george

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Mientras Toto me hablaba sobre los beneficios de estar en una escudería siete veces campeona, mi atención estaba dividida entre sus palabras y la imagen de Daisy encerrada en el baño después de su charla con su padre.

Cualquier observador externo podría pensar que Day lucía perfectamente bien, como si solo necesitara un momento de privacidad en el baño. Sin embargo, yo sé mejor que nadie lo que esconde detrás de esa sonrisa aparentemente real. Había aprendido a leer a Daisy como si fuera mi libro favorito, descifrando sus gestos y expresiones como si fueran páginas llenas de significado.

―¿Podrías... ―le pregunto a Toto― darme un segundo?

Caminé en dirección al baño, pero Max se me adelantó, así que decidí mantenerme cerca, pretendiendo tomar un trago de mi vaso mientras observaba de reojo.

Después de unos minutos, vi cómo los hermanos Verstappen se separaban, lo que me dio la oportunidad de acercarme.

―Day... ―voltea y me mira directo a los ojos. Su postura es completamente distinta a la de esta mañana. No voy a mentir, esta versión de Daisy nunca me agradó mucho porque sé que en cuanto diga algo con lo que se sienta atacada, va a contraatacar― ¿Estás bien?

Su respuesta fue una risa sin humor y una negación de que algo estuviera mal.

―¿Por qué no lo estaría? ―pregunta enfocando la atención en su copa.

―Porque te conozco ―aseguro, dando un paso hacia ella, el cual fue inútil porque a cada paso o indicio de querer acercarme, retrocede. Se ríe sin gracia antes de contestar.

―No lo haces.

―Te conozco, Day. Algo no está bien contigo ―le digo, llevándonos a uno de los pasillos del salón del hotel que era el evento.

―Deja de decir eso. Deja de decir que me conoces, que sabes lo que me pasa y todas esas idioteces. No conoces nada de mí, la última vez que hablamos tenía 16 años.

―Sabes que sé lo que te pasa y por eso te sientes atacada ―trato de negociar.

―Estás enamorado de una versión de mí que ya no existe, George. La niña que creía en ilusiones, fantasías y que creía que el amor que tenía por ti era más fuerte que todo, se ha ido ―me dice Daisy, y aunque una parte de mí sabe que eso es cierto, otra parte insiste en que la esencia de la persona de la que me enamoré aún sigue ahí, o al menos, algo parecido.

―¿Entonces, por qué sigues teniendo la misma mirada en tus ojos? ¿Por qué sigues buscándome en una habitación llena de gente? ¿Por qué tus ojos reflejan lo mismo que cuando tenías 16 años? ―mi voz suena cargada de frustración.

―Solo... aléjate de mí, ¿Quieres? ―pide dando un paso hacia atrás cuando nota que, poco a poco, me fui acercando.

―Deja de hacer eso. Deja de tratarme como si fuera un extraño ―ruego.

―Lo eres, aléjate.

―Si sigues alejando a las personas que quieres vas a despertar un día y descubrir que no hay nadie más a quien alejar. No todas las personas que se acerquen a ti quieren herirte ―le digo, tratando desesperadamente de hacerle entender que estoy aquí porque me importa, porque la amo, aunque ella insista en lo contrario.

―No te necesito, George ―me dice, y aunque sus palabras son un golpe directo a mi orgullo, sé que no puedo rendirme tan fácilmente.

―Lo sé, sabes que no me refiero a eso. ¿Crees que no te conozco? ¡Bien! Déjame conocerte de nuevo, Day. Odiame o haz lo que quieras pero no me alejes de nuevo... por favor ―insisto, rogándole con cada fibra de mi ser que me dé otra oportunidad, que me permita estar ahí para ella como antes, aunque sea de una manera diferente.

―Adiós, George ―responde Daisy, finalizando nuestra conversación de manera abrupta y alejándose por el pasillo. Pero no puedo dejar que se vaya así, no cuando sé que hay algo más que está afectándola, algo que ella no está dispuesta a compartir conmigo.

―Es su culpa, lo sabes, ¿cierto? ―le pregunto cuando la veo detener su paso, aunque sigue dándome la espalda.

Me acerco con cautela, consciente de que tocar este tema puede abrir viejas heridas, pero también sé que no puedo ignorar lo que acabo de presenciar con su padre porque lo había visto. Había visto como su padre la agarró del brazo, como le hablaba con los dientes apretados y como sus palabras, fueran cuales fueran, le habían afectado.

-Yo sé que tú en realidad no eres esa chica enojada y a la defensiva que sueles mostrar. Sé que sueñas con cosas grandes y sé que crees que no te pueden pasar a ti, pero solo porque te hicieron sentir que eras la última opción, no significa que lo eres de verdad. Solíamos hablar de eso todo el tiempo. Solíamos tener planes juntos.

―George... ―advierte.

―Recuerdo cómo pasábamos horas hablando de nuestros sueños, como si tuviéramos el mundo entero en la palma de nuestras manos. Solíamos ser solo tú y yo en las decisiones que tomábamos, Day ―apoyo mi mano en su hombro, sintiendo la tensión en sus músculos mientras escucho cómo suelta un suspiro que apenas puede contener, un suspiro que esconde un sollozo.

Ella murmura un débil "aléjate", pero aún así se apoya en mi toque. Niego con la cabeza, negándome a obedecer ese deseo, aunque ella no pueda verme. "Aléjate", pronuncia en una voz aún más baja que antes, pero su lenguaje corporal dice más que sus propias palabras.

Sus dedos encuentran la mano que tenía apoyada en su hombro y la rozan. Su espalda se apoya casi imperceptiblemente sobre mi pecho. Me inclino hacia ella, acercando mi boca a su oído, y susurro con la voz cargada de emociones que apenas puedo contener: "No te das una idea lo mucho que te necesité, Day".

Como si un golpe de realidad la despertara, aleja su cuerpo del mío. Noto cómo su respiración se atora en su garganta, como si estuviera luchando contra las emociones que amenazan con desbordarse.

―No...esto no está bien ―niega, apoyando su mano en la boca del estómago.

La veo desaparecer por el pasillo, dejándome ahí plantado, viéndola irse otra vez.









holiss, cómo andan???
daisy está tipo me voy o me quedo
el próximo capítulo va a ser larguito así que espero les guste

seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora