El día de la carrera en Mónaco había llegado, y con él, un mar de emociones y estrés. Ver a George ahí, después de todo, hacía que el caos en mi mente fuera más soportable, aunque Max no estaba ayudando en nada con su actitud arrogante. Desde que lo volví a ver esa mañana, había estado insoportable, dando órdenes como si yo no supiera cómo hacer mi trabajo. Es su forma de lidiar con la presión, lo sé, pero me exaspera.A pesar de eso, logré concentrarme en la carrera. Mis ojos saltaron de una pantalla a otra, siguiendo tanto la lucha por el primer lugar entre Max y Carlos como el progreso inesperado de alguien más: George, quien había empezado decimocuarto, iba ascendiendo vuelta a vuelta hasta quedar noveno. No podía evitar que una sonrisa satisfecha se asomara en mis labios. Ese es mi chico, pensé, sin apartar los ojos de la pantalla.
Max terminó ganando, como era de esperarse. A pesar de los ataques de Carlos, se las arregló para mantenerse firme. Luego de todo el espectáculo de la ceremonia, nos encontramos en su motorhome. La tensión aún colgaba en el aire como una niebla pesada entre nosotros, y no ayudaba que Max siguiera con su actitud distante.
—Felicidades —le dije, tratando de romper el hielo.
Max se secaba el sudor con una toalla, bebiendo de su botella de agua. Sin levantar la vista, lanzó su dardo con precisión quirúrgica.
—George entró en los puntos. Debes estar feliz —su tono amargado era inconfundible.La sonrisa que había intentado controlar volvió a asomarse. No podía evitarlo.
—Se lo merece —respondí, con una mezcla de orgullo y alivio en la voz.
Max dejó la botella a un lado y me miró directamente. Su mirada era dura, acusadora.
—Me pregunto qué información se le habrá dado para que eso pasara. De no hacer puntos en toda la temporada a quedar noveno... vaya sorpresa —su tono sugería que insinuaba algo más, algo personal.
Sentí un nudo formarse en mi estómago.
—¿Disculpa? —dije, intentando mantener la compostura.
—Has estado con él estas semanas, ¿verdad? —Su mirada estaba cargada de sospecha, de rabia contenida—. No tienes que darme explicaciones, pero parece que tu "amistad" con él tiene sus beneficios, ¿no?
—No te debo ninguna explicación —espeté, sintiendo cómo la sangre me hervía—. Y si te hubieras fijado en algo más que en ti mismo, sabrías que George y yo no hemos estado juntos estas semanas porque estábamos peleados.
La tensión en la habitación se volvió palpable, ambos parados frente al otro como dos gladiadores listos para enfrentarse. Max avanzó un paso hacia mí, con la mandíbula apretada.
—Ese es un problema para alguien a quien le importe tu vida —dijo, casi escupiendo las palabras—. No me importan los mentirosos.
Sentí un golpe en el pecho, no solo por sus palabras, sino por la verdad oculta en ellas. Me miraba con odio, pero no podía evitar pensar que ese odio no era hacia mí, sino hacia lo que yo representaba: una traición que no era del todo mía, pero de la que me sentía responsable.
—No puedes juzgarme por decisiones que no fueron completamente mías. Era una niña, Max, ¡y tú eras mi hermano! —le grité, la voz quebrándose.
Pero Max no retrocedió, ni siquiera pestañeó.
—¿Por qué no simplemente te vas si tanto lo amas? —me espetó con furia—. Sin mí no eres nada más que una ingeniera del montón. No tienes el valor de luchar por lo que realmente quieres porque tienes miedo.
Sus palabras, aunque crueles, no me hirieron como esperaba. Algo dentro de mí se liberó en ese momento, como si finalmente me diera cuenta de que ya no podía cargar con ese peso. Max tenía razón en parte: tenía miedo, pero el miedo ya no era suficiente para detenerme.Me di la vuelta y salí del motorhome sin decir una palabra más. Caminé por el paddock, con el corazón latiéndome en la garganta. Sabía exactamente a dónde necesitaba ir, pero no sabía si tendría el valor de hacerlo.
Finalmente, me encontré frente a la puerta del motorhome de George. Golpeé varias veces, la valentía que había reunido desvaneciéndose con cada segundo que pasaba sin respuesta. Justo cuando estaba por darme por vencida, escuché mi nombre.
—Day...
Giré para verlo. George estaba parado ahí, con los ojos aún enrojecidos. Había estado llorando, eso era evidente, y sus ojos se posaron en la camiseta que llevaba puesta. Su camiseta. Sabía lo que eso significaba para él.
—Felicidades —susurré, con la voz temblorosa—. Sé que probablemente sigues enojado conmigo, pero...
No terminé la frase. No tuve la oportunidad porque George cerró la distancia entre nosotros, sus labios cayendo sobre los míos en un beso que me dejó sin aliento. Sus manos se deslizaron por mi espalda, sujetándome con fuerza, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento.
—Eres preciosa, Day —murmuró entre besos—. Y sí, aún estoy un poco enojado, pero quiero celebrar con mi mujer esta noche. Por la mañana... por la mañana solucionaremos todo lo demás.
George
Sabía que estábamos rodeados de fotógrafos, de paparazzis que buscaban la exclusiva del día, pero en ese momento no me importaba. El mundo exterior dejó de existir cuando la tuve entre mis brazos, cuando sentí sus labios sobre los míos. La necesitaba de una manera que apenas podía comprender. Mientras la besaba, olvidé todo: la pelea, el dolor, el orgullo herido.Cuando finalmente nos separamos, Daisy sonrió y murmuró, con ese tono desafiante que tanto me gustaba:
—Lo prometido es deuda.
Sonreí ante sus palabras y respondí:
—Nunca una promesa cumplida se había visto tan bien.
Y en ese momento, supe que no importaba lo que el mañana trajera. Podríamos enfrentar cualquier cosa, porque lo haríamos juntos.
ESTÁS LEYENDO
seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟ
Fanfiction- ; 𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍 DAISY y GEORGE se enamoraron cuando eran adolescentes y es una huella que no pudieron borrar de sus corazones; en definitiva, es mucho más difícil tratar de ponerle punto final a algo que ni siquiera debería haber terminado. Day, en...