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Mi madre encontró un lugar apartado,con buena sombra, y nos instalamos ahí

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Mi madre encontró un lugar apartado,con buena sombra, y nos instalamos ahí. Extendió dos toallas sobre la hierba y sacó los refractarios con los bocadillos que había preparado: sándwiches de jamón y queso americano, galletas de mantequilla, jugo de manzana, y uvas. Tú te comiste casi todo y una hora después todavía te atreviste a decir que tenías hambre. Joel te llevó a comprar banderillas, entonces mi madre, mirando los refractarios vacíos, dijo:

—¿En dónde le cabe tanto a ese chiquillo? Adviértele que si sigue comiendo así se va a vomitar en el agua.

Mamá nos dio permiso de ir a nadar media hora después, cuando según ella se nos había bajado la comida. Tú llevaste contigo un montón de accesorios innecesarios, pues no te dejaron pasar a la parte más profunda de la alberca: una llanta salvavidas de Spider-Man, visores, flotadores en los tobillos y las muñecas, y hasta aletas de buceo. Por poco y no aguanto la risa al verte salir del baño. 

Te acercaste a mí con un tubo de bloqueador en la mano.

—¿Me lo pones en la espalda?

—¿Por qué no se lo pides a Joel?

Lo miraste con expresión de asco y dijiste:

—¡Ni loco! Tiene las manos llenas de queso. —entonces miraste mis manos —. Las tuyas están muy limpias.

A decir verdad me incomodaba tocarte, en esa época mantenía contacto físico solo con Diana; además de que te conocía poco y me caías mal.

—Por favor —suplicaste.

Resoplé resignado y tomé el bloqueador.

La tuya fue la primera espalda desnuda que toqué en la vida; blanca, tersa, moteada de lunares cafés; había tocado la de Diana pero sólo por encima de la ropa. Te unté bloqueador, desde la nuca hasta el borde de tu traje de baño. Luego te volviste, me sonreíste, me diste las gracias, y te echaste al agua. Pronto descubriste que la llanta salvavidas y las aletas de buceo te estorbaban para nadar, te las quitaste y las hiciste a un lado como si no valieran nada. Viéndote libre sumergirte la cabeza, yo dejé de prestarte atención y me senté junto a Joel en la misma posición que él estaba, con los pies metidos dentro de la alberca.

—Ignóralo —me dijo —. Es así con todo el mundo, a veces pienso que no conoce la vergüenza.

—No tiene importancia.

—Quizás es porque mis padres lo consienten demasiado. Lo dejan hacer lo que se le pega la gana, la escuela le importa una mierda, solo piensa en bailar.

—Al menos sabe lo que quiere hacer para el resto de su vida... bueno, esa impresión me dio.

—¿Quién puede saberlo a los trece años?

—Quizas los artistas, tal parece que esa gente nace con un talento en específico y jamás piensan en hacer otra cosa, y si la hacen no serán tan buenos como lo son en aquello para lo que nacieron.

Joel me miró e hizo un mohín de burla.

—¿Cuándo te volviste tan romántico?

—No soy romántico, hablo con base en la realidad. Van Gogh, por ejemplo, en sus últimos años no hizo otra cosa más que pintar desde que despuntaba el alba. No tenía un trabajo fijo, por supuesto, y vivía atenido al dinero de su hermano, ¿por qué crees? Porque no sabía hacer nada más, ni siquiera era bueno para relacionarse con otros seres humanos.

—Nosotros tampoco.

—No, pero no estoy hablando de nosotros, tu y yo no somos artistas. Lo que quiero decir es que Van Gogh era bueno solo para pintar, mas que bueno, un genio; según la opinión generalizada fue uno de los grandes pintores del siglo XIX.

—¿Cómo alguien que se le pasaba pintando girasoles y su propia cara puede ser un gran pintor?

—Tampoco yo sé, de pintura entiendo muy poco, aunque si sé que no pintaba solo girasoles y autorretratos.

—Como sea ¿que tiene que ver tu choro sobre Van Gogh con mi hermano?

—Lo que quiero decir es que quizás Leo pertenezca a ese pequeño grupo de genios artísticos, y si se dedicara a otra cosa diferente del ballet no sería tan bueno.

—¿Qué te hace pensarlo?

—La forma en la que habla del ballet; claro que no estoy seguro porque nunca lo he visto bailar.

—¿Entonces quieres decir que esta bien que solo piense en bailar y descuide la escuela?

—Bueno...tu sabes que el sistema educativo es arbitrario, esta diseñado para que gente como nosotros desarrolle su potencial sin problemas; pero ¿que hay de aquellos con aptitudes artísticas o simplemente con habilidades que no incluyan las matemáticas?

—Miguel Ángel —dijo Joel con seriedad —, las matemáticas son el corazón de todo, ninguna área está exenta de ellas.

—Sí, pero, ¿te parece justo que los que no son tan buenos en los números como nosotros se sientan menos inteligentes?

—Pues hasta donde sé, dominar las matemáticas sí te hace más inteligente que los demás.

—Estas hablando a la ligera. Tu hermano, por ejemplo, llama quebrados a las funciones algebraicas; —Joel soltó una carcajada —; se le dificultan los números, pero sabe desde ahora que quiere ser bailarín de danza clásica, ¿tienes idea de lo difícil que es?

—La verdad siempre he pensado que es un deporte para niñas.

—Ni es un deporte ni es solo para niñas. Es condenadamente difícil, debes extender el cuerpo en ángulos que desafían a la naturaleza, siempre estás propenso a lastimarte, los pies se te llenan de callos...

—¡Ya párale que me aburres! Entendí, soy bueno en matemáticas y Leo es bueno bailando. —rió —. Solo espero que no se muera de hambre.

—Depende de varios factores: El apoyo, la educación que reciba e incluso la suerte.

—Yo más que nadie deseo que le vaya bien, y por eso mismo a veces siento que mi deber es ponerle los pies en la tierra.

Miré a Joel. 

—Lo quieres mucho, ¿no?

—Es mi hermano, como no lo voy a querer —respondió avergonzado —. No importa si no llevamos la misma sangre, él y Fernanda son mis hermanos.

Me tranquiliza saber que tienes una familia a la que siempre podrás volver. No hay nada que no daría por ti y sé que puedo esperar lo mismo de tu parte; pero también sé que la vida es impredecible, que las relaciones de pareja lo son más que todo. Espero que lo tengas en cuenta por si algún día el amor se nos gasta, que no tengas miedo de seguir sin mí.

Érase una vez el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora