Jonghyun iba a matarlo si algo le sucedía a su precioso niño, mientras que Minho estaba fuera. No importaba que el peligro fuera mínimo después de que el culto había sido capturado (podría haber exagerado un poco cuando le había dicho a Kibum sobre las preocupaciones de la policía) y la seguridad en el edificio de Kibum era de primera. Ningún sistema de seguridad era impenetrable. Por no hablar de que era algo preocupante que Jonghyun no hubiera contactado con cualquiera de ellos en un par de días.
No debería estar aquí. Debería haberse quedado cerca de Kibum y esperar noticias de Jonghyun en lugar de acechar a Lee Taemin. Acechar probablemente era una palabra demasiado suave. Estaba siendo totalmente espeluznante.
Porque irrumpir en el departamento de alguien y verlo dormir era malditamente espeluznante, incluso para sus muy bajos estándares.
Minho se quedó mirando al hombre dormido, tratando de luchar contra el creciente resentimiento en su interior. Racionalmente, sabía que esta obsesión... no era culpa de Taemin. Era un hombre adulto, y era el único responsable de sus fallas y por su falta de control. No fue culpa de Taemin que toda esta semana se había sentido como arañando fuera de su piel, queriendo verlo.
No había sido una cosa fácil de aceptar. Minho se había visto obligado a dejar de vivir en negación cuando se había atrapado a sí mismo esperando -deseando- ver a Taemin acurrucado en el sofá de Kibum, con la cara enterrada en un grueso libro, masticando su pulgar cada vez que algo interesante estaba pasando en el libro. Minho no se había dado cuenta de que mentalmente había catalogado cada pequeño capricho de Taemin -que había pasado una insana cantidad de tiempo mirando a Taemin- hasta que se encontró con demasiado tiempo y nada que hacer mientras que Kibum trabajaba en su estudio. Ya no podía negar que le había gustado mirar a Taemin, le gustaba observarlo, como si Taemin fuera una hermosa pieza de arte. A Minho no le gustaba pensar lo que eso significaba, porque ninguna de las conclusiones a las que había llegado era especialmente cómodas.
Taemin masculló algo con voz somnolienta y se movió en su sueño, rodando de su estómago a su espalda. Las sábanas cayeron a sus muslos.
La luz se reflejaba en los tonificados brazos de Taemin, las líneas esculpidas de su torso. Minho tragó. Maldito sea. Maldito sea por quedarse dormido con las luces encendidas. Si hubiera estado oscuro, Minho no sería capaz de ver sus pestañas largas echar sombras gruesas a través de sus pómulos, o esa boca encantadora, ligeramente abierta. Se veía tan jodidamente comestible. Minho siempre había pensado que era una exageración cuando la gente decía que alguien se veía delicioso. No era una exageración. Minho casi sentía el hambre físicamente, todo excepto babear, su polla dura con sólo mirar al joven durmiendo.
Sucio, pervertido, enfermo, su voz interior susurró, sonando sospechosamente como su tío.
La vergüenza se enganchó en la base de su estómago, pero no podía dominar el embriagador, inconsciente deseo con que su cuerpo dolía.
Es enfermo.
Minho lo quería.
Es una perversión.
Él lo quería.
Es depravado y perverso.
Lo deseaba.
Minho envolvió una mano alrededor del tobillo bien proporcionado de Taemin.
—Despierta.
Taemin se agitó, murmuró algo, y siguió durmiendo.
Minho acarició el tobillo y dijo, más fuerte, —Taemin.
—¿Qué? —murmuró Taemin, con los ojos cerrados—. Dormido. Vete.