Capítulo 17

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Yibo rugió de furia cuando se encontró en la sala del trono de la Destructora.

—¡Estaba a un paso de matarlos! ¿¡Por qué me has detenido!?

Sabina, el demonio caronte, seguía reteniéndolo.

Por raro que pareciera, Xedrix no estaba en la estancia con su madre, pero no tenía tiempo para preocuparse por el paradero del demonio. Su mente rebosaba de odio y frustración.

Su madre estaba sentada en el diván con pose tranquila, como si estuviera dando una audiencia y no le importara en lo más mínimo haber destrozado los planes que habían trazado meticulosamente a lo largo de los años.

—No me grites, Yibo. No toleraré la insubordinación.

Se obligó a bajar la voz a pesar de que le hervía la sangre.

—¿Por qué has intervenido?

Apolimia se colocó su almohadón negro sobre el regazo y comenzó a juguetear con una esquina. 

—No puedes vencer al Electi. Ya te lo he dicho.

—Podría haberlo derrotado —insistió. Nadie podía pararlo. Estaba convencido de ello.

—No, no lo habrías hecho —replicó su madre con firmeza. La mirada de la diosa bajó hasta su regazo mientras recorría con las manos el satén negro—. No hay mayor dolor que el que provoca un hijo cuando te traiciona, ¿no es así, Yibo? Le das todo cuanto tienes pero ¿te hace caso? No. ¿Te respeta? No. Te destroza el corazón y pisotea la bondad que estás dispuesto a demostrarle.

Yibo cerró los ojos con fuerza mientras la voz de su madre expresaba en voz alta sus pensamientos más profundos. Se lo había dado todo a Krist y este le había pagado con una traición tan inesperada que había tardado días en asumirla.

Una parte de sí mismo odiaba a Apolimia por decirle la verdad. Otra parte se lo agradecía. Jamás había sido adicto a criar cuervos en sus filas.

Por no decir que jamás le haría a su madre lo que le habían hecho a él.

—Haré lo que tú decidas, madre.

Apolimia se apretó el almohadón contra el pecho y exhaló un suspiro de cansancio.

—Bien.

—¿Qué hacemos ahora?

Ella lo miró con una hermosa sonrisilla. Cuando habló, su respuesta fue muy sencilla, pero su tono estaba cargado de veneno.

—Esperar.

Jeff estaba sentado en el sofá con Barcode

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Jeff estaba sentado en el sofá con Barcode. Big dormía plácidamente en los brazos de su padre, ajeno por completo a la violencia y a la sangre que se había derramado esa noche.

Ajeno al hecho de que el mundo al que acababa de llegar había estado a punto de llegar a su fin. Desde que regresaron a casa, se había negado a perder de vista a ninguno de los dos.

05 JeffBarcodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora