Capítulo 12

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Ella no había podido evitarlo, de verdad que no. Algo en su interior había estallado con la pequeña confesión de Merlina, sacando su parte omega más profunda a relucir.

Primero, había apoyado la cabeza en el hombro de la mayor, y el aroma a alfa había sido tan intenso que se había sentido desfallecer. Cuando quiso darse cuenta, su nariz se deslizaba suavemente sobre el cuello de Merlina, impregnándose del enloquecedor aroma.

Un gruñido bajo rasgó el pecho de la pelinegra, haciendo a Enid estremecer. No fue capaz de moverse. Lentamente, Merlina llevó su mano a la nuca de la omega y comenzó a repartir suaves caricias en la zona. La piel se erizó bajo las yemas de sus dedos, y Enid dejó escapar un suave suspiro que golpeó directamente en la base de su garganta. Un gruñido, esta vez un poco más fuerte, hizo vibrar su pecho. No sabía cómo habían llegado a aquella situación, pero todo su autocontrol se estaba yendo a la mierda.

—Enid, por favor... Para.

Su voz salió ronca, pero no podía evitarlo, la suprema excitación comenzaba a apoderarse de su cuerpo. Tenía que detener aquello, o acabaría arrancándole la ropa a la chica en aquel lugar público.

La idea hizo que sus pantalones estuvieran un poco más apretados de repente; quería marcar a Enid, hacerle saber a todo el mundo que la omega más perfecta que alguna vez pisó la faz de la tierra le pertenecía. Pero no podía, aquello no iba a pasar.

Enid, finalmente, comenzó a retirarse despacio. Su omega gruñendo por la separación.

—Lo... lo siento mucho, Merlina. Mi-mi celo está a punto de empezar y... No volverá a pasar.

Sinclair parecía avergonzada y realmente arrepentida. ¿Cómo no estarlo si se había restregado en el cuello de Merlina como una desesperada? Había oído cientos de leyendas sobre la combustión espontánea, pero nunca quiso con tantas fuerzas que fuera real.

Mientras, Merlina parecía ajena a la vergüenza de la menor. Su tono arrepentido caló con fuerza en su persona, "Mi celo está a punto de empezar", "No volverá a pasar". Claro que no lo haría, no podía permitirse hacerse ilusiones cuando Enid solo había seguido sus instintos guiada por el próximo inicio de su calor. Era una reacción natural, no significaba que sintiera nada por ella. Aún así, una sensación de vació se instauró en alguna parte bajo sus costillas, sospechosamente cerca de su corazón.

—No importa. Vamos a ver la película.

No habrían podido hacerlo ni aunque hubieran empleado toda su fuerza de voluntad. Los ojos de Merlina parecían estar anclados en Enid y en su perfecto perfil. Se deslizaban con admiración, acariciando con la mirada sus largas y rizadas pestañas, sus pómulos altos, su nariz respingona y sus voluminosos labios. Dios, se moría por besar esos labios. Aunque el jadeo que escapó de estos cortó todo el fantaseoso flujo de sus pensamientos. Y la oleada de olor a omega que se esparció después por toda la sala, le hizo clavar las uñas tan profundo en la butaca que sintió que arrancaría la tela.

Absolutamente todo el cine pareció entrar en tensión, incluso Divina parecía haber tensado todos los músculos de su cuerpo.

—Enid.

Yoko no se molestó en susurrar cuando lo sintió. Su amiga acababa de entrar en celo. ¿Cómo podía ser tan irresponsable? Lo único que recibió como respuesta fue un agónico jadeo entrecortado. Enid lloraba, y podía verla temblar desde su lugar.

Se levantó, ignorando a las alfas que permanecían con expresiones pétreas y ojos cerrados, intentando mantener el control. El olor de omega de Enid era uno de los más fuertes que Yoko había olido jamás. Era tan irresponsable lo que había hecho, no importaba cuántas ganas tuviera de acudir a esa especie de cita con Merlina.

intocable; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora