𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪ

capítulo ocho

Accidente en Phoenix.

Después de conversar con Harry mi mente recordó todas las veces que he sentido algo con respecto a los lobos, la primera vez fue con Sam, sentí su dolor, su desesperación y miedo, él no entendía aun lo que sucedía. Después Embry, y así fue con Paul cuando lo vi e incluso cuando los veía pasar por ahí, algo invisible me atraía a ellos.

«Te resistes a tu lobo interior»

Quizás lo hago, no quiero ser un lobo, no serviría como guardián.

No, no es eso, la realidad es que, si me convierto en un guardián, tendré que dejar de verlo, y ahí la naturaleza lobuna me dará razones para odiarlo de verdad. Doy un suspiro y cuando estoy cerca de la casa decido ir directamente a la camioneta, le doy contacto para encender la radio y distraerme. Una suave melodía se oye y mis pensamientos me llevan a muchos lados, pero todos conectan con él, la música se detiene y observo el radio, un informante da aviso de que habrá una tormenta eléctrica cerca de Forks, no pasará sobre el pueblo, pero si se recomienda no salir con cosas metálicas. Por otro lado, en la playa de La Push lloverá torrencialmente.

—Ya fue mucho pensamiento —me dije al apagar la radio y salir del auto, me adentré a la casa y a medida que el día iba avanzando el cielo se había oscurecido más que de costumbre, entonces como si el cielo se cayera, el agua nos inundó, me encontraba leyendo un libro respecto al sistema inmunológico cuando el teléfono de la casa sonó, Billy estaba cerca, así que contestó y por la manera en que su rostro se horrorizo me levanté y acerqué a él.

—Está bien, debes estar tranquilo, hablaremos después —se colgó la llamada y el teléfono fue puesto en su lugar.

—¿Pasó algo malo? —pregunté.

—Bella se fue a Phoenix, dejó Forks —fruncí el entrecejo—, parece que discutió con el chico de los Cullen. Lo bueno es que se alejó de ese monstruo.

—¿Qué? —bajé mi mirada, estaba segura de que Bella se veía muy ilusionada con Edward, cómo podría alejarse de él de esta forma tan irracional.

—Tendremos noticias de ella mañana supongo, es un viaje largo.

A medianoche la tormenta paró y al otro día tampoco hubo notica de Bella, Charlie estaba preocupado, pero lo necesitaban aquí, tenía que ser testigo de un juicio importante, después de eso recién podría ir tras de Bella. Billy lo tranquilizaba con sus palabras de "Es adolescente, ¿sabes cuantas veces Rebecca o Rachel me han hecho esto?" y terminaba con un "ella está bien, te llamarían si algo malo sucediese".

Y así fue, al otro día, cuando fui al hospital descubrí que el Dr. Cullen no había ido, porque estaba con su hijo en Phoenix, esa es la historia que le dieron al Hospital, la que le dieron a Charlie fue que el menor de los Cullen fue detrás de Bella para suplicarle volver, pero ella cayó de las escaleras y atravesó una ventana, rompiéndose la pierna. No está grave, así que Charlie tardó un poco en ir, no le querían dar los permisos, al final resulta que todo "está bien".

Unas semanas transcurrieron, Bella volvió a Forks, claro que, en silla de ruedas, después de un tiempo pudo sostenerse en su pie, pero con ayuda de muletas. Se reconcilió con Charlie y todo parecía que iba de maravilla, pero nada va de maravilla si tienes un padre que manda a tu hermano menor a darle un mensaje de amenaza a una amiga de la infancia.

—¿En qué mente cabe el enviarle un "mensaje amenazante" a la hija del jefe de policía? —dije a Billy, él negó con la cabeza.

—Ella sabe en lo que se está metiendo ahora, necesitamos advertirle —Dijo.

—¿Qué daño puede hacerte una adolescente? ¿No has visto a Bella? De un estornudo se desnuca.

—No, me refiero al tratado, dice que no pueden transformar a ningún humano.

—¿Cómo sabes que Bella quiere eso? —pregunté dudosa.

—Uno cuando está enamorado es irracional, hace cosas que nunca harías cuerdo. Además, a los pálidos siempre les ha fascinado la "inmortalidad".

—En verdad, espero te equivoques.

—Yo también —Billy suspiró y salí de casa, conduje la camioneta hasta el hospital, hoy después de mucho tiempo se me había asignado el turno nocturno. Me cambié de ropa y sujeté mi cabello en una cola alta, iba caminando por el pasillo cuando a mi lado llegó el Dr. Cullen, sonreí cuando me observó de reojo, él igual sonrió. La relación de odio que sentía que existía entre nosotros hacía que mi trabajo fuese inestable y mi conducta irracional, pero ahora que hay "paz" entre nosotros podemos juntarnos y hacer un buen equipo, por supuesto él tiene mucha más experiencia en esto, pero me gusta aprender de nuevas técnicas como de antiguas, esas técnicas funcionales que ya nadie usa por depender de la tecnología.

—Pronto los estudiantes saldrán de vacaciones —dice el Dr. Cullen, suspiré al oír aquello.

—Es cuando más propensos son a accidentes, bueno, aunque la mayoría se van de Forks a las ciudades vecinas —dije, él sonrió—. Más me gusta el otoño e invierno, son estaciones que traen mucho a Forks, entre las hojas de diversos colores hasta la nieve.

—Entonces ¿una batalla de bolas de nieve? —dice, me río.

—Ganaría sin duda. Buscamos un día que nieve, nos hacemos los enfermos y vamos a un prado a tener una batalla brutal —dije, saqué un vaso de cartón y me serví café en la máquina, el Dr. Cullen rió y sentí que estaba tan cerca de él como para oír su garganta roncar. Mi mirada se había perdido unos segundos, de forma veloz él se acercó a quitarme el vaso de café que lo tenía rebalsándose de café hirviendo, dejó el vaso a un lado y detuvo la máquina. No pensé, solo tomé su mano y comencé a verla, creí que le saldrían ampollas o algo semejante, pero estaba intacto y, de hecho, seguía frío.

—Tranquila, no me sucedió nada —me susurró, mis orejas comenzaron a hormiguear al igual que mis mejillas, levanté la vista y pude ver sus ojos dorados observarme, pude ver su suave sonrisa y sus cálidos labios, me quedé quieta y él igual, ambos parecíamos estatuas hasta que la puerta se abrió y solté su mano como reflejo. Vi a los internos Adam y Danny caminar junto a nosotros, pero ni siquiera nos miraron, siguieron su camino y yo solo perdí mi vista en el café.

—Creo que el cartón está muy mojado, quizás deba sacar otro —dije mientras botaba el café y el cartón en el basurero, saqué otro vaso y esta vez no aparté la vista hasta que terminé de servirme bien.

—Supongo que ya es hora de regresar a trabajar —dijo, asentí.

—Voy bebiendo el café mientras camino, estoy segura de que soy más veloz que el ascensor —dije, él sonrió y aquella extraña sensación de antes desapareció... momentáneamente.