capítulo siete

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Espíritu protector.


Salí de la oficina del director, fui a los camerinos y me cambié de ropa, salí con mi mochila y en la entrada del hospital vi a Charlie hablando con el Dr. Carlisle. Charlie se acercó preocupado a mí y me tomó el rostro con cuidado.

—Dios mío —comentó asustado.

—Estoy bien Charlie, no fue para tanto —dije, él negó.

—Haremos una demanda, ese tipo ya tiene antecedentes de agresión, así que esto será lo último que haga —dice, Charlie es el honorable jefe de policía, el mejor amigo de mi padre y por ende es como un padre también para mí. Siempre puedo tener su ayuda.

—Vale, lo haré —dije, él asintió.

—Te llevaré en la patrulla a la comisaria, después a tu casa —asentí al oírlo—. Dr. Cullen —dijo Charlie al despedirse de él, me quedé unos instantes ahí queriendo decir muchas cosas, pero al final solo pude decir lo más importante.

—Lo siento —me observó algo sorprendido, sonreí leve. Hoy vi más expresiones en su rostro de lo que alguna vez creí ver —. No te odio, pero tampoco somos mejores amigos.

—Lo entiendo —dijo al sonreír, mostró sus dientes y parecía relucir en el atardecer, sus ojos dorados eran más como la miel ahora, dulces y suaves.

—Debo irme —dije, él asintió y me subí a la patrulla, fuimos a la comisaría e hice la denuncia, pensé igual en hacerlo con el Dr. Cooper por insultarme, pero sé que ahora está pagando eso, resulta ser que el Dr. Cullen dijo la frase que divide naciones enteras; él o yo. Sonreí sin darme cuenta al recordar aquello, Charlie quien conducía a la Push me observó y sonrío algo extrañado.

—Aunque fue un día del asco, pasaron cosas buenas —dije, él asintió—. Charlie, agradecería mucho que cuando mi papá te pregunte qué sucedió, evites mencionar al Dr. Cullen, es que, aun es reacio con él.

—Tu padre y sus extraños prejuicios con esa familia. Bien, no le diré nada, tranquila —nos detuvimos afuera de mi casa, Billy y Jacob salieron a recibirnos y cuando me vieron el rostro noté su preocupación, Jacob se acercó primero a tocarme el rostro, sonreí para calmarlo.

—¿Qué sucedió? —preguntó Billy.

—Un idiota llegó después de un accidente, estaba alcoholizado e hizo escándalo, pero Liesa lo denunció y ahora esta tras las rejas, el juez no será amable con él, lleva muchas denuncias juntas —dijo Charlie, Billy asintió algo aliviado.

—Iré a dentro, necesito descansar —digo, voy a mi habitación y lo primero que hago es dejarme caer en la cama, cierro os ojos queriendo descansar y aquella mirada llena de odio de aquel sujeto que me golpeo me hace estremecer, siento mi cuerpo temblar, así que me cubro con todas las tapas que hay en la cama. No sirve, aun tiemblo, pero estoy caliente, solo significa que no tiemblo por frío, lo hago por miedo. Sollozo debajo de las tapas, intento de que nadie me escuche, no quiero que nadie me vea llorar, no por esto. Me abrazo fuertemente y siento la necesidad de recordar aquellas manos frías rodeándome, tengo la necesidad de ver esos ojos dorados, de tocar aquel cabello rubio y saber cómo se vería despeinado, de ver aquel rostro sonriente y mostrando más expresiones. Quiero verlo.

Esa noche, el sueño del prado se repitió, ahora con más detalles, el viento mecía de forma tan armónica el pastizal, mis cabellos y los de él. La calidez que emanaba era algo hermoso que me hacía sentir completa, me daba paz.

Desperté y vi mi reloj, eran las 6:45 am, hacía frío y no tenía más sueño, me levanté y me di una ducha de agua tibia, me vestí y aun con mi cabello húmedo salí al exterior, caminé hasta llegar a la playa y vi la base de un tronco cortado, me acerqué y senté ahí. Mis ojos se cerraron al sentir la brisa del aire contra mi rostro, el ruido de las olas era tranquilizador, entonces unos pasos se oyeron, abrí mis ojos y vi a Harry caminar en mi dirección, sus botas hundiéndose en la arena hacían un extraño sonido. Él se sentó a mi lado y ambos observamos el mar.

—Eso debe doler —dijo, sonreí leve al sentir una leve clavada en mi labio y pómulo.

—Duele —dije, lo observé y él sonrió— ¿Qué haces aquí Harry?

—Bueno, mi cuerpo está realmente durmiendo en mi cómoda cama, pero los dioses les parecía muy necesario decirte algo —dijo—, tal parece que no te has dado cuenta, así que es necesario decírtelo. Hace siglos atrás, cuando apareció el primer piel fría e hizo una matanza en nuestra tribu, los dioses decidieron darnos un protector, hicieron que uno de ellos bajara a esta tierra y combatiera con esos monstruos bebedores de sangre. Lo hizo bien al principio, pero se iban multiplicando los "hijos" del monstruo, con cada mordedura otro pálido era transformado en eso, así que aquel espíritu brindó sus poderes y escogió a cinco hombres de la tribu, el poder del espíritu que les brindó los hizo transformarse en lobos, enormes y capaces de combatir con aquellos bebedores de sangre, el único enemigo que podría contra ellos. Ese espíritu dio todo lo que tenía a los hombres de la tribu, convirtiéndolos en guardianes, pero ahora aquel espíritu ya no tenía poder suficiente para volver con los suyos, así que se quedó en esta tierra, con nosotros, se casó y tuvo hijos e hijas, y el don que posee fue heredado. Ephraim fue su descendiente, William le siguió, Billy mantenía aquel poder hasta que naciste tú.

—¿Qué es este poder del que hablas? —pregunté, él sonrió.

—Ese poder te permite conectarte con los guardianes, podrías incluso llegar a transformarte como ellos, pero creo que aún no es tiempo, porque has estado todo este tiempo cerca de un chupasangre y aun sigues siendo tu. O quizás te resistes a aquel lobo en tu interior.

—Habías dicho que los dioses te pidieron venir a hablarme, entonces ¿qué eres Harry?

—Soy como tú, y a la vez no, fui uno de ellos y seré uno de ellos pronto, porque mi misión habrá terminado pronto.

—¿Morirás? —pregunté inconscientemente.

—Algunos le llaman así, pero la realidad es que nosotros nunca morimos, somos recibidos por los dioses y alentados a seguir guardando a los siguientes que nacerán.

—¿Por qué ahora Harry? ¿Por qué quieren que sepa esto?

—Porqué tendrás que elegir, y cuando elijas un camino, lamentablemente tendrás que dejar el otro —fruncí el entrecejo, miré las olas chocar contra las rocas.

—Una última cosa —dije— ¿Y si lo elijo a él?

—Lo averiguarás.  

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora