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Él




¿De donde venia toda esa luz?

—¡Hey, amigo! Levanta el culo y vete a pasar la borrachera en otro sitio —Me tambaleé hacia un lado porque algo estaba intentando quitarme de mi posición.

¿Qué cojones pasaba?

—Estos borrachos de mierda todos los días aquí como si fuese un campamento de alcohólicos.

Por un momento me había quedado quieto. Nada hacia que me moviera. Pero luego lo sentí otra vez, impactos que me desestabilizaban. Después, humedad y frió.

—Mierda —mascullé. Tenía la boca pastosa, hablar hacia que doliera mi garganta.

Abrí mis ojos de a poco. La luz se sentía cegadora, como si apuntaran las luces de un estadio de fútbol directamente a mis ojos. No estaba en mi habitación. Estaba en la playa. Un hombre corpulento de tez morena me miraba desde arriba, de pie a mi lado con un balde de metal entre sus manos. Me había lanzado agua fría en la cara. Por eso mi cabello estaba húmedo y se adhería a mi frente.

—Que te vayas.

—Ya... ya voy, maldita sea —Me quejé y comencé a moverme, pero mis propios pies no me soportaron y rodé fuera de la plataforma de madera terminando sobre la arena. Por suerte, de espaldas.

Fue un golpe compacto, no muy fuerte, pero mi espalda dolió como si me hubiese caído de un tercer piso. Supongo. Nunca me ha sucedido eso. Por suerte o por desgracia, no sé.

Comenzaba a despabilar y fui conciente del monumental puto dolor de cabeza que me cargaba. Maldije a toda mi familia mentalmente y abrí los ojos otra vez. El sol era cálido, pero no intenso, por lo que deduje que era temprano. Un logro para mi capacidad analítica afectada por la resaca.

No quería ni pensar en como llegaría a mi casa.

Volví a cerrar los ojos.

El recuerdo de la noche anterior apareció como una justificación de por qué me encontraba en esta situación. Mi padre rodeando la cintura de una chica trigueña que podía ser mi hermana, llevándola a una habitación del hotel donde todos lo conocían, donde conocían a mi madre, uno de los hoteles de la familia. Sin vergüenza, sin respeto alguno. Y no era ni siquiera la primera vez. Recordé la rabia que había sentido, lo mucho que tuve que contenerme para no armar una escena que hiciera más evidente su infidelidad, cada trago de güisqui quemando mi garganta en el bar. A partir de allí todo era borroso. Yo tropezando de camino a la playa, bebiendo empinado de una botella. No se como no me atropellaron cruzando la calle. Yo con...¿otra persona?

¿Con una chica? No estaba seguro de si había pasado o lo había soñado, tenía escenas vagas en mi cabeza y en el estado que estaba pudo ser incluso una alucinación. Esforzarme en pensar provocó que mi dolor de cabeza empeorara.

Me moví ligeramente para tomar mi teléfono del bolsillo trasero de mis pantalones. Me sorprendía tenerlo todavía ahí. Quizás porque nadie pensaba que alguien que estaba tirado en la playa borracho y dando pena tenia un móvil o algo que valiera.

¿Como no? La batería estaba agotada, estaba muerto.

Que puta mierda. Tendría que salir de esto yo solo.

Después de veinte minutos, o más, preparándome para ponerme en marcha me puse de pie. Tambaleándome llegué hasta el borde de la carretera. Un taxi se detuvo y, luego de jurarle que tenia dinero para pagar, aceptó. Un poco dudoso. Cuando estuvimos cerca del condominio saqué mi billetera para pagar y ¡Sorpresa! No tenía un maldito peso.

Huracán [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora