba todo el día con el viejo. Qué manera de charlar y divertirnos Al final su mejor versión es la de los lunes a viernes. ¿Pensará lo mismo Mateo en unos años? ¿Cuándo creció tanto el enano? Quizás tendría que haberle preparado una sorpresa de bienvenida. No se... mejor no. Está más renegado que yo hace treinta años. Hoy hacemos recorrida temprano, después le presento a alguien de su edad para que le vaya enseñando y al mediodía almorzamos con el abuelo. El semáforo pasó de amarillo a verde y la caravana de autos se puso en movimiento.
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Unos cuentos para variar
Truyện NgắnPublicaciones de aquí y de allí... del mundo mundial.