capítulo quince

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Muerte.

Mis oídos dejaron de oír, mis ojos solo estaban fijos en la carretera, mi mano estaba entumecida de tan fuerte que me aferraba al volante, las líneas de la carretera se veían juntas de tanta velocidad a la que iba, entonces lo vi de reojo junto a la carretera, frené y moví el volante, derrape y casi puedo asegurar que me vuelco con la camioneta. Apagué el motor y me bajé tan rápido que ni pensé en cerrar la puerta, corrí y me lancé encima de él.

—Anneliese, está bien, lamento tardar tanto —dijo, sus palabras me quebraron al igual que cuando leía sus cartas, cerré mis ojos con fuerza y me aferré a él de igual manera—. Edward me contó...

Abrí mis ojos y me alejé de su abrazo antes de que terminara su oración, lo miré y ahora pude apreciarlo bien, su cabello rubio y sus ojos dorados eran más hermosos que mis recuerdos de él, unas lágrimas caían por mis mejillas y él se encargó de limpiarlas. Toqué sus manos y lo miré.

—Te diré todo después, ahora debo ir por ellos. Espérame aquí —dije, él asintió y solo me subí a la camioneta, lo miré mientras retrocedía y sentí que el futuro de mis bebés estaba seguro ahora. Conduje por la carretera a la Push, exactamente a la casa de Billy, sé que si Raquel vino fue porque él se lo pidió.

Me estacioné rápidamente y salí de igual manera, cuando llegué a la puerta estaba Jacob y los otros chicos de la manada, me observaban con enojo o asco.

No me doblegue.

—Dónde mierda están —dije, Paul se adelantó y se puso frente a mí, parecía que se iba a transformar de lo rojo que se veía, pero mi ira ahora era más grande de la que él ha sentido alguna vez—. Apártate.

No sé qué mirada le di, o qué sucedía conmigo, pero Paul se hizo a un lado y yo me adentré a la casa, vi al viejo Quil con un cuchillo en mano, mis bebes llorando y sus brazos manchados de sangre.

Me acerqué a los bebes, toqué sus extremidades manchadas de sangre y no había nada, ninguna herida abierta. Respiré más calmada.

—¿Qué se supone que tratas de hacer? —pregunté en voz alta, miré a Billy sobre mi hombro y sentí arder mi piel.

—Tu dímelo, sabía que recibías cartas del hombre que te embarazo, ¡pero no sabía que era ese monstruo!

—¿Hablas de monstruos cuando ustedes secuestran a mis hijos? Cuando tú tienes un cuchillo en mano y ellos están manchados de sangre —dije al apuntar la viejo Quil y después a mis bebés—. Él podrá ser el monstruo de tus pesadillas, pero hoy tú eres mi monstruo personal —le dije a Billy, vi sus ojos cristalizarse y de forma veloz tomé en brazos a los bebés, salí de casa y los dejé en la camioneta.

—Puedes irte, pero debes dejarlos —me quité la chaqueta que tenía y la puse encima de los bebés, cerré la puerta del copiloto y me giré para ver a Sam, estaba como siempre, semidesnudo, solo que ahora yo estaba rodeada de sus lobos.

—Sobre mi cadáver —dije.

—¡Liesa, son hijos de uno de ellos! ¡No sabes qué sucederá ahora! De qué se alimentarán o a cuantos serás capaces de matar.

—Sí, son hijos de "uno de ellos", y te repetiré lo que dije antes. Sobre mi cadáver Sam Uley —dije. Él gruñó y se transformó en un lobo negro de gran tamaño, sus ropas fueron destrozadas en su transformación. Oí a Billy gritando que lo dejaran salir de la casa, pero Jacob y Embry se lo impedían, él gritaba mi nombre, era un grito agónico.

«Eres el espíritu protector, tú diste vida a los metamorfos. Puedes luchar»

Inhale profundamente, las patas de Sam arañaban la tierra y piedras, se emitía un ruido sordo. Corrí hacia Sam y él hacia mí, de una forma extraordinaria sujeté su hocico con mi mano izquierda, con mi mano derecha lo empujé del pecho y con una fuerza inhumana lo lancé hacia atrás. Vi la mirada de asombro de los presentes, los vi porque quería asegurarme que no han dejado salir a Billy.

No podía verlo llorar, porque me quedaré a pesar de todo, y eso no puedo aceptarlo, no cuando me están esperando en la frontera.

—Basta Sam —dije, otra vez él gruñó, se acercó corriendo a mí, junté mis manos tapando mi rostro, porque creí que me iba a morder el rostro, pero resultó ser que mordió mi costado.
Sus dientes me atravesaron la piel, él me sujetó y levantó del suelo, me lanzó a un costado y caí contra un bote que le faltaba barnizar. Hubo un largo silencio, de seguro creyeron que morí, yo igual lo creí, sin embargo, me levanté, estaba cojeando, sentí un ardor y algo caliente recorrer mí pómulo izquierdo, aun así, como pude llegué a la camioneta, Sam me observó enojado, dio un mordisco al aire y se acercó a mi corriendo, inhalé profundamente y con todas mis fuerzas grité.

—¡YA BASTA! —Sam cayó y su transformación se rompió, estaba desnudo y llegó a mis pies, no supe cómo lo hice, pero no iba a mantenerme callada—. Yo soy ngen-mawida, el espíritu guardián que fue traído a este mundo para que ustedes tengan guardianes. No permitiré siquiera que te atrevas a levantar tus garras contra mi o mis hijos.

Vi al viejo Quil abrirse paso entre los lobos adolescentes, me oyó y su mirar era de asombro, al nombre que acabo de revelar solo los ancianos de la tribu lo conocían, Harry me lo contó antes de morir y me dijo que no lo revelara, porque era un nombre sagrado. Subí a la camioneta cuando nadie se movió, conduje rápido por la carretera y vi a mi alrededor como Paul, Embry y otros se transformaron y me seguían, por supuesto ellos estaban ocultos en el bosque. Aceleré y cuando estuve cerca de la frontera ellos se retiraron, bajé la velocidad y me estacioné a un lado del camino, mis manos ya no podían sujetar el volante. La puerta se abrió y me sobresalte, pero cuando lo vi y oí mi corazón se calmó.

—Está bien —dijo con su suave voz, bajó su mirar a mi herida, tomé la chaqueta de Rachel y me la puse.

—Después vemos esto, hay que llevarlos a un lugar seguro —dije, salí de la camioneta y caí de rodillas, de pronto la fuerza que tanto estuve presumiendo me abandonó.

—Estas muy herida, Rosalie y Edward se llevarán a los bebés, tranquila —dijo, vi de reojo a la chica rubia tomar con sumo cuidado a uno de los bebés, de igual manera el chico castaño. Ellos observaron a Carlisle y asintieron, entonces como un rayo se introdujeron al bosque.

—Carlisle, quiero ir a un prado —dije, él me observó algo dudoso.

—Debemos tratar tus heridas, debo desinfectarla y-

—No, no funciona así —comenté—, por favor, llévame a un prado.

Carlisle me tomó en brazos y oculté mi rostro en su cuello, sentí que nos movíamos con gran velocidad.

—Ya estamos aquí —dijo al arrodillarse y dejarme sentada en medio del prado, lo observé maravillada, era como en mi sueño. Sonreí aturdida y apoyé mi cabeza en su pecho.

—Lo siento, hice un trato del que no te gustará oír, diría que te lo explicaría, pero la realidad es que no tengo tiempo —dije, mi voz estaba débil, sentía que estaba mojada debajo de la chaqueta, vi que mi sangre estaba atravesándola.

—Sí me dejas llevarte al hospital, sé que estarás bien —me dice, negué con la cabeza.

—Quiero estar así un poco más.

—Por favor —suplicó, solo entonces noté que su voz estaba quebrada, que su mirar era agónico, que estaba sufriendo más que yo, porque a diferencia de él, mi dolor acabaría con la muerte.

—Eres hermoso —comenté—, tu piel brilla de una forma maravillosa —negó con la cabeza, entrelazamos nuestras manos y pude ver como su mano estaba con sangre, no quise pensar en eso, así que cerré los ojos—. Prométeme que los cuidarás, que los amarás y enseñarás lo que sabes, les enseñarás a ser un ser hermoso y perfecto como tú, un ser que está lleno de amor y bondad.

—Por favor —dijo.

Abrí los ojos por última vez para mirarlo, un suave beso fue dejado en mis labios, mis ojos comenzaron a pesar y mi cuerpo también, después de soltar mi último aliento cerré mis ojos y sentí mi mano caer. 

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora