Moscú
Había un condón usado en el piso cerca de la cama.
Esto no sería particularmente digno de mención si no fuera por el hecho de que Minho había estado ausente varias semanas y,el preservativo definitivamente no le pertenecía.
Minho miró fijamente al condón, sintiendo la bilis subir hasta su garganta. Su mirada se desplazó hacia la imagen de la mesita de noche, una foto de un día en el parque. Él y Yoona parecían tan felices, su pequeño cuerpo parecía diminuto en sus brazos mientras la abrazaba por detrás.
Volvió a mirar el condón y se sintió mal del estómago.
Tras de él, Yoona seguía parloteando distraídamente, diciendo lo feliz que estaba de que hubiera regresado a casa, de Suiza, antes de lo planeado.
Minho siempre se había enorgullecido de nunca golpear una mujer. Era un tipo grande, con un trabajo peligroso, un temperamento excitable y puños a juego, pero nunca había golpeado a una mujer.
Nunca había estado tan tentado en su vida.
Y había pensado que esta semana no podría empeorar. Aparentemente no era suficiente que hubiera perdido su trabajo y la confianza del hombre al que había considerado un amigo. Descubrir que su novia había traído a otro hombre a su propia casa para follar, y engañarlo en su propia cama, no era otra cosa que la cereza arriba de todo ello.
—¿Quién es? —Se oyó decir Minho, con la voz llana.
El parloteo constante de Yoona finalmente se detuvo.
—¿Qué?
Minho se dio la vuelta y apuntó con el dedo hacia el condón.
—¿Quién es el sorete con el que me estás engañando?
Los enormes ojos de Yoona se ensancharon. Sus labios temblaban.
—Minho, no es lo que...
—¿No es lo que parece? —gruñó Minho—. ¿Estás jodiendo conmigo, Yoona?
Ella se estremeció, alejándose de él.
—No sé de qué estás hablando —dijo ella con voz llena de confusión.
No era una mala mentirosa. Demasiado malo para ella que Minho fuera un ex agente federal y reconocía a la gente que mentía para ganarse la vida. Solía ser uno de ellos.
—¿Quién es? —preguntó. No sabía por qué de repente era tan importante. No, sabía por qué: él no creía que fuera capaz de golpear a una mujer, ni siquiera ahora, sin importar cuan mentirosa y puta-engañadora fuera. Con un hombre sería un asunto diferente. El cuerpo de Minho picaba por una pelea, había estado ansioso por encontrar una salida para su frustración y rabia reprimida desde que Jonghyun lo había despedido de su cargo de jefe de seguridad. Si Minho era honesto consigo mismo, necesitaba encontrar una salida para su ira desde que ese joven, Kim Kibum, había conseguido tener al jefe de Minho envuelto en su dedo meñique. Hasta el día de hoy, desconcertaba y disgustaba a Minho cómo el pequeño chupapollas habría logrado engañar a un hombre como Jonghyun. Minho nunca había pensado que Jonghyun fuera gay. Todavía estaba convencido de que Jonghyun no lo era. Todo era culpa de Kim Kibum: el mocoso tenía los ojos más enigmáticos que jamás había visto. Incluso Minho, un hombre completamente recto, no pudo evitar mirarlos un poco.
—¿Quién es? —preguntó Minho. Le dolía el pecho más de lo que le hubiera gustado admitir. Yoona había sido su novia oficial por dos años. Era inteligente, divertida y hermosa. La había querido genuinamente, a veces incluso pensaba que la amaba. Habían tenido algo bueno entre ellos. O eso había pensado. Al parecer, Yoona era de una opinión diferente si había caído en la polla de otro hombre en las pocas semanas que había estado fuera.