〖19〗Nuestro Pecado

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Las voces espectrales me perseguían sin tregua mientras me apoyaba con cansancio en el gastado pasamanos de la escalera de caracol. Sus murmullos eran como agujas clavándose en mi mente.

—Ella me hace sufrir como hizo con su hermano —la voz sibilante sonaba acusadora.

—Murió porque ella lo abandonó —otra voz fría e impersonal sentenció.

Sacudí la cabeza, negándome a creer esas crueles palabras.

—¡No lo abandoné! ¡Estaba tratando de salvarlo! —grité con la garganta anudada.

¿Pero de qué intentaba salvarlo?

Entré a trompicones en la sala de recepción, luchando contra esas voces que no me dejaban en paz. La estancia estaba bañada por la luz tenue de las velas del candelabro.

—¡Melione! —el grito alarmado de Rhosyn rasgó el aire cuando me vio tambaleante.

—No pareces estar bien —Alistair se apresuró a acercarse, estudiándome con preocupación.

Alcé la mirada y vi que todos se hallaban en la habitación, observándome fijamente con expresiones de inquietud.

—Saben que eres una bruja —la voz desconocida volvió a increparme con un tono burlón.

De repente, unas llamas de fuego brotaron del suelo pétreo, rodeando a cada uno de mis amigos en aros ígneos individuales. Pero ninguno reaccionó, como si no pudieran ver las llamas danzantes que los aprisionaban. La voz soltó una carcajada cruel mientras yo negaba frenéticamente con la cabeza, conteniendo las lágrimas.

Son ilusiones, sólo ilusiones...

—No soy una bruja... juro que no... —musité en voz alta hacia esa presencia invisible, sorprendiendo a los demás.

—Ah, no hay necesidad de refutarlo. Ellos también conocen tus pecados —la voz respondió con un tono cínico e hiriente.

Los ojos de Felix se abrieron desmesuradamente cuando me derrumbé lentamente en el suelo, enterrando mi rostro entre las palmas de mis manos para ocultar las lágrimas.

—¿Lachlan? —La voz preocupada de Felix sonó amortiguada.

—¿Ves? ¡AJAJAJA! —Una risa desquiciada y aterradora estalló en mis oídos.

—Lo sé —respondió Lachlan con severidad.

De pronto, unas manos cálidas envolvieron las mías y las apartaron suavemente de mi cara. Era Alistair, arrodillado frente a mí con una mirada compasiva.

—Melione, mírame —pidió con dulzura. Alcé la vista, encontrándome con sus ojos amables—. Respira conmigo.

Comenzó a respirar lenta y profundamente, y yo lo imité. Inhalaba y exhalaba al compás de su voz, sorprendentemente suave, muy diferente al tono hosco que solía emplear.

—¿Crees que puedes comer algo? ¿Quieres volver a tu habitación? —ofreció con amabilidad. Negué frenéticamente ante su última pregunta. La sola idea de regresar allí me aterrorizaba.

—No creo que pueda quedarme ni un momento más allí —Limpié mis lágrimas con la palma de la mano—. Me siento bien cuando estoy rodeada de ustedes.

Alistair me dedicó una sonrisa reconfortante y me ayudó a incorporarme. Rhosyn se acercó a nosotros y abrió la puerta, haciéndonos señal para que la siguiéramos.

...

Al final resultamos en el acogedor comedor. Rhosyn se dedicó amablemente a prepararme algo de comer. Ante mí, un plato con una suculenta comida esperaba, pero a pesar de su apetitosa apariencia, me costaba tragar bocado. La atmósfera estaba cargada de tensión y era consciente de que yo era la responsable.

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