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Está bien, Mike, di lo que tengas que decir sobre Diana, yo te hablaré de mis orgías, así estaremos a mano

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Está bien, Mike, di lo que tengas que decir sobre Diana, yo te hablaré de mis orgías, así estaremos a mano. Tranquilo, que no será ahora. A los catorce todo lo que sabía del sexo lo había averiguado por accidente: como la vez que desperté en medio de la noche, y la sed que sentía le ganó a mi miedo a los fantasmas, de camino a la cocina pasé por la habitación de mis padres y escuché gemidos, al otro día le platiqué a Joel, que riendo sin empacho bufó: «Lo estaban haciendo» No necesitaba que dijera más para saber que se refería al sexo. O la vez que un compañero de la secundaria, tosco y vulgar, puso su revista pornográfica encima de mi pupitre, y descubrí de ese modo la mecánica que emplean las parejas hetero en las relaciones sexuales. Puede que te sorprenda saber que descubrí hasta los trece que el hombre tiene que meter su cosita en la cosita de la mujer, y que a los catorce todavía no había aprendido a masturbarme hasta llegar al orgasmo, a lo más que llegaba era a acostarme boca abajo y restregarme contra las sábanas. 

No se me puede culpar de mi ignorancia, aquellos tiempos eran muy distintos a los de ahora, en los que basta golear xxx para perder la inocencia de un zarpazo. A principios de los 2000 no era tan sencillo. Para cuando cargaba alguno de los videos chafas que circulaban por Internet ya se te había pasado la calentura del puro coraje, eso si no te descubrían antes tus padres, pues si eras de los pocos afortunados que tenían computadora con Internet en su casa debías seguir un ritual previo a navegar por la red (que chistoso suena ahora, ¿no te parece?) que incluía cargarse la línea telefónica. 

Nos tocó la tecnología cuando todavía estaba en pañales y era poco práctica pero, no todo fue malo. Podemos presumir que vivimos la época dorada de la televisión juvenil, y que fuimos la generación que creció con las películas de Harry Potter en tiempo real, los poterheads más jovenes nunca sabrán lo que fue esperar con ansias aquellas premier nocturnas, hacer fila para comprar los boletos (de acuerdo, esa parte no es tan buena), y comprar todo el merchandising que te quisieran enjaretar los del cine para ver tu película agusto.

 Podemos presumir que vivimos la época dorada de la televisión juvenil, y que fuimos la generación que creció con las películas de Harry Potter en tiempo real, los poterheads más jovenes nunca sabrán lo que fue esperar con ansias aquellas premier ...

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Anoche cuando estábamos acurrucados en el sofá de la sala y pretendíamos mirar television —o bueno, yo era el que pretendia, en realidad pensaba en toda esa mierda de que las cosas ya no son como antes y que ojalá uno pudiera darle pausa a ciertos momentos de la vida y repetirlos continuamente, como si fueran videos de YouTube —, recordé la primera vez que vimos juntos una película completa. 

Érase una vez el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora