capítulo cuatro

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La manada crece.


—¿Vas a descansar? —me pregunta Billy, suspiré y negué con la cabeza. Me senté a su lado, él estaba desayunado.

—He trabajado tanto que mi cuerpo ya no reconoce cuándo debe descansar y cuándo no debe hacerlo —dije. Veo a Jacob acercarse y ver a Billy.

—Papá, saldré con Quil y Embry —dijo mientras jugaba con sus manos, parecía nervioso.

—Creí que habíamos hablado de esto, tienes malos tres exámenes y tus profesores me han informado del tema, debes de estudiar —dice Billy, fruncí el entrecejo y miré a Jacob, ahora entendí por qué se notaba tan nervioso.

—Ya he recuperado las notas, me estoy esforzando más —dijo torpemente.

—¿Lo has obligado a estudiar? —pregunté.

—Sí, desde que me llamaron de la escuela.

—¿Cuándo fue eso?

—Creo que unas semanas atrás.

—Un mes —dijo Jacob.

—Papá —dije, Billy negó con la cabeza al beber té.

—Papá —Dijo Jacob al unirse a mí, parecía que estaba resistiéndose.

—Agh, está bien, pero ¿a dónde irán?

—A la playa, estaremos ahí y nadaremos un poco —Dijo emocionado Jacob.

—Mmm —Billy me observó unos instantes mientras bebía té nuevamente—. Ya que te gusta abogar por tu hermano, irás con él.

—¿Perdón? —dije rápidamente, él rió.

—Convence a tu hermana, si ella no va, no sales —Billy dejó la taza en el lavaplatos y se retiró. Ambos, Jacob y yo lo quedamos mirando mientras se iba.

—Liesa —Jacob juntó sus manos.

—Jake —respondí, pero al verlo de esa forma me sentí como Billy, cediendo ante un niño caprichoso—. Solo a la playa, a ningún otro lado.

Suspiré algo cansada al ir a unos cinco pasos detrás de los tres mosqueteros, Jacob jugaba y molestaba mucho con Embry y Quil no se quedaba atrás, es entonces que se desviaron hasta acercarse a una furgoneta azul marino, vi a donde iban sus saludos y reconocí a Bella.

—Acompañen a Bella, el chico que invitó no vino —dijo una chica de cabello castaño al terminar de vestir un neopreno para surfear.

—¿Quién es? —preguntó un chico rubio, parecía exaltado ante aquellas palabras.

—Invitó a Edward Cullen —dijo riendo la chica castaña, sentí un tsunami de recuerdos de aquel día en que le dije al Dr. Monster que lo odiaba, mi corazón se estremeció, dolió.

—Fue por cortesía —dijo Bella.

—Fuiste muy amable, nadie lo invita —comento otra chica, estaba algo escondida atrás de la castaña.

—Es que es muy raro —dijo el rubio.

—Los Cullen no vienen aquí —dijo Embry, le di rápidamente un codazo y este terminó sobándose el brazo.

—Ven —dije, él me siguió hasta una parte más alejada, me giré y le extendí la mano—. Dame la mano.

—¿Por qué? —preguntó dudoso.

—Embry, tu mano —él estiró su mano y la tomé, su temperatura era más alta de lo normal, vi sus ojos y no deliraba ni tenía síntomas de fiebre, este calor era el mismo que el viejo Quil describía de la transformación de los guardianes.

—¿Me puedes soltar? —me preguntó, pero su tono de voz era más agresivo de lo que creí.

—Hey, no soy tu enemigo —vi el asombro en sus ojos.

—No quería, perdón —Dijo rápidamente.

—Descuida, pero tienes que venir conmigo —me acerque donde Jacob y Quil—. Embry está algo resfriado, tiene fiebre, así que lo llevaré a casa para darle unas pastillas. Se comportan y no digan nada estúpido —dije al apuntarlos con el dedo, Jacob y Quil asintieron, me giré para ver a Embry—. Vamos.

Caminé junto a Embry en silencio, pero aun así podía oír sus quejidos respecto a dolores musculares y su miedo intentando absorberlo, tuve que intervenir cuando lo vi queriendo huir, agradecí que me creyera. Cuando llegué a casa le di un vaso de agua y marqué a Sam Uley, mi mano tembló levemente cuando oí su voz.

—Necesito encontrarte en esa casa, es algo importante —hubo un silencio, pero accedió. Colgué y vi a Embry muy nervioso.

—¿Pasa algo malo? —preguntó, sus ojos se cristalizaron y en segundos caían las lágrimas, me acerqué a él y lo abracé.

—Confía en mí, yo nunca dejaré que algo malo te suceda ¿de acuerdo? —él asintió, se limpió las lágrimas y ambos caminamos hasta aquella casa abandonada donde vi a Sam transformarse. Cuando ingresamos vi temblar a Embry, se estremeció ante la presencia de Sam. No tuve que decir nada, Sam ya sabía por qué traje a Embry a ese lugar.

—Liesa, es mejor que esperes afuera, encárgate de que nadie entre —asentí, Embry me miró asustado y en un movimiento rápido le di un leve beso en su sien, sentía que dejaba a un niño ante un lobo. Salí y cerré la puerta detrás de mí, me alejé unos pasos y se oían gritos de Embry, quejidos, llanto, hubo gran movimiento en aquella casa.
Me abracé y busqué calidez, pero no hacía frío, temblaba por otra razón, por dejarlo solo, aun cuando confío en mí. El sol se ocultó y la brisa helada me inundó, recordé las manos frías del Dr. Monster, aquel frío no me hizo temblar, no me dolía, era un frío que inexplicablemente estaba vivo.

Un ruido seco me hizo estremecer, mis pensamientos quedaron de lado cuando lo vi atravesar la pared de aquella casa abandonada, cuando vi aquel pelaje gris, cuando vi sus ojos. Los ojos humanos aún estaban en él, Embry sacudía su cabeza con miedo, la agachaba y parecía un cachorro asustado. No pude hablar porque él ya se había ido corriendo al bosque, detrás de él iba un lobo más grande y de color negro, podría distinguirse entre la oscuridad sin duda alguna, pero sus ojos seguirían brillando.
Sam iba tras Embry y se perdieron en el bosque, lo único que se podía oír era un aullido desgarrador, uno que pedía ayuda.
Me acerqué a la casa abandonada, me apoyé en la pared y me dejé caer al húmedo suelo, cerré mis ojos y mi mente reproducía a los dos lobos una y otra vez. Sentí una sensación extraña en mi interior, había dolor, alivio, pena y felicidad, no sabía por qué tenía estos sentimientos, pero por alguna razón sentía bien que Embry fuese como Sam, que Sam no estuviese solo, que la manada creciera.
No noté qué estaba llorando hasta que el frío viento me cubrió el rostro, me levanté y sacudí mis pantalones, caminé hasta mi casa mientras limpiaba mis lágrimas.

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora