Capítulo 21

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Camila estiraba sus brazos buscando el calor de un cuerpo junto a ella. Abrió sus ojos dándole la bienvenida a los rayos de sol que se colaban por las cortinas de las ventanas y suspiró profundo recordando la noche anterior, una suave sonrisa se instaló en sus labios.

Lo que había trascendido entre ella y Lauren era algo especial, pero que la dejaba sin palabras y con un nudo emocionante en la garganta. Nunca en su vida se iba a imaginar que iba a terminar compartiendo una cama precisamente con esa mujer, de todas las personas en el mundo, tenía que ser especialmente ella. Decir que eso sorprendía a Camila era solo una pequeña parte de lo que realmente podría ser.

Lauren se había transformado, el día que Camila cayó en su cama, se imaginaba que ese acto solo alimentaría el ego de la mujer un poco más y que seguiría siendo igual de fastidiosa, o quizá peor, pero todo había transcurrido tan rápido que ni ella misma se había detenido a pensar en ello.

Estaba en una relación con Lauren, por Dios, Lauren Jauregui, la misma mujer que le había dado tantos dolores de cabeza en su vida, esa misma que también había cambiado el parecer de Camila para hacerla conocer los detalles más intrínsecos de algo que Camila podía llamar amor.

¿Amor? Camila abrió sus ojos dándose cuenta de las palabras y se puso de pie de inmediato buscando alguna escapatoria de sus propios pensamientos.

Entró al baño y encontró el cepillo de dientes que había utilizado la última vez que había despertado allí. Respiró profundo viendo su reflejo en el espejo y se pellizcó suavemente para confirmar que todo lo que había ocurrido entre ellas las últimas semanas había sido real.

Sí, era real.

Salió de la habitación y de inmediato escuchó unos gemidos, caminó a ellos y se apoyó del arco que daba entrada a la cocina donde podía ver todo lo que pasaba en cada espacio del apartamento.

Lauren, en pantalones cortos y un sostén deportivo, pegaba patadas en el saco que adornaba el final de la terraza. Hacía repeticiones rápidas de patadas altas, y cómo si ya lo tuviese calculado, la patada que le seguía esperaba que el saco estuviese en la posición indicada para volver a atacarlo. Luego de varias repeticiones el ejercicio cambió, ahora turnaba una pierna con la otra dándole patadas al saco por ambos lados. Todo su cuerpo estaba en un extremo grado de concentración digno de admirar, sus ojos estaban clavados a él cómo si se estuviese defendiendo de un asesino en serie con las miras puestas en ella. El saco se movía a todas partes, pero Lauren siempre sabía a dónde se dirigía, tenía una habilidad admirable y una energía envidiable.

Se detuvo de repente frente al saco, cuando este se detuvo por completo, volteó su cuerpo para luego saltar en el aire y darle una patada sorprendente que hizo que las cadenas sosteniendo al objetivo gritaran como si pidiese ayuda. Repitió las patadas una y otra vez hasta que se detuvo a observarlo una vez más.

Su piel traspiraba, su mirada seguía furtiva fija en él, su pecho subía indicando el esfuerzo que conllevaban sus movimientos. Tomó el saco en sus manos y le sonrió cerrando los ojos.

Camila se adentró en la cocina apoyando sus brazos de la encimera y observando a la bestia que había poseído a esa mujer que le había demostrado que si existía un lado cariñoso en ella. Si Camila se detenía a observar, era como si su cuerpo estuviese poseído por dos personas completamente diferentes.

Dirigió su mirada furtiva a Camila y sonrió. De inmediato, todo el frenesí de sensaciones que se notaban en su rostro cambiaron. Volvía la Lauren que Camila había tenido en sus brazos la noche anterior.

"Buenos días, hermosa." Se acercó a ella rápidamente y depositó un beso en sus labios alejándose de inmediato. "Lo siento, estoy muy sudada." Señaló su cuerpo y Camila la observó desde la punta de los pies a la cabeza. Era una bestia con un cuerpo de muerte, de eso estaba segura Camila. "Debo hacer algunos estiramientos aún para que mi cuerpo no me duela entero. Ya vuelvo." Dio la vuelta nuevamente y se sentó en un colchón de yoga que tenía estirado cerca del saco.

Tenías que ser tú - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora