capítulo catorce

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Huye.

Abrí mis ojos y me sentía horrible, apenas podía moverme, pero me forcé a hacerlo, hice una mueca y gemí ante el dolor que sentía en mi pelvis. Miré a mi alrededor cuando me senté en la cama y vi que estaba sola, no había rastro del llanto que oí antes de desmayarme, y también noté que ya no estaba en mi cabaña, si no en la casa de Billy.

Me levanté como pude y avancé hasta la puerta de la habitación, la abrí y caminé apoyándome en la pared, miré a Billy y Rachel bebiendo té en el comedor, entonces ella me observó y se acercó veloz a sujetarme.

—¿Qué haces? Debes descansar —me decía Rachel, pero yo solo podía ver a Billy.

—¿Dónde están? —pregunté. Billy se giró y me observó en silencio por unos largos segundos.

—Están bien, en la habitación de Rachel —me responde, sentí un alivio en mi interior y casi me desmayo nuevamente, pero me concentré para mantenerme en pie.

—Ven, tranquila —me dijo Rachel, me llevó hasta su habitación y ahí los vi, lloré y me acerqué para tocarlos, estaban dormidos, sus mejillas enrojecidas y en verdad parecían humanos. Sin embargo, cuando sentí su temperatura me sentí alarmada, es como la de los metamorfos, tiene al menos 40° grados. Seguí bajando hasta encontrar sus brazos, los cuales tenían ambos un brazo vendado, toqué levemente el vendaje.

—¿Qué es esto? —pregunté. Rachel se mantuvo en silencio unos momentos.

—El viejo Quil vendrá y te lo dirá, los vendrá a examinar, perdón —dijo al retroceder y cerrar la puerta con llave, me levanté rápido para detenerla, pero caí de inmediato, el dolor me inundaba y me abracé en el suelo, cerré con fuerzas mis ojos e intenté respirar pausadamente.

Por favor, solo necesito fuerzas para sacarlos de aquí... Por favor.

Es extraño, aquel dolor que me atormentaba desapareció en instantes, pensé que era porque ya mi mente bloqueo el dolor, pero al tocar mi abdomen el cual estaba hinchado, ahora es como antes, incluso mi cuerpo parece volver a como era antes de quedar embarazada. Mis fuerzas vuelven a mí y levanto la cabeza, no entiendo que me sucede, hasta que la voz de Harry resuena en mi mente: ...aumentará tu resistencia y despertará tu poder lobuno.

Tengo entendido que los metamorfos pueden regenerarse fácilmente, sonreí algo nerviosa al pensar en ello. Me levanté y pude sostenerme bien sobre mis pies, vi el armario de Rachel y rápidamente me puse su ropa, ya que la mía era un pijama.
Me puse uno jean, una camiseta blanca y un abrigo marrón claro, tomé sus vans y también una gorra.

—Bien, tranquilos, mamá los tomará, no lloren —les dije a los bebés, no eran tan pesados, así que cargue uno en cada brazo, los dejé en una manta qué tendí sobre la cama y los enrollé para que pudiese tomarlos fácilmente en brazos. Antes de tomarlos me acerqué a la ventana de la habitación, era una corrediza y quizás costaría salir sola, pero si la quito podré salir bien con los bebes. Cerré mis ojos e inhale profundamente, comencé a empujar la ventana con esperanzas de que la húmeda madera se rompiera, y así fue, la madera qué la rodeaba estaba tan húmeda y con hongos que fácilmente se cayó del otro lado.

—Bien —sacudí mis manos, tomé a los bebes en brazos y de una forma ilógica y estúpida me lancé de espaldas con ellos en mi pecho, era la única forma de atravesar ese medro y medio de altura. Aguanté la respiración hasta que noté que aún se mantenían en silencio los bebes, suspiré de alivio y me levanté.
Caminé con cuidado de ser vista hasta la camioneta, me introduje y metí en la parte de abajo del copiloto a los bebes para que no se cayeran del asiento, saqué las llaves de la guantera y le di contacto a la camioneta, conduje y cuando estuve ya a metros de distancia vi a Billy y Rachel observarme.

—Harry dijo que huyera, cuando eso suceda... —los bebes comenzaron a llorar, estaba conduciendo en la carretera ya, así que no podía atenderlos—. Solo unos metros más —dije, atravesé la frontera y llegando a un área despejada, aparqué. Me bajé y tomé en brazos al que más lloraba, vi que apretaba sus labios con fuerza e instintivamente puse mi dedo en su boca, él me mordió y quité de inmediato mi mano.

Tienen hambre.

Pensé, al final Harry tenía razón, se iban a dar cuenta enseguida de quien eran hijos. Lo dejé nuevamente en la parte del suelo y ahora sé más o menos a dónde ir.

Me estacioné afuera de la casa de Charlie, él parecía irritado y enojado, pero me recibió bien.

—Charlie, necesito un favor —le pedí, él acepto. Saqué a los bebés y me ayudó a dejarlos en el sofá de la sala—. No tardaré mucho, solo debo buscar unas cosas en el hospital y vendré por ellos.

—Sí, no te preocupes, veré que estén bien —dijo, oí un ruido extraño arriba, en el segundo piso, él me observó y suspiró—. Bella acaba de llegar de su "viaje" sorpresa. Esta castigada, de por vida.

—Oh, ya. Espero entienda entonces.

—Yo igual —asentí, salí de casa y antes de subirme a la camioneta levanté mi vista, me quedé paralizada cuando vi a Edward mirándome por la ventana del segundo piso.

—¿Sucede algo? —me pregunta Charlie en la puerta de la casa.

—No, volveré pronto —dije, él asintió y subí a la camioneta, Conduje hasta el hospital y en mi mente solo estaba la respuesta a lo que acabo de ver: él volvió.

Me estacioné afuera del hospital y bajé de inmediato de la camioneta, fui veloz al camerino y saqué de mi casillero una bolsa de tela negra que estaba sujetada de un cordel, lo guardé en mi bolsillo mientras salía del lugar, caminé tranquila por los pasillos hasta introducirme al laboratorio, ahí aproveché que no estaba nadie mirándome para sacar dos bolsas de sangre, las guardé en la bolsa de tela y me la puse en la espalda. Caminé lo más tranquila que pude hasta la salida, hasta subirme a la camioneta.

Mis manos temblaban, y al momento de darle contacto al auto sentí que me iba a desmayar, me calmé cuando empecé a conducir a la casa de Charlie.

Esto acabará pronto.

Reproduje la radio para desviar mi atención de mi histeria, entonces escuché la hora actual y suspiré.

Eran muchas cosas para que recién sean las once de la mañana.

Me estacioné afuera de la casa de Charlie y dejé las bolsas de sangre abajo del asiento, salí de la camioneta y toqué la puerta.

—¿Liesa? —me preguntó algo sorprendido, sentí mi histeria volver e inundarme, casi paralizarme.

—¿Dónde están? —dije a penas.

—Rachel y Sam vinieron, dijeron que les pediste que los llevarán a la Push.

𝐏𝐈𝐄𝐋 𝐂𝐀́𝐋𝐈𝐃𝐀 - ᴘᴀʀᴛᴇ ɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora