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Han abrió los ojos, intentando acostumbrarse a la luz del día. Cuando finalmente lo logró, giró la cabeza, esperando encontrarse con Félix. Sin embargo, se llevó una gran sorpresa al ver a Minho a su lado. Fue en ese momento cuando comprendió que la persona con la que había pasado la noche no era Félix, sino Minho.

—Mierda —murmuró Han, en shock.

—Buenos días —saludó Minho con una sonrisa socarrona—. ¿Te divertiste anoche? ¿Por qué estás en silencio si anoche no parabas de gritar?

—¿Qué diablos me hiciste? —preguntó Han, comenzando a sentirse invadido por la confusión y la vergüenza.

—Me estuviste rogando por eso, ¿no lo recuerdas, cariño? —respondió Minho, sin perder su tono burlón.

Han se levantó de la cama rápidamente y, como pudo, se vistió. Salió de la casa apresuradamente, pero Minho lo siguió hasta afuera y lo alcanzó.

—¿A dónde vas? —le preguntó Minho, sujetándolo del brazo.

—No es asunto tuyo —contestó Han, tratando de zafarse.

—Te estoy hablando gentilmente —dijo Minho, con una falsa amabilidad.

—¿Por qué de repente eres gentil? ¿Quieres ser el héroe de un drama? ¿Quién ofrece el desayuno a alguien después de una noche juntos? —replicó Han, visiblemente irritado.

—No, solo quiero decirte algo —respondió Minho, acercándose un poco más—. Vas a morir si le cuentas a alguien sobre esto.

—No te preocupes, una historia vergonzosa como esta no se la contaré a nadie —contestó Han, con una amarga sonrisa, antes de darse la vuelta y marcharse.

...

Han estaba acostado en el sofá de su pequeño departamento, intentando descansar un poco. Sin embargo, el ruido de sus vecinos lo distrajo, así que decidió salir al balcón para ver de quién se trataba. Al asomarse, se sorprendió al ver a Minho junto a una chica.

—Oh, lo siento. No sabía que alguien ya se había mudado —dijo la chica, con una sonrisa amable.

—Oh, está bien. Él es mi dongsaeng —respondió Minho, señalando a Han.

—Entonces no somos extraños. Soy Ploy —se presentó la chica, extendiendo su mano.

—Yo soy Han. No sabía que... Minho podía tener una chica tan bonita —dijo Han, devolviéndole la sonrisa.

—Siempre haces eso, siempre vas tras las personas que ya tienen pareja —le reprochó Minho, mirándolo con desaprobación.

—Les deseo un amor duradero —respondió Han con tono sarcástico, antes de regresar al interior de su departamento.

...

Minho iba en su moto camino a la universidad cuando vio a Han parado en un puente. Preocupado, se dirigió rápidamente hacia él. Al llegar, se bajó de la moto y se acercó a Han.

—¿Qué estás haciendo? Solo fuiste rechazado, no te suicides. Si es por Félix, ¿entonces vas a saltar desde aquí? —preguntó Minho, alarmado.

—¿Estás loco? Yo no hago ese tipo de cosas —respondió Han, frunciendo el ceño.

—Entonces, ¿qué estás haciendo? Dime, ¿qué diablos haces aquí? —insistió Minho, todavía preocupado.

—Pidiendo un deseo —contestó Han, mirando al horizonte.

—¿Pidiendo un deseo? —repitió Minho, sin entender.

—Dicen que se puede pedir un deseo en este puente, ¿cierto? Así que mientras Félix no acepte ser novio de Hyunjin, aún tengo mi oportunidad —explicó Han, con una sonrisa esperanzada.

—Eres un hombre adulto, ¿aún crees en tal cosa? —preguntó Minho, incrédulo.

—Personas como tú no lo entenderían. Cuando tienes sentimientos por alguien, haces todo, incluso recurres a las supersticiones —dijo Han, sin perder su convicción.

—No, no entiendo por qué no dejas de acosar a mi amigo —replicó Minho, cruzándose de brazos.

—Yo tampoco entiendo por qué no dejas de acosarme —respondió Han, devolviéndole la mirada.

—Bien, voy a dejarte en paz, pero déjame decirte algo. La forma correcta de hacerlo es contener la respiración mientras se cruza el puente desde el inicio hasta el final. Solo entonces tu deseo se cumplirá —dijo Minho, con tono serio.

Han miró la distancia del inicio hasta el final del puente y se dio cuenta de que sería imposible para él contener la respiración todo el camino, ya que no tenía un automóvil y tendría que correr. Luego, dirigió una mirada a la moto de Minho, algo que el antes mencionado notó de inmediato.

—Sigue soñando, no te voy a ayudar —dijo Minho, adivinando sus pensamientos.

—¿Y qué? Puedo correr conteniendo la respiración, no es tan difícil —replicó Han, decidido.

Así pasó todo el día, con Han intentando cruzar el puente sin éxito, mientras Minho se quedó sentado, observándolo con paciencia. Finalmente, Minho se subió a su moto y se dirigió hacia donde estaba Han.

—Sube —dijo Minho—. No quiero que mi amigo se sienta culpable por tu muerte. Solo te daré una oportunidad, así que llena tus pulmones.

Volvieron a cruzar el puente, pero esta vez, Han logró su cometido. Cuando llegaron al final, Han se bajó de la moto, jadeando para recuperar el aliento. Minho también respiró profundamente, llamando la atención de Han.

—¿Por qué contuviste la respiración? ¿Qué fue lo que deseaste? —preguntó Han, sorprendido—. ¿Deseaste que dejara de molestar a Félix, no es así? No necesitas decírmelo.

—¿Puedes percibirlo? —respondió Minho, con una sonrisa enigmática.

—¿Quieres apostar cuál de nuestros deseos se hará realidad? —preguntó Han, desafiándolo con la mirada.


Mecánica del amor /ADAPTACION/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora