〖14〗Cruel

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—¿Has cambiado de idea? —no responde y siento como su rodilla se desliza entre mis piernas mientras se cierna sobre mí. Con su movimiento, la falda de mi vestido se arruga, exponiendo mi piel al aire frio. Giro la cabeza, intentando concentrarme en su acusación anterior— ¿Qué te hace pensar que Jecht es el culpable?

—Cosas que todavía no puedo decir...

—Eso no es una respuesta —aparto su cercanía empujándolo del pecho y me levanto inmediatamente del sofá— Seria hipócrita por mi parte escuchar tales acusaciones —observo la bebida, que minutos atrás estaba bebiendo, derramada en el piso, cerca de la alfombra— Eres cruel...

—¿Soy cruel? —en menos de un segundo estaba frente a mí. Toca con un dedo mi mandíbula, llevándolo por mi cuello y a lo largo de la clavícula— No tienes ni idea de lo que eso significa.

Pienso en nuestra primera interacción. Estoy pegada a la ventana con la mano de Félix alrededor de mi cuello, advirtiéndome. Recuerdo el conflicto interno, entre miedo y la incertidumbre. El conocimiento de que alguna manera me recordaba que él no era una amenaza.

¿Pero por qué?

Era un sentimiento que provenía de un recuerdo perdido hace mucho tiempo. Dicen que hay que confiar en los instintos. ¿Pero cómo se supone que voy a hacer eso cuando me estoy dando cuenta de que faltan piezas? El peso de Félix contra el mío y la puerta, enturbia mis pensamientos.

—Tu eres la cruel. Tu eres la que está jugando conmigo y no sabes ni cómo ni por qué. ¿Cómo se supone que debo odiarte cuando estoy preocupado por ti? ¿O cuando se supone que debo mantenerme alejado de cuando me duele todo sin tu presencia? ¿Cómo se supone que voy a decir cosas desagradables cuando me arrepiento de cada palabra que te hace daño? —siento como su cuerpo tiembla mientras habla— ¡¿Cómo?! Dime, ¡¿qué voy a hacer?! —su tono de voz me asusta, provocando que mi pecho empiece a latir aceleradamente.

—Yo... no lo sé, esas son respuestas que se encuentran en ti nada más... —y entonces, como una estrella fugaz, siento como una sola lagrima cae por mi mejilla.

¿Qué debo hacer ante su confesión?

Veo que se derrumba delicadamente sobre mí y apoya la cabeza contra mi pecho. Pasan momentos de silencia antes de que envuelva mis brazos alrededor de él. En el momento en que lo hago, se inclina hacia mí.

—Ya entiendo de donde proviene tu odio hacia mí. Te recuerdo a alguien. —sonrió con tristeza— Sin embargo, esas lagrimas... —paso mi pulgar por su mejilla, limpiando las gotitas— ¿Es el odio tan fuerte? —me alivio un poco al escuchar una risa entrecortada.

—No te odio —sus palabras son sinceras y me recuerdan cómo se siente estar bajo el sol.

—Me alivia oírte decir eso —mi admisión es un suspiro y quiero abrazarlo todavía más.

—Nunca pude. Incluso ahora, no puedo.

¿Incluso ahora?

Siento que estoy a punto de experimentar otro déjà vu cuando este abrazo enciende sentimientos familiares.

—Sin embargo, no puedo evitar sentir resentimiento por las cosas que no sabes y por la ingenuidad que me mantiene preso —sus palabras son quebradas al intentar hablar

—¿entonces porque te quedas a mi lado? —por un momento, veo su habitual expresión traviesa ante mi pregunta

—¿es que no escuchas?

—La cuestión es que sí, pero tus respuestas son lo bastante enigmáticas como para que todavía no haya descifrado lo que realmente deseas decir.

—Algún día lo entenderás. Y cuando lo hagas, no importara porque esta es la maldición de una bruja que no quiere tener nada que ver contigo —antes de responder a mi confusión por sus palabras me interrumpe el tacto de su dedo en mis labios— Shhh... déjame disfrutar del momento. Antes que de todo colapse, quiero saborear esto... —sus ojos están fijos en los míos mientras traza el contorno de mis labios— Y esto... —su tacto es suave, y en mis pensamientos acelerados, una parte de mi desearía que fuera otra cosa. Pero nuestra situación dentro de esta mansión todavía nos persigue con numerosas preguntas.

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