daisy

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Me encontraba en el limbo entre despierta y dormida cuando siento a George acariciar mi mejilla con delicadeza y dejar un beso en mi piel.

—Despierta, Day —me quejo escondiendo mi cabeza en su pecho. Estaba demasiado cómoda en la posición en la que estaba—. Amor, hoy hay que ir a trabajar.

Amor.

Amor.

Amor.

Decido levantar la cabeza para mirarlo y me sonríe cuando nuestros ojos se conectan. Quiero quedarme en esta pequeña burbuja por siempre, pero sé que no puedo hacerlo.

—¿Qué hora es?

—Temprano todavía, la carrera no arranca hasta dentro de cinco horas —sumerjo mi cabeza en mi almohada.

—¿Por qué me levantaste tan temprano?

—Charles pasó a dejar tu celular y dijo que no había dejado de sonar —suspiro. Debe ser Max.

Lo agarro y puedo ver la incontable cantidad de llamadas perdidas, no solo de Max, sino también de papá.

—Day... ¿Qué harás con ellos? —pregunta mirando la pantalla de mi celular. Me encojo de hombros sin saber qué responder.

George sigue mirándome con una pequeña sonrisa en su rostro y veo cómo su mirada va hacia mi torso vestido con su camiseta de Williams.

—Te sienta bien el azul —su mano se cuela debajo de la tela acariciando mi cintura.

—Sí... pero el azul de Red Bull me queda mejor.

—¿Ah, sí? —acerca su rostro al mío, pero me alejo cuando noto que va a besarme.

—No me lavé los dientes —George me mira con las cejas fruncidas y un puchero.

—Pero no tienes cepillo aquí.

—Es una pena entonces —me burlo sentándome en la cama, él sigue acostado y ahora su mano está acariciando mi espalda. Es como si necesitara estar en constante contacto conmigo.

—¿Pedimos el desayuno?

(...)

Un rato después, tocan la puerta y George va a abrir. Yo, obviamente, me quedo en la cama. Parece que hay algún problema, así que me acerco a escuchar.

—Daisy no está aquí, así que te sugiero que busques en otro lado.

—Escúchame, hijo... —es papá. Dios, si se entera de que estoy aquí probablemente me encierre bajo llave—. Estoy preocupado por ella y...

—Ella irá hoy a hacer su trabajo, porque para eso la buscas, ¿no? —hay un silencio de unos segundos—. Bien, puedes irte.

—Ella no te conviene, George —dice mi padre—. No tienes idea de lo jodida que está Daisy.

—Me pregunto quién habrá arruinado su psique de esa manera —pregunta el inglés, irónico.

—Eres un buen chico y por eso te digo esto, aléjate de Daisy. Pudieron haber estado juntos hace mucho tiempo, a ella le gustaste siempre. Solo estaba asustada de sus sentimientos y no quería comprometerse contigo para poder salir con otros chicos. Y bueno... conoces a Daisy, le gusta huir.

—¿Algo más? —pregunta George, irritado, y de nuevo silencio. Escucho que cierra la puerta intentando hacer el menor ruido posible.

Aparece por el umbral y se encuentra conmigo apenas lo hace.

Papá tiene razón. Estoy bastante jodida. Mi ansiedad, mis recaídas emocionales, las barreras que creo alrededor de las personas.

Eres imposible de amar.

Desde que me dijo eso una vez mi cabeza no dejaba de repetirlo.

—Deja de pensar en lo que sea que estés pensando —llama mi atención George. Suspiro, cansada, y vuelvo a sentarme en la cama—. Day, sé que lo que dice no es cierto.

—Él tiene razón —susurro, noto que se tensa en su lugar—. No en la parte de los chicos —aclaro—. Pero estoy jodida, George.

—No, él solo es un idiota —toma mi rostro entre sus manos y me habla mirándome a los ojos—. Siempre te pones a la defensiva porque te criaste bajo crítica constante. Ahora todo se siente como un ataque personal y todo lo tienes que justificar porque nunca se tomó tu opinión como válida e importante, no sin tener que pelear para que se te tomara en serio.

—George...

—Ellos tomaron todo de ti y te exprimieron hasta la última gota. Ahora puedes ser tú.

—¿Y qué pasa si realmente no sé quién soy? He intentado seguir por tanto tiempo todo lo que me impusieron que siento que me perdí en el camino.

—La clave para volver a ser tú misma, Day, es aceptar que ya no eres la misma persona que eras antes y eso no necesariamente es malo.

No puedo evitar mirarlo de manera intensa. Quiero mirar a George toda la vida.

—Ahora lo más importante y lo primero que debes hacer es preguntarte: ¿Qué quieres?

Echo atrás la cabeza y me río, como si la pregunta fuera muy tonta. Después digo dos palabras, simplemente, como si la respuesta fuera la más sencilla que hubiera tenido que dar en toda mi vida.

—A ti.

Los ojos de George se iluminan aún más y me besa. No es un beso suave, es como de los que nos dimos en el baño el otro día. Lo atraigo hacia mí mientras nos recostamos en la cama. Sus manos aprietan mi cintura, que aún está cubierta por su remera de Williams. Dios, estoy segura de que eso le gusta aún más, tenerme así, con una remera con su nombre bordado enfrente.

Nos separamos para respirar un segundo, pero George no parece necesitarlo realmente. Su boca se dirige a mi cuello, dejando besos que me atrevería a decir que son calculados, porque sabe justo dónde dejarlos. Levanto mi cadera y la choco con la suya, arrebatándonos un jadeo a ambos.

Unos golpes en la puerta nos sacan de nuestro momento. El desayuno. George se levanta de mala gana y lo recibe. Nos sentamos en su cama y comemos y tomamos té y café desde ahí.

—Del 1 al 3, ¿cuál es la probabilidad de que uses mi remera cuando haga puntos?

—Debería ser de cuando ganes.

—Eso no va a pasar por el momento, así que...

—Bien, a la cuenta de 1...

—2...

—3...

—¡Uno! —gritamos al unísono.

Mi cara debe ser un poema porque George no deja de reírse.

—No. No puedo, sabes que no puedo —comienzo a negar levantándome de la cama—. ¡Van a despedirme!

—¿Eso es algo malo? —cuestiona, comiendo un pedazo de manzana.

—¡George! —le llamo la atención. Él vuelve a reírse y me atrae hacia él.

—Sé buena perdedora, Verstappen —susurra, pellizcando mi muslo levemente. Bajo mi cabeza hasta quedar a su altura antes de volver a hablar.

—Antes muerta —George se inclina para darme un beso y le corro la cara. Parece no gustarle mucho porque me agarra la parte trasera del cuello y me atrae hacia él, juntando nuestros labios.

—No veo la hora de verte usándola por el paddock —dice, haciendo referencia a la remera.

—No veo la hora de que me la quites —lo provoco.

—No quieras jugar con fuego si no quieres quemarte, Day —me advierte. Llevo mi mano a su mejilla hasta dejarla en la parte lateral de su cuello.

—Hazme arder, Russell.




holiss, cómo andan???
al final publiqué el capítulo porque me di cuenta de que llegaba a editarlo así que acá se los dejo <3

seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟDonde viven las historias. Descúbrelo ahora