〖7〗El Gramófono

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En lugar de sentir dolor, recibo un firme abrazo. Tropiezo unos cuantos pasos con quien quiera que me está sujetando y al detenerme, abro los ojos y veo a Alistair con su mirada muy abierta y respirando con dificultad.

Nunca había visto este tipo de emoción en él.

Él me pone de pie con cuidado y presionó ambas sienes con las manos, desconcertada.

—¿Estás herida? —niego con la cabeza

—Viniste a por mí... —dije en murmuro

—Deja que tu cabeza descanse al menos esta vez —sus palabras siguen sonando frías. Pero ahora hay una suavidad conflictiva en ella.

Si él no hubiera estado ahí yo... no, espera, ¿eso quiere decir que el recibió todo el impacto?

Mis ojos le revisan, incapaces de creer que esta de una pieza.

—¿E-estas bien? —la manera en que su pierna está posicionada es extraña. Debe estar herido.

El eco de unos pasos resuena dentro de la mansión.

—Tenemos compañía —se limita a decir.

—¿Qué ha ocurrido? —los ojos de Lachlan se mueven entre Alistair y yo.

—¡Está herido! —chillo preocupada

—A ti fue la que empujaron, no a mí —asiente con la barbilla hacia arriba— Samael.

Jadeos se escapan de Rhosyn y Jecht cuando todos miramos al sitio donde está parado.

—Fue un accidente, ¡lo juro! ¿Verdad, Melione? ¡Díselo!

—Puede haber sido un accidente, pero ahora les diré que has estado acosando a Rhosyn mucho antes de que estuviéramos en esta situación, y...

—¿Qué? ¡No! —me rugió— ¡Está mintiendo!

—Oh, dios... —la expresión de Rhosyn se tiñe de terror mientras se cubre la boca con ambas manos. Cuando Jecht intenta acercarse ella se sube la falda de su vestido y se marcha del lugar. Samael intenta seguirla, pero Félix y Lachlan le sujetan.

—Necesitamos llevarte a tu habitación —me ordena Alistair

—Estoy bien. ¿Puedes levantarte? —se sostiene de la baranda de las escaleras mientras intenta ponerse de pie, pero escucho un quejido y me apresuro a tomarle del brazo. Respira entre dientes dolorido, su pierna flaquea bajo su propio peso— ¡Apenas puedes ponerte de pie! —el intenta retirar mi agarre de su brazo, pero yo insisto— Deja que te ayude al menos esta vez y no volveré a molestarte de nuevo.

—Algo me dice que eso no es verdad —sonrió, en serio, no fue una sonrisa grande, pero reveló una pequeña sonrisa de lado y él pudo notar mi sorpresa al volver a poner nuevamente su cara apática. No quise decir nada y el tampoco cuando colocó su brazo sobre mis hombros.

Cuando damos paso para bajar las escaleras, es evidente que me cuesta ayudarle con las rodillas amenazando con fallarme. No lo admitiría, pero también me está sujetando.

Jamás me habría imaginado caminar juntos así.

...

Nos dirigimos hacia su cama mientras le ayudo a sentarse, el descansa su cabeza contra el poste de la cama.

—Que molesta. —aun en esta situación puede seguir quejándose.

—Guarda tu energía para decirme eso más tarde.

—No solo tú. No viene bien que este herido.

—Lo siento. —es mi culpa que este así, debí hacerle caso.

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