Divina había tardado dos horas de reloj para decidir qué se pondría en su cita con Yoko. Al final acabó eligiendo unos jeans sueltos, una playera negra y unas converse del mismo color.
Llegó diez minutos tarde.
Corrió desde su casa, hasta doblar la esquina del cine y detenerse en seco. Yoko ya estaba allí, esperándola apoyada contra el muro de ladrillos. El sol se reflejaba en su cabello y arrancaba destellos de su lisa piel. Vestía unos jeans altos y un bonito suéter tejido color gris claro que le quedaba demasiado bien. Divina sonrió, era demasiado hermosa.
Caminó hacia ella, intentando normalizar su respiración tras la carrera. Tenía miedo de que la omega estuviera enfadada por su retraso, pero, cuando sus miradas se cruzaron, ella sonrió, y fue la sonrisa más bonita del mundo.
—Siento llegar tarde.
—No importa, la película empezaba en veinte. Aunque tendrás que compensarme por dejarme sin palomitas, no tenemos tiempo para comprar.
Divina asintió, realmente aliviada porque la omega no se hubiera enfadado con ella, no quería cagarla en su primera cita. Su primera cita, qué bien sonaba aquello. Esperaba que fuera también la primera de muchas.
Se dirigieron a comprar las entradas, les atendió un simpático beta que no dejó de sonreír a Yoko en ningún momento. Divina frunció el ceño.
—Aquí tienes tu cambio, linda —dijo el chico y le guiñó descaradamente un ojo.
Divina sintió su pecho vibrar en un suave gruñido. Ella no era así, era una persona alegre y tranquila, los celos no iban con ella, pero con Yoko... Era diferente. Había salido con otras omegas antes, omegas verdaderamente hermosas, pero ninguna se acercaba mínimamente a la de sonrisa de niña buena y manos finas.
La castaña rió suavemente, aquel gruñido no le había pasado desapercibido. Divina no dijo nada, pero ella sabía que estaba celosa. Le pareció adorable. Cuando el cajero le dio las entradas, se giró y se estiró un poco para dejar un casto beso sobre la mejilla de la pelicorto.
—¿Vamos, cariño?
La cara de Divina no tuvo precio. Boqueó como un pez fuera del agua y abrió los ojos en desmesura. Si no hubiera sido porque Yoko la cogió la mano y tiró de ella, se habría quedado clavada en el suelo, bloqueando la cola. Pero feliz, muy feliz. No le preguntó por qué lo había hecho, el cálido cosquilleo que le recorría la mejilla allí donde los suaves labios de la omega se habían posado le impedía pensar con claridad. Lo único que tenía claro, era que quería que se repitiera.
Cuando entraron a la sala, los tráilers ya habían empezado. Se acomodaron en silencio y esperaron a que diera comienzo la película.
Yoko parecía verdaderamente una fan de la película original. Se reía cuando tenía que hacerlo y se emocionaba en los momentos adecuados. Cuando Mufasa murió, lloró agarrando el brazo de Divina y ya no volvió a soltarlo en toda la película. Divina no se enteró de nada. Solo podía contemplar embobada las reacciones de la omega, con una imborrable sonrisa estúpida en la cara.
—¡Ha sido impresionante! ¿Has visto cuando Simba, Timón y Pumba cantaban Hakuna Matata? ¡Te juro que es mi canción favorita!
Yoko tendía a gesticular mucho cuando hablaba de algo que le gustaba. Saltaba emocionada al lado de Divina, que solo la miraba con ternura.
—¿Cuál ha sido tu parte favorita?
—Tú.
Yoko se sonrojó y dejó de saltar. Comenzó a caminar a un lado de la pelicorto, mirándose tímidamente los pies. La alfa sonrió, acababa de descubrir que le encantaba ver a la omega avergonzada. En un arranque de valor, se atrevió a sostenerla de la mano. Ninguna dijo nada, los latidos de sus corazones hablaban por ellas.
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intocable; wenclair
RomanceTras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción! Merlina es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello rubio y mejillas regordetas. ¿Será capaz de dar un...