would've, could've, should've

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Living for the thrill of hitting you where it hurts
Give me back my girlhood, it was mine first

Maxie y yo estábamos en el patio de casa. El sol comenzaba a ocultarse tras las copas de los árboles mientras mamá y papá discutían en voz alta dentro de la casa. Victoria, nuestra hermana menor, estaba en la casa de una amiga, ajena a la tensión que inundaba nuestro hogar.

Era siempre la misma pelea, un eco constante de palabras que no queríamos escuchar pero que se colaban sin permiso en nuestra infancia. Maxie arrancaba pastitos del jardín con gesto distraído mientras yo lo observaba con una mueca triste. No quiero que mi hermano se vaya, pensé para mis adentros, pero sabía que esta decisión no estaba en mis manos.

—Creo que voy a irme con papá —dijo Maxie de repente, interrumpiendo mis pensamientos. Lo miré con los ojos entrecerrados, sintiendo cómo se apretaba mi garganta.

—Supongo que me quedaré aquí con mamá y Vicky —respondí con voz apagada, incapaz de mirarlo a los ojos. No quiero irme, pero tampoco quiero que Maxie se sienta solo.

—¿No puedes venir conmigo? No quiero ir solo con papá —sus palabras sonaron más como una súplica que como una pregunta. Lo pensé mucho, con la mente y el corazón en una lucha silenciosa.

—No puedo, Maxie, perdón —murmuré finalmente, sintiendo cómo mi corazón se encogía. Maxie asintió con resignación y volvió a mirar al suelo, como si buscara encontrar alguna respuesta en los azulejos desgastados de nuestro patio.

Un estruendo desde adentro nos sacó de nuestra conversación. Corrimos juntos hacia la casa y encontramos un jarrón roto en el suelo de la sala de estar. Papá estaba de pie, con la mandíbula tensa y los puños apretados, subiendo las escaleras con paso decidido.

—Empaca tus cosas, Max. Nos vamos mañana —su voz era un gruñido cargado de frustración. Maxie y yo nos miramos con los ojos abiertos de par en par, sorprendidos por la rapidez de la decisión.

—¿Mañana? —preguntamos al unísono, pero papá no se detuvo para responder. Mamá apareció en el umbral de la puerta, su rostro cansado pero sereno.

—Ve a tu habitación, cielo —dijo mamá con suavidad, dando un beso en la frente a Maxie—. Ya subo y te ayudo a hacer tus cosas.

Maxie y yo habíamos estado aferrados de la mano todo este tiempo. No quería soltarlo, no quería dejar que se fuera. Mi hermano, mi compañero de juegos y confidencias, mi otro yo.

Mamá me hizo sentar en el sillón, arrodillándose delante de mí con una expresión seria en su rostro cansado pero decidido.

—Escúchame, Daisy, con atención —comenzó, sus ojos buscando los míos con intensidad—. Necesito que te vayas con ellos.

—¿Qué? —mi voz sonó quebrada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar. No quiero dejar mi colegio, a mis amigos, a mamá y a Vicky solas.

—Necesito que cuides de tu hermano, hija —continuó mamá, su tono ahora mezclado con urgencia y súplica—. Sabes que papá no le hará bien, y tal vez ustedes puedan apoyarse mutuamente.

Pero yo no quiero irme, me repetí internamente, mi corazón sintiéndose cada vez más pesado.

—Pero no quiero irme —susurré finalmente, las lágrimas escapándose por mis mejillas. Mamá me miró con comprensión, su mano suave acariciando mi cabello.

—Necesito que me hagas ese favor, Daisy. Además, ¿no te gustaba arreglar el auto de Max? No quieres que se quede sin su mejor mecánica, ¿cierto? —me recordó con ternura, pero sus palabras solo aumentaron mi sensación de pérdida.

seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora