Capítulo 13

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Cuando las dos chicas se marcharon de la sala, los susurros y cotilleos no se hicieron esperar.

—Dios mío, ¿has olido a esa omega? Seguro que ha entrado en celo.

—Es lo más dulce que he olido nunca, ¿crees que aún estará por aquí cerca? Podríamos ir a buscarla...

Un fuerte rugido acalló a los dos alfas, que hablaban en la fila de atrás.

—Vámonos de aquí —bramó Merlina, haciendo su mayor esfuerzo por no girarse y arrancarles la cabeza a aquellos que se habían atrevido a hablar así de Enid.

Divina asintió y abandonaron el cine.

—¿Qué narices acaba de pasar?

—Ha entrado en calor.

Merlina aún sentía cada nervio de su cuerpo en tensión. Su bestia interior le rugía, exigiéndole que fuera en busca de su omega y pasara su calor a su lado, que la reclamara como suya y que no se separara nunca de su lado. Con un gruñido, golpeó la pared más cercana, sobresaltando a todo el que pasaba por allí.

—Ey, Merlina, ¿qué te pasa? —preguntó la más alta, preocupada.

—Quiero... Necesito verla —dijo entre dientes.

—¿Y por qué no vas a buscarla?

La pelinegra rió amargamente.

—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Por qué iba a querer Enid pasar su calor conmigo?

Divina rodó los ojos.

—Eh... ¿Porque le gustas? Duh.

Merlina miró a su amiga como si acabara de decir la mayor locura de la historia.

—No digas estupideces.

—¡Oh, vamos! ¡Solo le faltaba subirse encima de ti ahí dentro! Yoko y yo no nos lo creíamos. Y, hablando de Yoko, ¿tienes su número de...?

—Solo estaba actuando guiada por su calor.

—Pues yo creo que estaba deseando que la marcaras.

—¡¿Estás loca?! Nunca le haría eso a Enid.

—¿El qué? ¿Marcarla? ¿Qué tan malo podría ser?

—Ella es una omega dulce y jodidamente brillante, es la persona más inocente y alegre del mundo y no hay manera de que quiera estar amarrada a mí de por vida. No importa lo enamoradas que estemos mi loba y yo de ella, nunca me perdonaría. Cada vez que estamos juntas, la gente nos mira como si fuéramos de otro planeta, y susurra. Yo sé lo que es ser el centro de los comentarios, el foco de las miradas de desprecio, que la gente se invente mierda sobre ti; pero ella no. Ella es demasiado buena para eso, demasiado buena para mí. No pienso exponerla a las habladurías de la gente.

—¿Desde cuándo te importa lo que digan los demás?

—¡Yo solo quiero protegerla, Divina!

Merlina sentía su pecho subir y bajar acelerado, la respiración pesada y sus puños tan apretados que estaba comenzando a sentir las uñas atravesándole la piel de la palma de las manos.

Divina suspiró, no tenía remedio.

—Mira, eso es una decisión muy personal, pero estoy segura de que están destinadas a acabar juntas. No dejes que los demás jodan tu felicidad.

Las dos alfas no volvieron a hablar mientras regresaban a casa, ni siquiera en el trayecto en autobús. Se despidieron en la parada y cada una tomó su camino.

Quizá parecía una estupidez, pero ella había visto a Enid relacionarse con la gente. Era una persona sociable, con muchos amigos y un sinfín de admiradores. Ella simplemente no podía arrebatarle todo eso.

Intocable | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora