Diez años después...
—Maddy Addams, deja de darle patadas a tu hermano.
—¡No quiere devolverme la PSP!
—Isaac Addams devuélvele la consola a tu hermana ahora mismo.
—¡Pero si es mía!
—Merlina Addams, ayúdame con tus hijos.
La alfa apareció detrás del sofá y le arrebató a su hijo menor la consola de las manos.
—¡Eh!
—Para empezar, no sé qué hacen jugando a la consola en una reunión familiar.
—Oh, vamos, Merlina. No seas tan dura. Nosotras a su edad estábamos enganchadas a la Xbox.
—¿Solo a su edad?
Yoko entró al salón cargando una ensaladera.
—Ya está aquí Divina la tía genial. ¿Quieres que le cuente a tu hijo qué hacías tú en los baños del instituto a su edad?
—Shhhh, lo que pasa en los baños, se queda en los baños.
—Vaya par de alfas, parecen niñas.
Merlina se acercó a su omega y rodeó su cintura con un brazo.
—Menos mal que me quieres así —dijo y dejó un sonoro beso en su mejilla, haciéndola sonreír ampliamente. Habían pasado casi quince años y aún se querían como el primer día.
Ya era tradición, todos los viernes las dos familias se reunían en casa de los Addams para cenar juntos. Tres omegas, cuatro alfas y un beta recién presentado. Menos mal que la mesa era desplegable.
—Ya está todo preparado —anunció Yoko.
—Genial, porque me estaba muriendo de hambre —dijo Maddy.
—No tan rápido, jovencita. Faltan Pericles y Eugene.
Los dos hermanos resoplaron a la vez.
—¡Pero mamá, nos morimos de hambre! —se quejó Isaac.
—Si estuvieras muerto, no molestarías tanto.
—¡Merlina!
—Era broma.
—Deben estar a punto de llegar, Eugene me dijo que debían arreglar algo de clase, no tardarán demasiado.
En realidad, ya habían llegado.
Al otro lado de la puerta, una joven pareja sostenía sus manos temblorosas.
—¿Estás listo?
—No.
—Eugene, ya habíamos hablado de esto.
—Lo sé, Pericles, pero aún así... Estoy nervioso —dijo el castaño y Pericles lo encaró, sostenido su rostro entre sus manos.
—Eugene, nos hemos criado juntos, nuestra madres son mejores amigas desde hace años, hemos hecho cientos de fiestas de pijamas con los renacuajos de mis hermanos... Ya somos como una pequeña familia —sonrió el pelinegro—. Nos apoyarán, seguro. Van a alegrarse de que hayamos dado un paso más en nuestra relación.
—Pero... ¿Y si no lo hacen?
—Tendrán que hacerlo, porque, si de algo estoy seguro, es de que eres mi alfa y te quiero, y quiero pasar el resto de mi vida contigo —finalizó el mayor.
Para Eugene, mirar los expresivos ojos de Pericles era como despertar cada mañana y descubrir que era Navidad. Sentía que podría hacer cualquier cosa con tal de contemplar esa dulce y confiada sonrisa que le regalaba su amado omega.
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intocable; wenclair
RomanceTras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Merlina es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello rubio y mejillas regordetas. ¿Será capaz de dar un...