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Ella


— ¿Podemos hablar? —preguntó con las manos escondidas en sus bolsillos.

Lo miré recelosa. De repente todo lo que sucedió en su casa en la tarde, lo que me dijo, lo que vi en sus ojos cuando me miró, todas esas cosas invadieron mi mente una vez más al verle.

—No creo que tengamos nada que hablar ¿Qué pasa? ¿Vienes a soltar los insultos que no hiciste hace unas horas? —espeté clavando en la madera la punta de los dedos de la mano que sujetaba la puerta.

—No es eso. Siento...

— ¿Sientes? Tú siempre lo sientes —solté una risa amarga —. Sientes ser un bruto que no sabe ser sincero sin ser idiota, sientes que te comportarte como un imbécil cuando hay drogas de por medio, sientes que tu actitud me afecte. Tú siempre lo sientes ¿Sabes que siento yo? No. Quizás has pensado en eso, pero no te importa una mierda, nunca lo tienes en cuenta en el momento de hacer algo por lo que más tarde vas a disculparte.

— ¿Qué pasa? —Avy apareció en el salón, tal vez porque había estado alzando la voz con cada palabra que salía de mi boca.

—Nada. Charles ya se iba —dije sin romper el contacto de mis ojos con los del castaño. Avy se limitó a asentir mirándonos confusa antes de volver a la cocina —. Solo te diré una última cosa, Charles. Yo no me acosté con tu padre.

Para mi sorpresa el extendió su brazo y agarró mi mano. La apretó levemente y dijo:

—Lo sé. Lo sé, y tienes razón en todo lo que dijiste de mí —se humedeció los labios —. Pero no me iré hasta que escuches lo que tengo que decir. Después puedes no dirigirme la palabra nunca más... Por favor.

Su voz se rompió con esas dos últimas palabras, como si estuviese por llorar en cualquier instante. No lo hizo. Quizás solo lo imaginé. Sin embargo, nunca había visto a Charles de esta forma. Como una persona sensible. Sí como alguien muy atormentado por razones que no conocía, pero no como alguien quién se quiebra por emociones negativas.

—Está bien —Accedí cerrando la puerta detrás de mi luego de salir al corredor junto a él.

Nos fuimos hacia las escaleras y nos sentamos en la cúspide. Hombro con hombro. Estuvimos en silencio todo el trayecto, y hasta unos minutos luego de sentarnos. Lo escuché suspirar profundamente antes de hablar.

—Se que "lo siento" nunca arregla nada, joder —musitó —. Pero es lo único que sé hacer cuando la cago. Disculparme.

Bufó con frustración.

—Tanto critico a mi padre y hago lo mismo. Solo "lo siento" en lugar de actuar diferente —sentí que eso no me lo decía a mí, sino que pensaba en voz alta —. No quiero ser así.

—Y ese es el primer paso para cambiar. Quererlo —Aseguré.

Sus ojos se posaron en mí. La expresión de su rostro no transmitía nada, era como si sus músculos faciales fuesen incapaces de contraerse.

—No quería pensar eso de ti. Lo intenté —contó sin dejar de mirarme —. Intenté no hacerlo, pero en mi cabeza encajaba todo tan bien que no lo pude ignorar. Llevo años viendo a mi padre serle infiel a mi madre de forma tan descarada, joder. Siempre me vuelvo loco al pensar en eso.

Hizo una pausa mirando a la nada.

—Él sabe que ella la ha pasado mal, y sigue haciendo lo mismo. No poder controlarlo me... me atormenta —Tomé una de sus manos y entrelacé mis dedos con los suyos cuando se quedó callado. Él observó nuestras manos juntas por unos segundos.

Huracán [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora