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Lo hicimos por primera vez una tarde de mayo, recuerdo que hacía un calor sofocante y que mientras preparaba la comida sentía que yo mismo me cocinaba al vapor

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Lo hicimos por primera vez una tarde de mayo, recuerdo que hacía un calor sofocante y que mientras preparaba la comida sentía que yo mismo me cocinaba al vapor. Acababa de salir de bañarme cuando comenzaron a tocar la puerta de manera insistente, fui a abrir sin quitarme primero la toalla que me había enredado en la cabeza como un turbante. Parada en el umbral, frente al resplandor rojizo de la puesta de sol, Diana se burló de mí. Llevaba puesto un vestido floreado de tela delgada, falda holgada y corta, sin tirantes. Pocas veces la había visto con tanta de su piel expuesta, me dejó sin habla.

—¿Puedo pasar? —me preguntó, la voz se le escuchaba nerviosa y agitada. Un marcado sonrojo le cubría las mejillas, la punta de las orejas y el pecho.

—Pasa —respondí, quitándome la toalla de la cabeza.

—Pues entonces hazte a un lado.

Me quité torpemente de la puerta y ella entró como un relámpago. Le pregunté por qué se veía tan inquieta, aunque yo también estaba inquieto.

—Ya sé que hoy no quedamos de estudiar.

—No importa —dije cerrando la puerta —. Ya hice todo lo que tenia que hacer, sin el ballet me queda demasiado tiempo libre. ¿Quieres que salgamos a alguna parte?

Negó con la cabeza.

—Vine por otra cosa.

—¿Por qué? —pregunté, su actitud misteriosa comenzaba a ponerme nervioso.

—Hay algo importante que quiero decirte.

Nos sentamos en el sofá de la sala, ella giró el cuerpo hacia mí y dijo mirándome a los ojos:

—Traje algo.

—¿Qué trajiste?

Deslizó el cierre de la cangurera que colgaba de su hombro, metió la mano, la sacó apretada en un puño y se la llevó al pecho, mientras me miraba como si me estuviera evaluando. Yo estaba cada vez más confundido.

—¿Qué pasa, Diana?

Extendió la mano y abrió el puño para mostrarme: un condón.

Me quedé mirando el paquetito gris, pensando en qué era lo que debía decir o hacer. Diana habló en mi lugar, sumamente avergonzada.

—El otro día dijiste qué necesitábamos esto.

Hice memoria, habíamos "acordado" tener relaciones sexuales, como quien queda de hacer algo que en realidad no tiene intenciones de hacer, como cuando invitas a un conocido a cenar y se te olvida. Yo le había dicho que necesitábamos protección y conseguir un lugar.

—¿De dónde lo sacaste? —le pregunté, no me creía que al final ella hubiera tomado la iniciativa antes que yo.

—Me lo dieron en la clínica, una enfermera. También me explicó algunas cosas sobre...—bajó los ojos —...el sexo. ¿Hice mal?

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⏰ Última actualización: Jun 15 ⏰

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Érase una vez el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora