Capítulo 2: La mentira

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Al menos cuando Ochako se despertó esta vez, estaba apoyada contra un árbol. Sería más apropiado decir atada contra un árbol, pero al menos agradeció el cambio de altura. Nunca se había sentido tan mal en su vida. Además de las heridas, ahora le dolía la garganta por la asfixia. Dios mío. Su hombro no se había curado, todavía estaba afuera, y ahora escuchaba gritos.

-"¡No puedes tratarla así, es nuestra amiga!"-

¿Iida?

Abrió un ojo. A juzgar por la luz del día, no llevaba mucho tiempo inconsciente, y ahora estaba frente a un campamento improvisado. Cuatro formas borrosas aparecieron lentamente, y reconoció al que se paseaba de un lado a otro, agitando las manos con furia -"No sé qué pasaba por tu cabeza cuando atacaste a uno de los miembros de nuestro grupo, ¡pero no puedes salirte con la tuya!"-

Iida, siempre al rescate. Si no estuviera tan débil, habría llorado de alivio. Pero dudaba que pudiera siquiera producir lágrimas en ese momento, estaba tan deshidratada. Ochako estaba en una mala situación. Tenía que averiguar cómo salir de ella, y rápido.

Abrió los ojos un poco más mientras los borrones se solidificaban poco a poco en quienes reconocía como sus amigos. Bueno, sus amigos y esta versión demoníaca de Bakugou... Hacía mucho tiempo que no sentía un miedo así. Dos estaban de pie, mientras que los otros estaban sentados alrededor de un débil fuego.

Y sin embargo... al igual que con no-Bakugou, sus compañeros de clase eran... diferentes. No sólo en la ropa, sino también en la apariencia física. ¿Estaba en un quirk de glamour? Ochako tenía que estarlo. Aún no estaba preparada para aceptar la tranquila voz que susurraba en su cabeza, diciéndole lo que temía pero ni siquiera podía comprender. No estaba ni cerca de UA. Le daba más náuseas que su propio quirk.

Iida iba vestido de pies a cabeza con una versión simplificada de la indumentaria de los caballeros europeos. Sobre la túnica de malla metálica llevaba una sobrevesta azul marino decorada con una especie de ave rapaz que portaba un sol dorado en las garras. Este Iida era probablemente el más parecido físicamente al de casa, salvo por las gafas que le faltaban en la cara. Curiosamente, llevaba un cinturón de cuero con varios libros desgastados y estaba agitando uno ante un Bakugou peligrosamente callado.

Éste asimilaba las palabras de Iida con los ojos cerrados y los brazos cruzados. El ambiente en el campamento indicaba claramente que era hora de que Iida se detuviera, pero él siguió adelante -"Conozco a Uraraka de toda la vida y ni una sola vez ha hecho nada para perjudicar a otra persona, el hecho de que se te ocurra... después de todo lo que ha hecho por nosotros, por ti..."-

-"¿Has terminado?"-

Iida cerró la boca de golpe. Una tensión familiar se filtró por el campamento que Ochako reconoció demasiado bien. Incluso aquí -dondequiera que fuera- nadie le hablaba así a Bakugou. Bakugou se levantó. Todos contuvieron la respiración cuando cuadró los hombros y miró a Iida a los ojos. Parecía medir unos dos metros y medio. Ochako se estremeció.

Las palabras eran veneno -"¿Crees que eres valiente hablándome así?"- se burló -"¿Que no te derribaré donde estás? Puede que no sirvas a mi familia, vasallo, pero no olvides tu maldito lugar"- Ladeó la cabeza, sin romper el aplastante contacto visual -"Parece que tengo que recordártelo. Si te interpones en mi camino, no dudaré en acabar contigo"- La última frase no era una advertencia, era una promesa.

Nadie se movió. Iida se tensó, abrió la boca como si fuera a hablar, pero al final inclinó la cabeza con expresión de dolor. Se apartó del grupo, frustrado. Bakugou resopló y volvió a fruncir el ceño. Al recibir la amenaza, su actitud volvió a ser más irritable -"Además, no sé a qué carajo viene eso de ser amigo de esa zorra. No sé nada de ella. No sabes nada de ella. Es jodidamente ridículo que la defiendas, reconozco a una espía cuando la veo"- Escupió al suelo -"Mírala. Es obvio que no pertenece aquí"-

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