Unos cuentos para variar

La clase de arte

Volver a Toulouse, la ciudad rosa, como invitado especial de la exposición anual de la Galería L'Oiseau, veinticinco años después de su último encuentro con Madame B en el celebre estudio de la Rue 83. La cita es en octubre, con el otoño ya maduro sobre las veredas.

El atelier de Madame B, como él lo recuerda, es un espacio amplio en el que las pinturas terminadas y en proceso, decoran y se apilan sobre las paredes claras de techos altos. Cada habitación posee su ventana orientada al norte y el ambiente completo brilla desde temprano con la luz que se filtra por el follaje fresco de la arboleda que cubre los cristales. Él volverá, sin embargo, en la época en que esas ramas se han desprendido ya de todas las hojas.

Se mudó a Toulouse para tomar clases de arte con Madame B, ante quien se presentó joven, nervioso y novato. Ella era ya una gran pintora y a sus ojos, la mujer más bella de toda Francia. Los primeros meses pasaron rápido y él se enamoró pronto. A Ella le tomó algo más de tiempo, pero al final redujo también todo su universo a los días con él en el taller.

Juntos, artistas y amantes desiguales, exploraron todos los colores, todas las texturas y todas las pinceladas. Los dos necesitaban del arte que buscaban en los lienzos y en las sábanas y lo encontraron, cada vez, sublime.

Un otoño la miró y le dijo, —volveré a mi país. No hubo charla ni aviso, solo pronunció lo que B. ya sabía y regresó en primavera a su tierra. Allá maduró hasta ser hombre y artista de talla mayor. De ella, no se supo más.

La puerta de calle que él observa, detenido entre recuerdos, es la misma y aunque el portero ha sido renovado, ahí están sus iniciales junto al botón redondo y grande del timbre. Lleva un abrigo de tela largo hasta las rodillas, entallado y negro. La vereda está cubierta de hojas amarillas, marrones y cobrizas.

—Bonjour Monsieur, llegó un susurro a sus hombros conmovidos. Madame B siempre tuvo... a sus oídos... la voz más bella de toda Francia.