Camila llegó a casa en un estupor de sensaciones. Dejó sus llaves en la mesita que adornaba la entrada de su pequeño departamento que compartía con Taylor, observó a Squid que lamía sus patas en la encimera de la cocina y la observaba de con curiosidad. Suspiró cerrando sus ojos y apoyando su cuerpo a la puerta. Agradecía que Taylor no estuviese en casa porque sus pensamientos estaban en todas partes.
Aún sentía los labios de Lauren quemando en su cuello, lo que resultaba peor de toda la situación era que cada vez que lo recordaba, una sensación deliciosa se sentía en todo su cuerpo. Ese beso en su cuello, con esos labios suaves, esa pequeña mordida que había erizado toda su piel. Su cuerpo se había calentado por completo, había estado así desde ese momento, y siguió empeorando cada vez que Lauren tocaba su piel o susurraba propuestas en su oido. Pasó su mano por su cuello, y sintió unas ganas terribles de descargarse en ese mismo instante.
Abrió los ojos entrando en la realidad, ahora Squid la observaba detenidamente en el sofá que quedaba frente a ella, la miraba fijamente, como si la juzgase por todo lo que su cuerpo estaba sintiendo en ese instante.
"Ya basta, se que me estás juzgando." Susurró recuperando la compostura e iniciando su marcha a su cuarto.
Dio vueltas en círculo intentando detener su cuerpo y apagar las ganas de tocar las puertas de Lauren como se lo había propuesto en el taxi. Se despojó de sus pantalones recostandose suavemente en su cama y bajando sus dedos a su entrepierna. Recordó la sensación una vez más, cerró los ojos imaginándose esos labios besando todo su cuerpo, sus mejillas, sus labios. Mordió suavemente su labio inferior mientras imaginaba esos ojos verdes observándola con descaro, desarmándola con ese brillo leve que llegaba a ellos cuando sonreía con esa malicia.
Siempre había odiado esa sonrisa de Lauren, era una sonrisa que la sacaba de sus cabales, una sonrisa que traía consigo alguna situación dónde Camila por lo regular estaba en desventaja, pero hoy esa misma sonrisa le había erizado toda la piel. Ansiaba tener esa sonrisa frente a ella haciéndola sentir que todo lo que su cuerpo deseaba en estos instantes iba a ser cumplido como si de un reto se tratase. Y sin pensar en las consecuencias de lo que estaba sucediendo en estos momentos, llegó a un orgasmo que hizo que todo su cuerpo se estirara de placer, e imaginó esa misma sonrisa una vez más, feliz de haber cumplido su reto.
Cuando una pizca de raciocinio volvió a su cabeza, suspiró apretando sus dientes y al mismo tiempo, odiando haber llegado a un orgasmo provocado por el juego de seducción de esa mujer.
Toda la noche se la había pasado sintiendo a Lauren por todo su cuerpo, cuando las luces del sol comenzaron a brillar por las cortinas decidió iniciar su día e intentar sacar todo lo que había estado rondando por su cabeza.
Tomó una ducha rápida, se vistió con una licras negras, una camiseta grande y una zapatillas de correr. Salió de casa acariciando a Squid y dejándole un mensaje de texto a Taylor avisándole que iría a visitar a sus padres.
Unos quince minutos después tocaba la puerta de la casa de sus padres, y su madre, Lola, la recibía.
"Mi amor, no te esperaba por aquí tan temprano." Camila sonrió dándole un abrazo de lado.
"Desperté temprano, y aproveché para pasar más tiempo con ustedes." Asintió acariciando su mejilla.
"Estoy preparando unas galletas, ¿quieres probarlas?" Camila asintió caminando a la cocina del pequeño apartamento en el que había crecido con sus padres y sus hermanos. Lola le pasó un pequeño platillo con cuatro galletas recién horneadas.
Entró una a su boca de inmediato, su estómago rugía por no haber ingerido nada para cenar. Tomó una taza y la llenó de café para sentarse en una de las sillas que acompañaban al desayunador.
"¿Dónde están Elizabeth y Gael?" Preguntó ausente mientras Lola se apoyaba de la encimera para observarla.
"Gael salió temprano al trabajo y Elizabeth aún duerme." Camila asintió volviendo a sus pensamientos.
Gael tenía 19 años y trabajaba como mensajero para una oficina de abogados, Elizabeth tenía 22 y estaba comenzando la universidad mientras trabajaba como cajera en una tienda de ropa.
"¿Papá está trabajando también?" Lola asintió. Su padre, Gustavo, trabajaba como vendedor en una tienda de carros, mientras que su madre trabajaba como cocinera en una compañía de banquetería.
"¿Todo bien, Camila?" Camila subió su mirada de las galletas y asintió sonriéndole levemente a su madre.
"Sólo estoy un poco cansada." Encongió sus hombros restándole importancia y observó a su madre. Era una copia exacta de ella, algunas canas esparcían por su cabello castaño oscuro, algunas arrugas en sus ojos y frente, y una sonrisa sincera y cálida la acompañaban.
Su madre asintió tomando asiento a su lado.
"¿Cómo va el trabajo?" Camila terminó de tragar la última galleta y carraspeó suavemente.
"Va bien, esta semana viajé a Luoisville a cerrar una venta." Ella asintió acariciandole la espalda con cariño.
"¿Fuiste con Taylor?" Camila negó.
"Fui con otra compañera, Lauren." Camila frunció el ceño porque todos los recuerdos del día anterior habían vuelto a su cuerpo y suspiró odiando lo traicionero que se había vuelto.
"¿No es esa tu competencia de la que siempre te estás quejando?" Camila asintió rascando su cabello y cerrando sus ojos en frustración. También había vuelto a su mente lo fastidiosa que Lauren podía llegar a ser. "¿Y que tal viajar con ella? Según me cuentas puedo creer que no te cae muy bien." Camila rió con ironía.
"Es un fastidio." Lola sonrió aprentándole suavemente el hombro.
"Es normal que haya alguien que te saque de tus casillas en tu lugar de trabajo, es como si estuviese inscrito en el contrato que firmas. Clausula uno: Probablemente tendrás un compañero fastidioso, lo sentimos, no hay nada que podamos hacer." Camila rió suavemente negando. "Solo tienes que enfocarte en ti, y olvidar al resto del mundo." Camila cerró los ojos ante la ironía de las palabras de su madre, como si sacar a Lauren de su cabeza después de la noche anterior lograría ser trabajo fácil.
"Ya lo superaré." Camila respondió apretando la mano de Lola suavemente.
Unos pasos se escucharon y unos segundos despues Elizabeth aparecía en la cocina aún en pijama y con una cara de que quería seguir durmiendo.
"Hey, Liz." Saludo Camila, feliz de haber obtenido otra distracción.
"Mila, estás temprano." Elizabeth se acercó a ella y depositó un beso en un mejilla para luego servirse una taza de café. "Buen día, madre." Lola sonrió obsevándola.
Se apoyó en la encimera y observó a Camila.
"¿Cómo vas con la universidad?" Preguntó de inmediato.
"Bien, es difícil hacer tantas cosas al mismo tiempo, pero ya me voy acostumbrando." Suspiró apoyándo su mejilla en su mano. "Pronto me quedaré sin novio." Camila sonrió asintiendo, entendía perfectamente lo que se sentía trabajar y estudiar al mismo tiempo.
"Si no se queda en los momentos difíciles es porque nunca fue para ti." Elizabeth volteó los ojos.
"Te estás pareciendo mucho a mamá." Camila negó.
"Mamá es mucho más intensa que yo." Lola golpeó suavemente su hombro.
"Hey, solo me preocupo por ustedes." Camila la observó con adoración.
"Lo sé, madre, y lo apreciamos mucho." Depositó un beso en la mejilla de Lola y se puso de pie. "¿En esta casa se va a cocinar o qué?" Lola la acompañó para iniciar su rutina de los sábados, cocinar y comer en familia.
Camila solo esperaba que la meta del día lograse sacar a cierto fastidio con sus ojos verdes y su sonrisa maquiavélica de su cabeza aunque solo fuese por un pequeño rato del día.
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Tenías que ser tú - Camren
FanfictionCamila Cabello disfruta su trabajo, o eso se dice todas las mañanas para convencerse. Lo que Camila está muy segura que no disfruta es tener que trabajar junto a la engreída, petulante, creída, (y sí, todos los adjetivos horribles que puedas encontr...