𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪ

capítulo once

Se fue.

—Liesa, rápido. Debemos ir a Forks. Charlie nos necesita —grita Billy, me levanto de mi cama y con Jacob conduciendo vamos a Forks, nos estacionamos afuera de la casa de Charlie y este parecía tan intranquilo.

—Estamos aquí ¿qué sucedió? —pregunté, él me enseñó una nota que decía: salí al bosque a caminar.

—Es de Bella, la encontré en la tarde, pero ya es de noche. De seguro cayó o algo le sucedió.

—Tranquilo, estamos aquí para ayudar, Sam y los demás chicos buscan a Bella, se saben el bosque de memoria —Charlie asintió y vi de reojo como Jacob parecía incómodo ante el nombre de Sam, pero antes de que opinara algo Charlie pone un mapa del bosque sobre el capo de su auto, nos indica donde posiblemente pueda estar Bella.

—Y si la encuentran, ocupen este silbato, sirve mucho —dijo Charlie, entonces todos vimos a Sam salir del bosque, semi desnudo y con una chica muy pálida en sus brazos—. Oh, gracias a Dios —Charlie corre y toma en brazos a Bella e ingresa a la casa.

—Liesa, ve con él —me dice Billy, asentí y seguí a Charlie hasta el sofá de su sala, Bella estaba semi consiente así que solo podía ver sus signos vitales.

—Está bien, tiene una raspadura en sus manos y rodilla, quizás cayó, pero por lo demás su cabeza está a salvo —dije, Charlie suspiró aliviado y cubrió a Bella con una frazada, Sam había ingresado a la casa y detrás de él apareció la Dra. Maddie.

—¿Se sabe algo del Dr. Cullen? —preguntó Charlie, fruncí el entrecejo al oírlo. No supe cuando lo llamó.

—Charlie, el Dr. Cullen dejó Forks, se mudó con su familia a New York —miré a la Dra. en silencio, olvidé siquiera respirar en ese momento, no tenía sentido lo que decía, lo vi ayer en la noche, yo... Lo obligue a jurar que olvidara todo.

—Carajo, ¿hay algo que vaya bien hoy? —dijo Charlie, vi a Bella estremecerse y la abrace, seguía temblando, pero estaba caliente, no temblaba por frío.

—Charlie, debes dejarla descansar, llámame cuando despierte —dije, él asintió y se llevó a Bella en brazos hasta su habitación, los demás dejamos la casa y vi a Billy hablar con Sam, Jacob los observaba algo hostil.

—¿Sam te hizo algo? —pregunté a Jacob, él negó.

—No es nada, mejor ya vámonos —Jacob se subió a la camioneta y Sam ayudó a Billy a subir, yo por mi parte fui dejada en el hospital, mi turno empezaba pronto así que los vería al otro día.

—Ahora no tengo que preocuparme por ti, cariño —dice Billy al estar junto a la ventana y observarme.

—¿Qué? —pregunté.

—Se han ido, y espero que nunca vuelvan —dice, fingí una sonrisa y ellos se fueron. La doctora ya lo dijo, Billy me lo confirma ahora, pero entonces ¿por qué estoy corriendo hasta pillar a la secretaria del director? ¿por qué si le pedí que olvidara todo, me cumplió la palabra? Que estupidez.

—Señorita Bennett —la llamé, ella estaba caminando por el pasillo rumbo a la cafetería.

—Interna Black, ¿qué sucede? — me pregunta, llego a su lado y sonrío algo nerviosa.

—Perdón es que la estuve buscando. Am, ¿el Dr. Cullen cuando vendrá?

—Oh —pestañee varias veces para espantar mis lágrimas—. Él pidió la renuncia y se mudó a New York, ahí lo necesitan.

—Oh —dije sin pensar.

—Lo siento, ¿ustedes tenían...?

—No, es solo que era el médico a cargo de mí, es todo —ella asintió, me comentó que por necesidad de médicos es posible que me pongan a ejercer sin nadie a cargo de mí, sonreí mientras acompañaba a la secretaria, pero a la primera oportunidad que tuve de ir al baño estallé en llanto, sentí nauseas en ese instante, era un ataque de pánico quizás, busqué formas de calmarme y sobrevivir la noche. Cuando el turno termino, a las seis de la mañana esperé a que Jacob viniese por mí, como aún estaba oscuro no iba a caminar para pillarlo en el camino, no quería arriesgarme. Vi a la distancia a Adam riéndose y coqueteando con unas enfermeras que también terminaban este turno, por instantes recordé la mirada de Carlisle, su sed de "justicia". Entonces me adueñó esa misma sed, Adam a distancia me observó esperando mi reacción y sonreí, fue motivo suficiente para que se acercara a mí.

—Olvidé pedirte perdón, por lo de ayer en la noche —dije con voz suave, él sonrío triunfante, típico de personas enfermas.

—Veo que has cedido, claro, como el Dr. Guapo ya no está para protegerte —se acercó a mí y posó su mano en mi cintura, su olor me producía nauseas, pero apreté la mandíbula para no vomitarle encima.

—Sabes que sí, pero aquí no, porque podrían vernos, vamos atrás del hospital —él sonrió ampliamente, me tomó de la mano y a la distancia estoy segura de que parecíamos la silueta de una pareja feliz. Llegando a un lugar oscuro que nadie podría reconocernos él comenzó a besar mi cuello con furia, yo en cambio tomé mi llavero el cual tenía tres plumas de metal, eran de cinco centímetros, así que las puse entremedio de mis dedos y empuñé mi mano con fuerza, en un rápido movimiento golpee su abdomen y noté como las plumas se enterraron y después salieron de él, oí un gruñido de su parte, un insulto y rápidamente retrocedí un paso para alzar mi pie y darle una fuerte patada en el rostro, oí un crujir, de seguro fue su nariz, otro gruñido y ahora le pisé la mano con furia.

—Déjame decirte algo de cultura general, Adam. Las perras indias como tú las llamas, somos reconocidas por luchar hasta el final, por acabar a nuestros enemigos y triunfar en el proceso. Porque a diferencia de ti, hombre blanco, nosotros no tememos a la muerte, nos espera algo mejor, y tú, estoy segura de que irás al infierno del que tanto les gusta hablar —dije entre dientes, volví a pisar con más fuerza su mano y él gritó—. Me vuelves a tocar, o a alguna mujer y te juro que me encargaré de hacer "mi" propia justicia. Y para un cobarde como tú, estoy segura de que eso te hace orinarte encima.

—Ya, está bien. Lo siento —dice sollozando, quito mi pie de su mano y retrocedo más pasos.

—No te me vuelvas a acercar —le escupí, corrí hasta la entrada del hospital y ahora la luz del sol iluminaba el cielo, las nubes de Forks se olvidaron salir el día de hoy, cerré los ojos cuando el sol me llegó a la piel, era un calor tan cálido, era como una recompensa.