Capítulo 16

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Merlina tuvo que esperar un angustioso día entero hasta poder volver a ver a Enid. La omega llegó tarde a clase, arrastrando los pies, con la piel pálida y sin brillo, con los ojos tristes y profundas ojeras bajo estos.

El olor de la tristeza era tan intenso que la temperatura del aula descendió un par de grados. Ni siquiera el profesor se atrevió a reclamarle por la tardanza, parecía estar a punto de quebrarse. Merlina quería pegarse un tiro por eso.

Enid se había tomado dos supresores esa mañana y se había obligado a salir de la cama. Ella no era así, ella no dejaba que nada arruinara su buen humor, no importaba lo mucho que doliera ver a Merlina sentada en su sitio de siempre, con la vista clavada en su persona.

Enid y su orgullo malherido hicieron todo lo posible por ignorar a la alfa y a su delicioso olor que le evocaba dolorosos recuerdos de unas manos delicadas recorriendo cada rincón de su cuerpo desnudo y haciéndola suspirar. Maldijo en voz baja, debía olvidarse de Merlina. No podía hacer nada si la alfa la había rechazado. Y volvió a maldecir, porque ella nunca maldecía.

Caminó hacia su mesa y se sentó al lado de Yoko, que la miró con preocupación.

—¿Cómo te encuentras?

—Estoy bien —y sonrió.

La sonrisa más rota del mundo.

Yoko fingió creerle y ella suspiró agotada intentando poner algo de atención en la clase. No podía permitirse que sus notas bajaran, eso nunca. Aunque era verdaderamente difícil concentrarse cuando podía sentir la mirada de Merlina clavada en su nuca, casi como un contacto físico real.

Sabía que su aspecto no era el mejor, y que estaba llamando la atención de muchos a su alrededor. Incluso el señor Liam, que normalmente tenía predilección por ella para hacer preguntas sobre la materia, había decidido darle su espacio, ignorándola durante toda la clase. Se lo agradeció mentalmente de todo corazón.

Merlina no podía apartar la mirada de la enmarañada cabellera que Enid trataba de disimular con un chongo mal hecho, estaba en tensión, forzándose a mirar la pizarra, ignorándola deliberadamente. Tenía que encontrar el momento justo para hablar con Enid, para poder decirle que sentía haberse marchado, que la amaba y que nunca se iría de su lado, pero las manecillas del reloj parecía reírse de ella, moviéndose con una lentitud exasperante.

Merlina nunca fue una buena alumna, pero aquel día ni siquiera fue consciente de qué asignaturas estaba teniendo. Ni siquiera se molestó en sacar los libros de la mochila, lo que fue algo bueno cuando sonó el timbre y solo tuvo que levantarse para dirigirse rápidamente hacia la omega.

Enid no necesitó ver a la pelinegra para saber que se acercaba, su olor era intenso y podría reconocerlo a kilómetros de distancia, ahora más que nunca.

—Lo siento, Yoko, tengo prisa.

Sin esperar respuesta de su amiga, salió corriendo de la clase, en dirección a la cafetería.

—¡Enid!

Escuchó a Merlina llamarla, pero hizo su mejor esfuerzo para ignorarla. Aprovechó para fundirse con la marea de estudiantes que se dirigían a la cafetería.

Ese día se sentaría con Emily y Olivia, Merlina no se acercaría a ella delante de tanta gente. Ese pensamiento le dolió, empezaba a pensar que quizá la alfa se avergonzaba de ella. Desechó aquello de su mente y siguió caminando hasta llegar a la doble puerta de la cafetería.

Por suerte, sus amigas alfa y beta eran siempre las primeras a la hora de almorzar y ya estaban sentados en su mesa habitual con su grupo de amigas, comiendo y charlando animadamente. Enid corrió hasta llegar a ellas.

intocable; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora