8

2.2K 185 14
                                    

Ella




No sé si él follaba con todas las chicas que conocía o me había confundido con alguien. Él nunca me había visto realmente, porque una vez estaba borracho y otra yo iba con peluca, y muy maquillada. Lo que sé es que todo los presentes nos quedamos un poco descolocados con su pregunta. Claro que de diferentes formas.

Su amigo intentó salvar la situación y dijo:

—Discúlpalo, es que piensa con el culo, pero ya estamos trabajando en ello —bromeó agarrando la mochila de Avery de encima de la mesa —. ¿Nos vamos?

Ella respondió afirmativamente antes de acercarse a mí para despedirse. Noté que el castaño no dejaba de mirarme de forma inquisitiva. Peiné mi cabello de forma que algunos mechones cayeron a ambos lados de mi rostro con nerviosismo.

—¿Ella no va? —preguntó Rayo.

—No —respondí de inmediato —. Tal vez la próxima.

—¿Y eso por qué?

—No se siente bien —mintió Avery por mí.

—Oye, que te podemos llevar a tu casa si quieres irte o pedir un taxi por ti —dijo el rubio como si fuese una tonta por creer que eran incapaces de hacer algo bueno por alguien.

Mi amiga me miró expectante esperando que eso fuese suficiente para convencerme, pero en serio yo no quería estar molestando a alguien que casi ni conocía y que podría estar borracho cuando yo quisiera marcharme. Volví a negar con la cabeza.

—Vamos, por favorcito —Insistió Avy.

Hoy no trabajaba, solo tenía ensayo y podía faltar. Lo importante era que mi desempeño no disminuyera a la hora de bailar y eso no sucedería. Paseé mi mirada por el rostro de cada uno de los presentes. Esperaban por mi decisión. Al final no sé si fue por presión o porque sí que quería ir, pero acepté.

Rayo tenía razón, el sitio a donde nos dirigíamos estaba apartado. Vamos, que si había un apocalipsis zombi tardarías un poco en ver alguno. Era una mansión inmensa y mientras más nos acercábamos más me lo parecía.

Al llegar supe que la fiesta no comenzaría con nosotros, nosotros nos uniríamos a la fiesta. Enseguida el castaño se separó del grupo. El lugar ya era un desastre. Había personas pululando por doquier, chicas que dejaban poco trabajo a la imaginación con sus bikinis, chicos que disfrutaban mucho de eso, la música casi haciendo retumbar las paredes, algunas personas reunidas en un rincón fumando algo que no era tabaco normal. El rubio llegó hasta ellos y con cara de estar en serio molesto les dijo:

—Saben bien que eso aquí no. O desaparecen eso o desaparecen ustedes.

No sé que me sorprendió más, que me pareciera rarísimo ver a Rayo enojado o que el grupo de personas le haya hecho caso de inmediato y se haya dispersado.

—¿Es tu casa? —Quise saber. Más bien confirmar.

—La heredaré algún día, pero no vivo aquí.

Contó y me dejó pensando en como sería la casa en la que vivía entonces.

—¿Algo para beber? En aquella mesa pueden encontrar casi cualquier cosa —volví¡ió a hablar y señaló un mueble repleto de botellas, cubetas, hieleras, vasos —. Si se sienten más atrevidas hoy pueden tomar de un barril en la terraza haciedo el pino.

—Yo paso —reí —. ¿Hay algo que no lleve alcohol?

—Dije casi cualquier cosa —me recordó —. Creo que en la nevera hay zumo de naranja... y que no está caducado. La cocina está por allá.

Huracán [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora