Capítulo 01

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Saint Paul, Minnesota, febrero de 2003

—Cariño, alerta de semental de primera. A mis tres.

Barcode Tinnasit se echó a reír al escuchar el tono lujurioso de Michelle Avery mientras se giraba en el atestado club para ver a un hombre normalito de pelo oscuro que miraba el escenario donde tocaba su grupo local preferido, Twisted Hearts.

Barcode lo estudió un buen rato y siguió moviéndose al compás de la música mientras le daba un largo trago a su té helado Long Island.

—Es batido —concluyó tras un exhaustivo examen de sus... atributos, entre los que se incluían su apariencia, su porte y su camisa de cuadros roja y blanca.

Michelle negó con la cabeza. —De eso nada, es galleta.

Barcode sonrió por su sistema de puntuación, que se basaba en aquello que rechazarían por mantener a un hombre en la cama. «Batido» quería decir que su atractivo se salía de lo normal y que no lo cambiarían por un vaso de ídem ni de coña. Las «galletas» eran un nivel superior y los «bombones» ya eran dioses.

Sin embargo, el nivel más alto de atractivo masculino eran los «donuts glaseados». La razón era muy sencilla: los donuts glaseados no solo lo dejaban todo lleno de azúcar, además, les hacían saltarse el régimen y era imposible no darles un buen mordisco.

Hasta la fecha, ninguno se había topado jamás con un donut glaseado. Aunque no perdían la esperanza.

Michelle le dio unos golpecitos a Brenda y a Bank en el hombro y señaló disimuladamente hacia el hombre que se comía con los ojos.

—¿Galleta?

Bank meneó la cabeza. —Bombón.

—Bombón sin duda alguna —confirmó Brenda.

—¿Y tú qué sabrás? Tienes novio —recriminó Michelle a Brenda cuando el grupo terminó la canción que estaba tocando e hizo un descanso—. ¡Madre mía! Mira que sois duros...

Barcode miró otra vez al tipo, que estaba hablando con un amigo mientras se tomaba una cerveza. No le aceleraba el corazón, aunque eso era algo que pocos conseguían. Aun así, parecía un tío legal y tenía una sonrisa agradable. Entendía por qué a Michelle le gustaba.

—De todas formas, ¿qué más te da lo que pensemos? —le instó a Michelle—. Si te gusta, ve y preséntate.

Michelle se quedó horrorizada. —No puedo hacerlo.

—¿Por qué no? —quiso saber.

—¿Y si le parezco gorda o fea?

Barcode puso los ojos en blanco. Michelle era una morenita muy delgada que distaba mucho de ser fea.

—La vida es corta, Michelle. Demasiado corta. ¿Quién te dice que no es el hombre de tus sueños? Pero si te quedas aquí, babeando por él sin hacer nada, no lo sabrás nunca.

—Dios —musitó su amiga—, cómo envidio esa actitud tuya de vivir el día a día. Yo soy incapaz.

Barcode la cogió de la mano y la arrastró por entre la multitud hacia el tipo. Le dio unos golpecitos en el hombro. Sorprendido, él se dio la vuelta.

Y abrió los ojos de par en par en cuanto lo vio. Con su metro ochenta de altura, estaba acostumbrado a que la vieran como un bicho raro. Eso sí, era un tanto a su favor que no parecieran molestarle los cinco centímetros de altura que le sacaba. Sus ojos volaron hacia Michelle, que medía un normalito metro sesenta.

—Hola —dijo Barcode para recuperar su atención—. Estoy haciendo una encuesta informal. ¿Estás casado?

Él frunció el ceño. —No.

05 JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora