Extra: Yokovina (1/2)

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Tienes tres nuevos mensajes.

—Sí, esto... Hola Yoko. Soy Divina, la amiga de Merlina. Sí, bueno, le pedí a Enid tu número. ¿Te has enterado de que esas dos ya se han acoplado? Oh, pero, ¿qué estoy diciendo? Eres la mejor amiga de Enid, claro que lo sa...

Piiiii...

—Mierda, soy yo otra vez. Me he enrollado y se ha acabado el tiempo. Lo siento, estoy un poco nerviosa, bueno, tú me pones nerviosa. ¡Mierda! ¿Por qué no me puedo callar? Uf, el caso es que quería saber si te gustaría...

Piiiii...

—¡Hey, soy Divina otra vez! La única imbécil a la que se le cortaría un mensaje dos veces... Bueno, solo quería saber si tú, esto, si te gustaría... ya sabes, si no es demasiada molestia- ¡Dios! ¡¿Por qué esto es tan dificil?!

Yoko miró incrédula el contestador automático, sintiendo ganas de reír. Aquello había sido malditamente adorable. Divina estaba tan nerviosa que casi la podía sentir dar vueltas sin rumbo por la habitación a través de la línea telefónica. El sonido de una notificación en su teléfono desvió su atención del aparato. Tenía un nuevo mensaje.

984 *** ***

—¡Hola, Yoko! Soy Divina, sí, otra vez... Si aún no te has acercado al contestador, por favor, borra mis mensajes. Si ya los has oído... Creo que preguntarte esto no tendrá sentido, porque seguro que crees que soy media tonta o algo y no querrás acercarte a mí. Aún así, no pierdo nada por intentarlo, a parte de la poca dignidad que me queda, claro. Bueno, lo que quería preguntarte en tres patéticos mensajes, que espero que no hayas escuchada, era que si te apetecería salir conmigo algún día a... no sé, dar una vuelta, tomar un helado, caminar juntas rumbo al amanecer a lomos de un caballo blanco. Si te apetece, podrías llamarme, o enviarme un mensaje, no envíes palomas mensajeras porque hace tiempo que sellaron mi ventana. Bueno, voy a dejar de ponerme en ridículo. ¡Adiós!

Yoko sonrió enternecida por el mensaje, y algo sonrojada. Divina era un tanto extraña, pero realmente se merecía una oportunidad por el esfuerzo. Debía reconocer que su corazón se había acelerado un poco con los adorables intentos de la alfa por invitarla a salir. Además, Yoko quería comprobar cómo reaccionaría la chica si la llamaba de repente.

—¡Estúpida, estúpida, estúpida! ¡Soy una imbécil!

—Sep, lo eres.

Merlina estaba tirada en la cama de su amiga, jugando a lanzar palomitas y atraparlas con la boca, mientras Divina se golpeaba repetidamente la cabeza contra la pared.

—No eres de ayuda, ¿sabes?

—Eres tú la que le acaba de admitir a la chica que le gusta que difícilmente puede hablar a su alrededor...

—También le he preguntado si quería cabalgar conmigo hacia el amanecer a lomos de un caballo blanco.

Merlina abrió la boca y la palomita que acababa de atrapar al vuelo cayó rodando. Entonces, estalló en carcajadas, retorciéndose sobre el colchón.

—¡Eres patética!

—¡Dios mío! ¡Seguro que no quiere saber nada de mí! —se lamentó Divina.

La banda sonora de Indiana Jones interrumpió de nuevo los cabezazos del alfa contra la pared. "Yoko bonita" aparecía iluminado en la pantalla de su teléfono. La alfa de cabellos cortos chilló y convulsionó en el sitio, lanzando el móvil a través de la habitación.

—¡Es Yoko!

—¡Mierda, Divina! ¡Cógelo!

Aún no había dejado de gritar cuando alcanzó el aparato.

—Hey, Yoko, ¿qué pasa? —contestó, aparentando tranquilidad.

La risa de Merlina se escuchó de fondo y Divina la miró mal.

—Hola, Divina. Acabo de leer tu mensaje.

—¿Y los de voz...? —preguntó cruzando los dedos.

—Sí, también los he escuchado.

Divina suspiró.

—Llamas para mandarme a la mierda —afirmó, decaída, sentándose en la cama.

Una dulce risita divertida se escuchó al otro lado, y el estómago de Divina se encogió.

—En realidad, llamaba para decirte que acaban de estrenar el live action del Rey León. Yo soy muy fan de la película y de Disney, así que me gustaría mucho verla, y había pensado que a lo mejor te gustaría acompañarme.

—¡Sí, sí! ¡Joder, sí! —saltó emocionada y luego se aclaró la garganta, recobrando la compostura—. Quiero decir; sí, claro. No estaría mal.

Yoko volvió a reír, arrancándole una sonrisa embobada a la alfa.

—¿Segura que no te apetece hacer otra cosa como, no sé, montar a caballo rumbo al horizonte?

—Era al amanecer —respondió sonrojada—. Y, creo que el cine está bien.

—¡Genial, porque los caballos me dan un miedo terrible! ¿Te parece si quedamos mañana a las seis en la puerta del cine?

—Claro, allí estaré.

Ambas sonreían inevitablemente.

—Nos vemos en nuestra cita... Didi —se despidió Yoko.

—¡Espera! ¡¿Cita?! ¡¿Qué?!

Divina se quedó sentada en la cama, mirando a la nada, con el rostro inexpresivo.

—Hey, Divina, ¿qué pasa? —le preguntó Merlina, pasando la mano por delante de sus ojos, sin obtener reacción.

—Ha dicho que es una cita.

—¿Cómo?

—¡VOY A TENER UNA CITA CON YOKO!

Saltó de repente, como si fuera un resorte, abrazando a Merlina hasta el punto de asfixiarle.

—¡Ey, suéltame, suéltame! ¡Yo solo dejo que Niddie me toque! ¡DIVINA

intocable; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora