27

1.6K 156 35
                                    

Él


—A partir de aquí creo que puedo ir solo —dije pensando que Rayo tenía la intención de acompañarme hasta en auto.

Me aparté de él. No quería que me acompañara como si no pudiese mantenerme en pie. Eso me estaba costando un poco, pero podía hacerlo solo. Mi amigo me miró y resopló con cansancio.

—Le dije a Phoebe que no te dejaría correr.

— ¿Por qué prometes cosas que no puedes cumplir?

— ¿Por qué eres tan terco? —replicó poniendo los ojos en blanco.

—Tengo que correr, Rayo. Es mi orgullo el que está en juego —Expliqué.

— ¿De qué te va a servir el maldito orgullo si te pasa algo, idiota? —colocó sus manos sobre mis hombros y les dio un fuerte apretón —. Sabes que siempre he estado ahí para ayudarte después de que haces una de tus estupideces. Que casi nunca te digo nada de cómo te tiras a mierda. Hoy no puedo dejarte hacer esto porque hay demasiada posibilidades de que salga mal. Entiéndelo.

—Rayo...

—Yo corro por ti.

— ¿Qué?

—Que voy a correr en tu lugar —repitió —. No soy tan bueno como tú, pero soy bueno. Quizás no gane pero al menos "habrás corrido". Igual en tu estado no creo que ganes tampoco.

—Rayo, nos conocen. Sabrán que no soy yo.

—Cambiamos de ropa. Me pondré la capucha para esconder mi cabello —mordí mi labio poco convencido. Él continúo insistiendo —. Vamos. No me hagas quedar mal con la mejor amiga de mi chica. Eso me puede costar. —bromeó.

—Está bien —accedí.

Él tenía razón. Estaba tan mal que no sería capaz de ganar contra alguien tan competitivo como Harold. Que, además, quería ganarme sobre todas las cosas posiblemente. De esta forma al menos todos creerían que perdí con dignidad, no que me acobardé, y podría recuperar mi puesto luego. Cuando estuviese... más capacitado.

Fuimos rápidamente a un lugar apartado e intercambiamos la ropa. Rayo se dirigió a mi auto y yo me mantuve alejado, en un punto donde pudiese ver las pantallas y el progreso de la carrera al menos un poco.

Vi como Rayo se introducía en el auto sin que nadie sospechara, escuché los motores rugir a pesar de mi posición apartada, observé cuando los coches salieron disparados de la meta y, un poco más tarde, como mi coche, que conducía mi mejor amigo, se destrozaba en una curva. Era una curva tan obvia ¿Cómo pasó? Con esa pregunta, y otras mil, aturdiendo mi cabeza comencé a correr en dirección a él. Estaba lejos, bastante lejos, pero tenía que hacerlo.

Todo esto era mi culpa. Era mi maldita culpa, joder. Por ser un drogadicto de mierda, un alcohólico, por arrastrarlo conmigo, por permitirle ayudarme con mis mierdas, por dejar que se subiera a ese auto. Yo debía estar ahí dentro. Yo era quien debía haberse accidentado.

Sentía como mi cuerpo reclamaba oxígeno, mi estilo de vida no me dejaba buenas capacidades físicas, pero continué corriendo. Corrí y corrí. Hasta que llegué. Me desmoroné en el suelo junto a la ventanilla del piloto, sin fuerza. Pestañeé varias veces porque mi visión se nublaba, y en ese instante noté que había estado llorando. Gruñí con rabia. Rabia conmigo mismo mientras intentaba hacer que el hoyo en el cristal de la ventanilla rota fuese más amplio, o que la puerta se abriera del todo. Pero no podía. Grité con frustración en tanto, a través de mi visión nublada veía a mi rubio amigo inconsciente, sangrando significativamente, y yo no podía hacer nada.

Huracán [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora