daisy

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—¡Te dije que te mantuvieras callado!— le reprocho a Lorenzo, frustrada, mientras tiro una vez más de la puerta del yate—. George seguro está enfadado conmigo, ¿por qué no puedes prestarme atención un segundo?

—La verdadera pregunta es... ¿por qué mentiste? —me lanza sin inmutarse, observándome con calma.

—Oh, claro, porque la verdad suena súper creíble, ¿cierto? —respondo con ironía, rodando los ojos. Me cruzo de brazos, cansada de todo—. Oye, George, ¿sabes qué? Hice que Charles me fuera a buscar a mi casa, pero resulta que ahora estoy atrapada en el yate de mi exnovio, que no tienes ni idea de que es mi ex, porque rompimos la puerta sin querer. ¿Qué tal suena eso para ti, Lorenzo? —mi tono sarcástico es evidente, pero él simplemente se encoge de hombros.

—Muy tú —responde, como si fuera lo más obvio del mundo.

Sigo intentando abrir la maldita puerta, pero es inútil. El estrés empieza a acumularse en mi pecho, y Lorenzo, en lugar de ayudar, simplemente se ríe.

Lune, Charles va a llegar en cualquier momento. Relájate.

Lo miro con frustración, sin poder creer que él esté tan tranquilo, y eso solo lo hace reír más.

—Deja de reírte, no es gracioso.

—Tu cara sí lo es —replica sin dejar de reírse, y aunque trato de mantenerme seria, su risa es contagiosa. Me esfuerzo en esconder la sonrisa que se me escapa, pero al final cedo.

—Te odio —le digo, fingiendo estar molesta, mientras suelto una risa inevitable.

Me dejo caer en la mesa del yate, derrotada, y él se sienta a mi lado, empujándome suavemente el hombro como solía hacer cuando éramos niños.

—¿Qué? —le pregunto, mirándolo de reojo.

—Nada, hace mucho que no te molestaba —dice, con una sonrisa que no puedo evitar corresponder—. Así que... tú y George han vuelto —dice Lorenzo, pero esta vez su voz no tiene la ligereza habitual. Hay algo más ahí, algo que se esconde detrás de esas palabras.

—No... bueno, sí... —resoplo, sintiéndome atrapada en mi propia confusión. No puedo mirarlo a los ojos mientras hablo, porque tampoco tengo las respuestas—. No lo sé.

El silencio se instala entre nosotros, denso, como si ambos estuviéramos buscando las palabras adecuadas. Lorenzo, con la mirada fija en el suelo del yate, cambia de tono. Ya no es el chico despreocupado que siempre tiene una broma lista. Su voz se vuelve seria, casi melancólica.

—Yo creo que nunca terminaron —afirma en voz baja, sin mirarme, como si esa revelación fuera más para él que para mí.

Siento cómo mis hombros caen bajo el peso de lo que está a punto de decir. Lorenzo siempre ha tenido una forma especial de entender las cosas, de leer entre las líneas que ni siquiera sabía que estaba escribiendo.

Suspiro, intentando armarme de valor.

—Lorenzo, nunca quise...

—Lo sé, lune. Sé que no querías lastimarme —me interrumpe, su voz tan suave que apenas es un murmullo. Me mira por un segundo, lo suficiente para que pueda ver la tristeza que intenta esconder—. El corazón quiere lo que quiere, no es tu culpa.

Y esas palabras, aunque son dichas con calma, me desarman. No hay reproches en su tono, pero el dolor está ahí, escondido entre cada sílaba. Un dolor silencioso, el tipo que se acepta en lugar de combatir. Puedo ver lo difícil que ha sido para él llegar a este punto, aceptarlo sin quejarse, sin gritarme por todo lo que no pudimos ser.

seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora