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Jisung salió de la oficina de la rectora después de haberle prometido subir sus notas, lo cual no estaba muy seguro de si podría cumplir, pero solo quería salir de ahí.

Agradeció a todos los cielos que no le mencionara nada a su papá, ya estaba muy en la mierda como para también aguantar todos los regaños e insultos que le pudiera decir, suficiente tenía con los propios.

Miró la hora en su celular y notó que su clase había empezado hace veinte minutos.

Sabía que si entraba y notificaba que estuvo hablando con la rectora lo dejarían pasar sin problemas, pero lo cierto es que no quería entrar.

Solo quería morirse, si era sincero.

Si tenía miedo porque su papá se enterara de su mal rendimiento, tenía el quintuple de miedo de que le quitaran la beca y volviera a Malasia así, desbecado, botado y como un real fracasado.

Este año que se le permitió estar solo era su oportunidad para demostrarle a sus padres que era capaz y que valía mucho más de lo que ellos pensaban.

Y para su desgracia no estaba haciendo ninguna bien.

A veces era tan estúpido, en eso debía darle la razón a su padre.

Suspiró despeinándose a si mismo frustrado y triste, ¿ahora que haría? 

Sabía que primeramente no debería estar faltando a clases si tenía que subir sus notas, pero bueno, su cambio empezaría en la siguiente.

En la siguiente vida.

Se detuvo en una de las bancas del campus y se sentó ahí, a mirar todo su alrededor mientras su mente era un caos. Sabía que debía distraerse o le agarraría otra crisis.

Estaba dispuesto a sacar sus auriculares y sus cuadernos para intentar hacer tarea cuando alguien lo sorprendió por detrás.

«¿Qué tiene la gente con sorprenderme por detrás?»

— ¡Jisung! ¿Qué haces aquí? ¿No tienes clases?

Minho, siempre es Minho.

El pelinegro cerró sus ojos tratando de conseguir paciencia, porque no quería ver a nadie y menos en ese estado. 

Y menos a Minho después de todo lo que pasó.

Seguro ahora volvía a llorar y a abrazarlo.

Dios, no.

El pelimorado decidió sentarse en frente del menor, dispuesto a hablar con él.

— No entré, ¿tú por qué estás aquí?— le dijo un poco más frío de lo que le hubiera gustado.

Mierda, debía controlarse.

— Oh, yo no tengo clases aún.—  dijo en un tono más suave. Jisung hasta juraría que estaba intimidado.— Pero creo que me iré, quizás quieres estar solo, nos vemos.— estaba levantándose para irse pero Jisung lo detuvo.

— Espera, tengo algo que es tuyo.

Jisung sacó el buzo de su mochila y se lo entregó, intentando darle una mirada más amable pero fallando en el intento.

— Gracias, es muy cómodo.— finalmente le dijo, más dulce.

— Cuando quieras te lo presto de nuevo.— sonrió sincero, y Jisung se sentía raro, ese no era el Minho egocéntrico y sarcástico que conocía.

El pelimorado no era tonto y podía sentir la incomodidad de Jisung, por lo que eso fue lo último que dijo seguido de un "adiós" antes de irse.

El menor lo vio irse, sintiéndose algo culpable por haber sido tan cortante.

Souvenir ➳ MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora