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Él



Estiré mis brazos por encima de mi cabeza en medio de un gran bostezo. Me tomó algunos segundos ubicarme en tiempo y espacio, como pasa cuando despiertas de una buena siesta. Lo raro es que ni siquiera recordaba cuando había sido mi última buena siesta.

Imágenes de todo lo que sucedió antes que cayera rendido en la cama inundaron mis pensamientos. De forma brusca. Como un puñetazo. Observé el lado vació de la cama. No había sido un sueño, estaba seguro. Así que, o ella se había ido, o se había vuelto invisible, u otra cosa. Busqué por la habitación alguna pista que revelara su paradero. Enfoqué sus zapatillas deportivas. Estaba por aquí aún, no se había ido descalza.

¿O sí?

Palmeé mi cara repetidas veces al ser conciente del alivio que sentí.

— ¿Qué cojones? —mascullé poniéndome de pie.

Lo peor es que no había sido un incidente. No me había quedado dormido sin darme cuenta. Estaba consiente cuando ella cerró sus ojos en medio de un bostezo. Y también estuve conciente cuando en los próximos minutos no los abrió y su respiración se volvió más lenta. Siempre tuve presente que dejaba que una chica se quedara a dormir a mí lado, y no hice nada para despertarla.

No sé en que estaba pesando. O sí. En que quizás ella estaba tan agotada como yo porque sus problemas no la dejaban dormir bien, que sería muy desconsiderado de mí parte despertarla sabiendo por todo lo que ella pasaba. En todo eso solo existía un detallito que resaltar, a mí me importaba una puta mierda la consideración.

Salí al balcón con urgencia y respiré hondo. Me sentía tan confundido. El dolor de cabeza y lo ansioso que comenzaba a sentirme ayudaba para nada.

El problema con Phoebe es que me había permitido dar un paso más allá con ella por las razones incorrectas y terminé con la necesidad de ayudarla a aplacar un poco el infierno que era su vida. Pero no me alejé. Luego de ayudarla sentí que no podía apartarme sin más, que no sería justo para ella que yo le diera más razones para sentirse mal. Sin embargo, ahora no sabía si solo me estaba poniendo excusas a mí mismo y no se trataba de ella, sino de mí. De mí y de todo lo que me he negado a experimentar durante años. De mí y todas mis relaciones "fáciles" con chicas. De mí y de toda la mierda que me rodea.

Como sea, ella estaba aquí y tendríamos que hablar en cualquier momento. Regresé a la habitación y agarré una botella de güisqui escondida entre mi ropa. Bebí dos tragos largos antes de salir al corredor, en busca algún rastro de Phoebe.

Pasando por el comedor escuché voces en la cocina, entonces me dirigí allí. Antes de llegar supe que una de las personas que conversaban era mi padre. Eso casi me hace retroceder sobre mis pasos, pero escuché la voz de la rubia.

—...chica —me detuve en la entrada. Mi padre estaba contándole algo a Phoebe con mucha confianza, pero ella estaba pálida. Lo miraba de una forma extraña —. La que te acompañaba en el bar.

Ella no dijo nada. Se mantuvo en silencio y él continuó hablando.

— ¿Le cobraste a mi hijo? ¿Te paga más que yo o te gusta porque él es joven? —Su pregunta me descolocó.

—Yo no soy... —Ella pareció encontrar su voz al fin, pero yo la interrumpí.

— ¿Por qué tendría que cobrarme ella? —pregunté con la vista clavada en ella, y en la camiseta que llevaba puesta. Era mi camiseta.

Me molestó aún más pensar que le quedaba bien cuando el tema principal era saber a qué se refería mi padre con "cobrarme". Ni siquiera quería dejar a mi imaginación volar porque sabía que no se me ocurriría nada agradable respecto a esta situación. Donde ella trabajaba, sus necesidades económicas...

Huracán [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora