prefacio

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Estábamos reunidos en la sala de descanso para los médicos y enfermeros, el director del hospital presentó felizmente a un hombre y todos lo admiraban, decían que era hermoso. Sin embargo, al estar atrás de toda la multitud no veo exactamente el rostro del hombre, no lo vi hasta que algunos médicos se fueron a atender a sus pacientes.

Ahí lo vi.

Lo vi y la sala del hospital se hizo diminuta, parecía que estábamos a centímetros y no metros como me decían mis ojos, él era muy diferente a los demás, su cabello era como el sol, amarillo, brillante. Sus ojos como la miel, ámbares y profundos.

"Ya están aquí, hay que tener cuidado porque ya no tenemos a los guardianes"

La voz de mi padre, Billy, resuena en mi mente, me advierte del peligro que representa ese hombre- no, ese monstruo frente a mí.

Él sonríe y posa sus ojos en los presentes hasta llegar a mí, sentí su mirada y de inmediato mi piel se erizó, temblé inconscientemente y no pude evitar irme rápido de la sala, pero al cruzar la puerta no vi al chico que llevaba una silla de ruedas. Tropecé y caí secamente contra el piso, mis palmas al ir contra el frío material crearon un "plas" y comenzaron a hormiguear, apoyé por leves instantes mi frente en el piso para concentrarme y olvidar el dolor y la vergüenza. Unas manos me ayudaron a levantarme y cuando estuve de pie pude girarme y ver que mi auxiliadora era el monstruo de antes.

—¿Te golpeaste la cabeza? —preguntó preocupado, su tono de voz era suave y calmado, pero aun así tuve miedo al ver la leve sonrisa que tenía en su rostro. Recordé las historias que me contaban de niña, recordé los colmillos que están ocultos y su sed de sangre, recordé que esta área es su tierra—. Quizás hay que revisarte-

—No me toques —dije al fin, él detuvo su mano centímetros antes de tocar mi frente, mis ojos se cristalizaron y no dejé de temblar, odié sentirme tan débil. Lo miré directamente a los ojos y con todo el valor que pude tener le hablé entre dientes—. No te acerques a mí, piel fría.

Pensé que me vería con odio, quizás con dolor o que su mirar se oscurecería, pero no, me seguía entregando esa mirada cálida y suave, tan humana. Mis compañeros se acercaron a mí, ya que también me vieron caer, así que di una última mirada al monstruo antes de irme de ahí, solo entonces sentí el dolor en mis rodilla y manos, solo entonces pude pensar bien y volver en mí.

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora