La rutina que seguía de lunes a viernes era esta:Me levantaba a las seis de la mañana, tendía mi cama, me bañaba con agua fría, excepto los días en que el termómetro estaba por debajo de los cinco grados. Iba al colegio, los días que salía temprano Joel me invitaba a tu casa, hacíamos la tarea o estudiábamos para los exámenes y me quedaba allí hasta que se llegaba la hora de las clases de ballet. Después del ballet regresaba a casa, me volvía a bañar, y me iba a la casa de Diana o la tienda, si le tocaba estar allí. Sus padres no la dejaban salir entre semana y solo le daban una hora para platicar conmigo en el patio. No hablábamos de gran cosa, y apenas nos besábamos, porque su abuelo se la pasaba asomándose por el resquicio de la ventana.
En temporada de exámenes, en lugar de regresar a casa de inmediato al finalizar las clases de ballet, me iba para la tuya con el pretexto de estudiar.
Joel y yo éramos listos y rápidos, cuando cumplíamos con nuestros deberes escolares nos dedicábamos a comer chatarra, a jugar videojuegos, a intercambiar opiniones sobre los cómics y mangas que nos gustaba leer, o a mirar sin volumen las películas pornográficas que Joel compraba a veinte pesos cada una en el café Internet que estaba enfrente del colegio. Si no estaba haciendo nada de eso estaba contigo, ayudantote con tus tareas y tus rutinas de baile, de ese modo te volviste tan cercano a mí como lo era Joel.
Te gustaba platicarme todo lo que te pasaba, a diferencia de tu hermano, eras un libro abierto. Memoricé los nombres de tus compañeros en el colegio y en la academia, los de tus profesores, los de tus tíos, abuelos y primos. Me hablaste de la frustración que sentías por no poder mandar la escuela a la mierda y dedicarte por entero a bailar, y de la difícil relación que tenías con tu padre biológico, al que no le gustaba que bailaras.
—Dice que el ballet es para maricas —me dijiste una vez, con los ojos cristalinos. Sentí la necesidad de consolarte, elevé la mano que reposaba en mis rodillas y te revolví el cabello, mientras murmuraba:
—El ballet es para personas con talento y disiplina.
—Y belleza —agregaste —¡Qué conste que no lo digo yo!
—Pues... sí, belleza, si quieres. Pero más que eso, se requiere de una resistencia física que no cualquiera tiene y tú la tienes.
Sonreíste y dijiste:
—Tú también la tienes, Mike.
Cierto día de noviembre estabas vuelto loco porque tu padre biológico te había dicho que no te llevaría a Londres si reprobabas cualquier materia.
—¡Es un tramposo! —te quejaste —. Me había prometido que me llevaría con él, y ahora sale con esto. Pero ya verá, ¡de que me lleva me lleva! ¿Para qué anda de hablador? ¡Esta vez no voy a reprobar nada!
—¡Bien dicho! —celebré —. ¿Por dónde empezamos?
Me estampaste un beso reverencial en la mano, que me hizo sentir incómodo.
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Érase una vez el amor
Romansa«Si pudiera metería nuestros mejores momentos en un videocasete para dártelos, así nuestras risas y abrazos te acompañarían siempre, aunque te fueras al fin del mundo» Leo sabe que no es como los otros chicos, ama bailar ballet, le roba ropa a su he...