—Yoko, dilo. Tienes que decirlo.
—No.
—¡Vamos! Sabes que es verdad. Venga, repite conmigo: "Enid tenía razón".
—Y, ¿cómo sé que dices la verdad, eh? A lo mejor solo me estás mintiendo para que te dé la razón. Acabas de decir que Merlina Addams estuvo en tu casa comiendo galletas caseras como si fuera una chica normal, eso no tiene ni pies ni cabeza.
—¡Pero es que es un chica normal!
Enid resopló frustrada, no había forma de hacer cambiar de opinión a su testaruda mejor amiga.
—Además —habló de nuevo Yoko, mientras terminaba de tragar un trozo de sándwich de pavo—, que se haya comportado mientras hacían un trabajo no quiere decir nada. ¿Sabes lo que me contaron el otro día? Dicen que le rompió un brazo a un tipo en los billares —susurra lo último, acercándose a su amiga y mirando a los lados con cautela—. Te digo que esa alfa no es trigo limpio.
La menor gruñó suavemente, no le gustaba que su amiga hablara así. Ella sabía que la mala fama precedía a Merlina, pero no creería ninguno de aquellos rumores hasta que la propia alfa o el supuesto chico al que le rompió el brazo se lo confirmasen.
Muy indignada, se levantó de la silla y cogió su bandeja del almuerzo.
—Juzgar a alguien sin conocerlo no es de buenas personas, Yoko, y yo no puedo comerme mi puré de papas ni tomarme mi juguito de fresas sentada en la misma mesa que alguien que no es una buena persona.
Echó a andar con dignidad, dejando a una boquiabierta Yoko, mirándola en su sitio. Barrió la cafetería con la mirada, aún no había terminado la hora del almuerzo y realmente tenía hambre, así que necesitaba un sitio para sentarse.
Pensó en hacerlo junto a Rowan Laslow, era un beta muy simpático que siempre era amable con ella, pero entonces, vio la mesa de la epidemia.
Todos la llamaban así porque nadie se acercaba a ella, como si estuviera infectada por alguna clase de virus mortal, y el motivo, era que en esa mesa se sentaba Merlina Addams.
La alfa se sentaba con los brazos cruzados, con los auriculares aislándole del bullicio de la cafetería y con una bandeja de comida intacta frente a ella. Una idea fugaz pasó por la mente de Enid, ¿qué pasaría si se sentase con ella? ¿Le diría que se marchara? No perdía nada por intentarlo.
Antes de que tuviera la oportunidad de llamar su atención, el dulce aroma de la omega golpeó a Merlina con fuerza, tensando cada músculo de su cuerpo. Cerró los ojos, disfrutando de aquella esencia que se había convertido en su droga favorita, y no le dio tiempo a procesar la presencia de la rubia junto a ella, mirando tímidamente sus converse blancas y mordiéndose el labio inferior. Rápidamente se quitó los auriculares.
—Esto... Merlina, ¿puedo almorzar contigo?
La pelinegra boqueó como un pez fuera del agua. Enid estaba ahí de pie, frente a ella, incapaz de mirarla a los ojos, preguntándole con esa adorable timidez tan característica suya si podía almorzar con ella. Estaba soñando, estaba convencidísima.
—Despierta, despierta —se dijo a sí misma y se dio una bofetada.
—¿Estás bien? —preguntó Enid con preocupación.
Merlina pestañeó aturdida, ¿aquello no era un sueño?
—Eh... Quiero decir, ¡claro! Sí, sí, puedes sentarte aquí. Claro, sin problema —respondió nerviosamente, incorporándose en su asiento.
Enid sonrió ampliamente, haciendo casi desaparecer sus ojos, y el pecho de Merlina se inundó de cálida miel.
—¿Hoy no almuerzas con tu amiga?
El ceño de la menor se frunció y su nariz se arrugó, Merlina pensó que no había nada más adorable que una Enid enfurruñada.
—Estoy enfadada con ella.
—¿Por qué?
La chica se mordió el labio inferior y desvió la mirada, dudando de si debería decirle el motivo por el que se había molestado con Yoko.
—Merlina, ¿te puedo preguntar algo?
—Claro.
—¿Le rompiste el brazo a un chico en los billares?
Addams se quedó en blanco, se habría esperado cualquier cosa menos eso.
—¡No! Yo ni siquiera voy a los billares, me parecen una pérdida de tiempo.
Enid sonrió y suspiró aliviada.
—Sabía que no podrías haber hecho algo así.
Aquello descolocó por completo a la pálida. Sabía que aquello era un rumor que estaba últimamente en circulación, uno de tantos. La gente ni siquiera se molestaba en confirmarlos, solamente los iban pasando de boca en boca como si se tratara de verdades absolutas.
Ella ya estaba acostumbrada, había aprendido a vivir con las miradas cautelosas y los susurros a sus espaldas, se había ganado la desconfianza de la gente sin saber cómo, y nadie cuestionaba que ella fuera capaz de romperle el brazo a otra persona. Nadie, salvo la chica frente a ella.
Sincalir no la conocía, nunca habían hablado antes de hacía dos días, era consciente de los rumores y, sin embargo, había confiado en ella y había puesto su palabra sobre las habladurías. Aquello sí era nuevo para la alfa.
—Y, ¿qué tiene esto que ver con la pelea con tu amiga?
La omega volvió a apartar la mirada, algo avergonzada por la actitud de Yoko.
—Bueno, ella dice que no eres de fiar, que eres una mala persona. ¡Pero ella no te conoce! Solo hace caso a lo que las malas personas hacen circular por ahí. Eso no está bien —sentenció con el ceño fruncido.
Merlina volvió a boquear.
—¿Te has peleado con tu mejor amiga por defenderme... A mí? —se señaló, como si hubiera alguien más sentado en esa mesa. Aquello sonaba incluso más irreal pronunciado en voz alta.
—Sí, y no pienso volver a hablarle hasta que admita que tengo razón.
—¿Razón sobre qué?
—Sobre que eres una buena persona.
Aquella sonrisa donde la ojiazul mostraba sus perfectos dientes terminó por desarmar a la de pecas, nunca nadie había dicho algo así de ella, llevaba tanto tiempo escuchando críticas que había empezado a creerlas. Tenía que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no envolver a Enid en un asfixiante abrazo y marcarla allí mismo, delante de todo el instituto, para que todos supieran que la persona más maravillosa del mundo le pertenecía. Ojalá eso fuera posible.
—¿Y tú cómo sabes eso? Nunca habías hablado conmigo hasta hace dos días.
La otra se encogió de hombros.
—No lo sé, solo lo siento. Justo aquí.
Se llevó una mano al corazón y sonrió.
La alfa no aguantó más, necesitaba tocarla.
Alzó su mano y acarició con suavidad la esponjosa mejilla de la contraria. Una corriente tan fuerte recorrió sus dedos que quedó aturdida, ¿así es cómo se sentía rozar el paraíso?
Ambas sonrieron tímidamente, ninguna de las dos se había dado cuenta de que toda la cafetería las estaba mirando como si acabara de aterrizar un platillo volador justo encima de su mesa. Ninguna se había dado cuenta, porque no podían prestar atención a nada más que no fueran ellas.
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Intocable | Wenclair
RomanceTras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Merlina es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello rubio y mejillas regordetas. ¿Será capaz de dar un...